SOCIEDAD › ENCONTRARON LOS RESTOS DEL “TIGRE DE LOS LLANOS”

La vuelta de Facundo Quiroga

Era uno de los misterios de la historia argentina. Su ataúd apareció en Recoleta. Estaba vertical y contenía una espada.

A 175 años de su muerte, volvió el Tigre de Los Llanos. Con el hallazgo del cuerpo del legendario riojano se cierra uno de los interrogantes más antiguos de la historia del país. Estaba cerca de todos: en el cementerio porteño de la Recoleta, en su bóveda familiar. Allí, se cree, había sido llevado por pedido de Juan Manuel de Rosas en la misma carreta en que lo asesinaron de un balazo en el ojo, en medio de las intrigas políticas que acompañaron a Argentina desde el principio. El ataúd de Facundo Quiroga estaba parado y con una espada adentro, para que pudiera enfrentar a la muerte. Lo encontró un grupo de arqueólogos, historiadores y antropólogos que había comenzado la búsqueda el año pasado.
El ataúd fue descubierto mediante un dispositivo electrónico, en posición vertical, como la leyenda popular lo indicaba, empotrado en una pared bajo tierra. Así lo informó el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”. El organismo, que depende de la Presidencia de la Nación, señaló que el equipo, encabezado por el historiador Jorge Alfonsín, logró “resolver el misterio del inhallable ataúd y el paradero de los restos de Facundo Quiroga”, el máximo caudillo y prócer riojano y figura descollante del movimiento federal.
Eduardo Cattaneo, del instituto, dijo que “se sabía que el cadáver estaba en la Recoleta, adonde fue llevado, se cree, por pedido de Rosas. Lo trajeron en la misma carreta en que murió, pero después se pierde el rastro, también desaparece la carreta y salen al ruedo varias versiones”.
Cattaneo relató que una de las más creíbles es la que sostiene que “estuvo un tiempo en la iglesia de San José de Flores”, y que “el cadáver se encontraba de pie y con una espada, para luchar contra la muerte”.
“Se sabía que el cadáver había sido traído a la Recoleta y que estaba en la bóveda familiar. Se lo había ocultado, presuntamente para preservarlo de enemigos, ya que había muchas amenazas de que lo iban a inhumar y quemar los restos”, contó.
Cuando el instituto decidió iniciar la búsqueda del cuerpo de Facundo, se hizo un exhaustivo trabajo bibliográfico, a cargo de historiadores. Luego, “se pidió permiso a la familia y se empezó a estudiar qué cadáveres había en la bóveda y su procedencia”, continuó Cattaneo.
La Comisión Nacional de Energía Atómica aportó al proyecto un aparato que funciona como un ecógrafo, que mide y registra los huecos a través de los muros. Ese dispositivo detectó un hueco grande en una pared subterránea, detrás de tres catres con cajones. Fueron retirados de la bóveda familiar para hacer un agujero con una mecha gruesa, que permitió ver algo metálico. Comprobaron que era un ataúd en forma vertical, como consignaba la versión popular que estaba el de Facundo. “El ataúd fue encontrado en 2004 y recientemente se pudo comprobar que el cuerpo era el de Quiroga. Ahora hacemos el anuncio”, precisó Cattaneo. El proyecto fue hecho por el historiador Jorge Alfonsín, mientras el equipo investigador fue dirigido por Juan Carlos Denovi, secretario general del instituto.
Quiroga nació en 1778 en la localidad de San Antonio, del departamento riojano de Los Llanos, y murió asesinado en 1834 en Barranca Yaco, Córdoba. Según Cattaneo, el hallazgo de los restos permitirá saber con precisión datos históricos, como las circunstancias de su muerte. La historia oficial la adjudica a un balazo en el ojo recibido durante una emboscada mientras viajaba en carreta a Buenos Aires. Los ejecutores habrían sido sicarios de los hermanos Reynafé comandados por Santos Pérez, quien como pago habría recibido la intendencia de Villa Tulumba. Esta versión es apañada por decenas de canciones, poemas, películas y cuadros.
Otra hipótesis, quizá dejada de lado por menos lustrosa al honor de El Tigre, afirma que fue baleado mientras se encontraba en la cama con una de sus amantes. Esta posibilidad no es descartada por historiadores del instituto, quienes señalan que tras ese episodio pudo haber llegado herido a Barranca Yaco, y morir allí en la famosa carreta.

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La leyenda se confirmó: estaba en el cementerio de la Recoleta.
 
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