SOCIEDAD › LA NASA LANZO EL MISIL PARA APRENDER BOMBARDEANDO

Disparen contra el cometa

Por Federico Kukso

Tiene todos los ribetes de una película de catástrofe; hasta su mismo nombre, Deep Impact (Impacto profundo), recuerda al film de 1998 sobre el choque de un asteroide contra la Tierra. Pero no se trata de otro desembarco cinematográfico hollywoodense. Es la última misión de la NASA que despegó ayer a las 15.47 (hora argentina) desde Cabo Cañaveral, Florida, con el polémico objetivo de –literalmente– bombardear un cometa y, con eso, aprender un poco más sobre la formación del sistema solar.
Si todo marcha como está previsto, después de casi seis meses de viaje la nave-robot se estacionará exactamente el 4 de julio (Día de la Independencia estadounidense) en las cercanías del cometa Tempel 1 a unos 132 millones de kilómetros de la Tierra, y lo atacará sin piedad lanzándole un proyectil de cobre de 370 kilos que se estrellará contra el masacote de roca y hielo de 6 kilómetros a una velocidad de 37.000 kilómetros por hora.
Según los científicos estadounidenses, la probabilidad de que el misil no dé en el blanco es de un 1 por ciento, casi nada. Así, lo más seguro es que pasen dos cosas: o que el impacto –similar a la detonación de 4,5 toneladas de dinamita– abra un gigantesco cráter del tamaño de un estadio de fútbol y entre dos y catorce pisos de profundidad (y altere su órbita elíptica alrededor del Sol) o, simplemente, que el cometa se desintegre por completo. Pase lo que pase, la oportunidad será única para saber un poco más acerca del origen y formación del sistema solar, a partir del análisis de los fragmentos eyectados desde el interior del cometa.
Ocurre que estos cuerpos celestes –llamados también “bolas de nieve sucia” y que desde la antigüedad fueron percibidos como señales de mal agüero– vagan asombrosamente por los cielos como cápsulas del tiempo guardando en su interior los secretos de cómo lucía el vecindario terrestre hace 4600 millones de años. Los científicos especulan con que los cometas son reliquias espaciales, ruinas, escombros que quedaron sueltos luego de que se formaran los nueve planetas y nuestra estrella.
Nadie se lo querrá perder. Por eso, toda la escena será registrada por una microcámara incrustada en el propio proyectil, por los instrumentos de la Deep Impact –resguardada a 500 km de distancia– y por los espejos curiosos de los telescopios espaciales Hubble y Spitzer que giran incansablemente alrededor de la Tierra. Y entonces, cuando arrecie el ataque, los días de la más pacífica observación de planetas, asteroides y cometas del Sistema Solar habrán terminado.

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El cometa Tempel, a 132 millones de kilómetros de la Tierra.
 
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