SOCIEDAD › DESESPERADA CARTA DE LA MADRE DE NICOLAS A SUS SECUESTRADORES

“De rodillas ruego que lo liberen”

La mujer salió de su casa para leer el texto frente a las cámaras, pero no pudo. En medio del llanto, sólo envió un mensaje a su hijo. Y distribuyó la carta. “De rodillas les digo que no los odio”, les dice a los captores y jura rezar por ellos.

Alrededor de las cinco y media de la tarde se abrió la puerta de entrada de la casa de los Garnil, en La Horqueta, San Isidro. Salió Susana, la madre de Nicolás. Visiblemente nerviosa, después de vacilar unos instantes, intentó leer un texto a los periodistas que hacían guardia en el frente. No pudo. Apenas, entre sollozos, pudo decir: “Nico, si me estás escuchando... ese domingo nos llevaron a los dos, y yo te tengo en mis brazos todo el tiempo”. Después entregó la carta a los periodistas. Estaba dirigida a los secuestradores de su hijo y contenía un dramático pedido para que liberaran a Nicolás.
Nicolás Garnil, de 17 años y alumno del colegio Pilgrim de San Isidro, lleva 12 días secuestrado, desde que el domingo 25, alrededor de las 19, se dirigía a misa junto a su madre, Susana, y fueron interceptados por dos autos que cerraron el paso al Ford Focus de la familia. El Focus chocó contra el frente de una casa. Dos hombres armados arrancaron a Nicolás de su auto y lo secuestraron. La madre quedó semidesvanecida y cuando despertó comenzó a pedir auxilio a gritos. El caso recién saltó al espacio público dos días después, pero desde el inicio se mantuvo bajo un espeso manto de silencio y hermetismo. En aquel momento, hubo una serie de exabruptos de funcionarios que reconocieron y luego desmintieron la existencia del secuestro.
Entretanto, comenzaron a correr versiones. Una de ellas mencionaba que la banda había reclamado 300 mil pesos como rescate del chico. Otra, a los pocos días, mencionaba que las pretensiones de los secuestradores se habían reducido a 40 mil pesos, pero el dato es confuso y viene de la mano de otro dato que menciona el intento por mejicanear el pago.
De cualquier modo, el caso siguió silenciado. Sólo se escuchaban las voces del párroco de La Merced, Sergio Bellera, quien denunció que en la zona se comete un secuestro diario. Las de los vecinos, indignados. La del infaltable Juan Carlos Blumberg. Del secuestrado, nada, aunque algunas versiones imposibles de confirmar señalaban que la banda se había comunicado con la familia unas treinta veces, y otra que apenas dos.
El viernes 30, nada menos que Blumberg –quien ya tuvo una polémica intervención en el caso Ramaro, cuando los secuestradores se comunicaron con él para enviarle un mensaje a la madre de Cristian– visitó a los Garnil y leyó en la puerta de la casa, ante los periodistas, una carta escrita por Agustina y dirigida a su hermano Nicolás.
Ayer, a las 17.30, Susana Garnil intentó leer ante los periodistas una segunda carta, esta vez dirigida a los secuestradores. No pudo. El llanto entrecortaba sus palabras. Entregó entonces la carta a los periodistas e ingresó. El texto dice: “A las personas que tienen a mi hijo: estoy de rodillas frente a ustedes. Ustedes no me conocen a mí, pero sí conocen a sus madres. Piensen en ellas y piensen en mí. De rodillas les digo que no los odio, de rodillas les ruego que me devuelvan a mi hijito, de rodillas les juro rezar por ustedes hasta el último día de mi vida. Nico es un buen chico, seguro que ustedes ya lo saben. Es simple, cariñoso, generoso. Todos los días cuando pasa a mi lado nos abrazamos. Lo necesito, no puedo vivir un día más sin él. Necesito desesperadamente que él esté bien. Necesito a Nico ya. Como doctora acompañé a muchas personas en su sufrimiento pero no existe doctor para mi dolor. La vida de mi hijo y de toda nuestra familia está en manos de ustedes. De rodillas, frente a ustedes, sigo rogándoles hasta que Nico esté otra vez en mis brazos”.
No es el primer caso en que se produce una comunicación de este tipo. Incluso, en algún caso se especuló que la carta era en realidad un mensaje cifrado a los secuestradores. El primero en tomar a los medios como canal de comunicación con la banda o con el poder político, fue la familia de Pablo Belluscio, secuestrado el 22 de setiembre de 2003 y liberado el 4 de noviembre, luego de que le cercenaran una falange. Su padre, Gustavo Belluscio, en la primera carta del 28 de octubre, relataba la mutilación sufrida por su hijo y anunciaba que no disponía del dinero exigido. “Es un espanto que una familia se vea obligada a remunerar a los verdugos mutiladores de su propio hijo”, escribió Belluscio. El 6 de noviembre, ya liberado Pablo, su padre repitió el esquema, pero esta vez dirigido como un ariete contra la Bonaerense. Cuestionaba en ella crudamente al ex ministro de Seguridad bonaerense, Juan José Alvarez y al comisario Angel Casafús, jefe de la Dirección General de Investigaciones Complejas, y ponía en duda el rol policial en el asunto.
El caso Garnil se desarrolla mientras resurge un debate sobre el papel de los medios de prensa en relación con la información que puede poner en riesgo la vida de la víctima. Esta semana, el vicepresidente de Colombia, Francisco Santos Calderón, sostuvo que el periodismo no debería informar sobre estos hechos para no alimentar con datos a los secuestradores y no generar un estado de ansiedad que hace caldo de cultivo.

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Susana Garnil, quebrada por el dolor, sólo pudo balbucear. Al lado, facsímil de su carta.
 
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