SOCIEDAD › SUSANA TORRADO ANALIZA EL CENSO NACIONAL COMO REFLEJO DE LA CRISIS QUE VIVIó ARGENTINA EN LOS 90

Retrato de una década negra

“Salvo hecatombe o una situación social extrema, como una guerra, la esperanza de vida tiende a subir siempre”, dice la demógrafa Susana Torrado. Pero aquí no: según los resultados preliminares del Censo Nacional, la mortalidad no cayó como se esperaba. Según Torrado, se debe a “las terribles condiciones de vida y el deterioro del sistema de salud”.

Por Alejandra Dandan y Raúl Kollmann

Susana Torrado, miembro del consejo consultivo del Conicet, es tal vez la demógrafa argentina más reconocida por los organismos internacionales vinculados con el estudio y tratamiento de políticas en población. Durante los últimos días, a pedido de Página/12 se concentró en su casa para analizar los resultados preliminares del último y polémico censo de población y hogares. Después de un exhaustivo y puntilloso análisis, Torrado llegó a dos conclusiones que se trasforman en el punto de partida de su evaluación: el censo es algo así como un retrato de una de las peores décadas de la historia del país. Torrado admite que hubo problemas en los resultados y en las proyecciones y lo demuestra con dos indicadores: nacimientos y muertes. La mortalidad en el país es similar al ’91. Esto no sólo significa que bajó menos de lo proyectado: en sus palabras, “la salud progresó menos que lo esperado”. Por eso la crisis no es una palabra vacía: es la causa, incluso, de la caída en los nacimientos, sobre todo entre la clase media, la única capaz de asumir políticas de control de natalidad. “Donde más fallaron los pronósticos –dice– fue con la fecundidad: se proyectaron tendencias anteriores al 91 cuando en la Argentina estaban pasando cosas inéditas. No tenemos un momento histórico para comparar la crisis de los 90, no se puede ir a 50 años atrás a buscar indicadores.”
–¿Es posible ya dar precisiones sobre el censo?
–Hasta ahora tenemos la suma de población por sexo y edad a través del recuento preliminar, nada más. Y en este caso se sabe mucho menos que en otros censos, en la Capital, por ejemplo, seguían censando. Ese es el caso más extremo: allí fue donde faltaron más maestros. Los datos disponibles permiten elaborar algunas ideas y creo que está bien, pero también estoy segura de que ésa no va a ser la población final, sobre todo en la Capital Federal.
–¿Se pueden diseñar hipótesis a partir de estos datos?
–Sólo se pueden comparar los resultados preliminares con las proyecciones que hizo el INdEC antes del censo. Por esas cifras, todo el mundo decía que en la Argentina había 37 millones y medio de habitantes.
–¿El país esperado era mejor?
–Uno puede llegar a la conclusión de que lo que estaba mal eran esas estimaciones. La población se comportó de una manera distinta a las estimaciones que proyectaron una tendencia del 2001 usando la tasa de crecimiento del ’80 y del ’91. Esas proyecciones se hacen en base a hipótesis sobre tres fenómenos: fecundidad, mortalidad y migración.
–¿En todas esas variantes la población del país crecía?
–Exacto. Supusieron que entre el 90 y el 2000 había habido un aumento moderado de la esperanza de vida que pasaría de 72,5 años a 74,5 años. De acuerdo con la proyección más auspiciosa o variante alta, la población esperada en el 2001 era de 37.800.000 millones; según la tasa media o recomendada era de 37.500.000 y las peores perspectivas preveían una población de 37.200.000 millones.
–Y la población según el censo fue más baja que todas esas previsiones.
–Los datos preliminares dieron una población de 36 millones. Y efectivamente el número es más bajo y no sólo más bajo de la población recomendada, es más bajo que la variante baja de 37.200.000, que no es recomendada.
–¿A qué obedece la caída?
–En primer lugar, las cifras preliminares pueden ser erróneas, es decir, pueden ser mucho más bajas de lo real. Hay una subenumeración y creo que el dato que salió no era definitivo porque se siguió censando. La primera hipótesis es que el dato no es bueno, y que habría una subenumeración de población porque la cobertura del censo no fue total.
–El censo está mal.
–El censo está mal, pero además las proyecciones estaban mal.
–¿Por qué dieron mal las proyecciones? ¿En qué país estaban pensando cuando previeron el aumento de población y una mayor caída de la mortalidad de la ocurrida?
–En realidad las hipótesis que usaron en la proyección fueron muy razonables. Esa es la verdad. Lo que pasa es que la década del 90 no fue razonable. Pasaron cosas distintas a las esperadas porque la realidad se comportó de una manera no previsible: las proyecciones se hacen en base a previsiones. Si todo es imprevisible las proyecciones no salen bien.
–La tasa de mortalidad fue imprevisible.
–La mortalidad bajó menos de lo que ellos dijeron que iba a bajar. Proyectaron las tendencias del 70 al 80 y del 80 al 91, que siempre estuvieron en baja. Cuando baja la mortalidad aumenta la esperanza de vida y acá la mortalidad bajó menos de lo supuesto.
–¿Por qué?
–Por las terribles condiciones de vida y el deterioro del sistema de salud.
–¿Esto sólo sucede en nuestro país?
–En este momento es así. Salvo hecatombe o una situación social extrema, límite, como una guerra, una matanza o el desplazamiento de población, la esperanza de vida tiende a subir siempre, aunque sea modestamente.
–¿Esta conclusión surge de observar el censo o surge de otros elementos?
–Surge de comparar la tasa de crecimiento proyectada y la real entre el 91 y el 2001, con la evolución de las tasas de mortalidad y natalidad entre el 80 y 2001. La única otra fuente independiente para analizarlo son las estadísticas vitales. Tengo la variación del número de nacimientos y defunciones. Cuando miré la tasa de mortalidad me di cuenta de que no había bajado: éste no es un buen indicador. Si el aumento de la esperanza de vida fuera importante, la tasa de mortalidad en las provincias debería haber bajado y no bajó. Lo que hice fue comparar no sólo las tasas sino el número de nacimientos y el número de defunciones que no está afectado por ninguna proyección: ahí salta que eso no disminuyó, está más o menos igual que en el ’91. Mi interpretación es que la mortalidad bajó menos que la baja incorporada en la hipótesis. O sea que la salud progresó menos que lo previsto.
–Otro de los fenómenos fundamentales que mide el censo es la fecundidad.
–La fecundidad bajó sensiblemente, más que las proyecciones. Esto no fue así en todo el país, se dio sobre todo en las áreas urbanas de la zona pampeana y particularmente en la ciudad de Buenos Aires.
–¿Esta caída es una tendencia normal?
–En las sociedades malthusianas que controlan los nacimientos es así, excepto que haya fenómenos de otra naturaleza. Esto ocurrió en la década del 70: creció porque la generación de la posguerra había llegado a la época de tener hijos y se produjo el fenómeno conocido como el babyboom. Después de la posguerra teníamos un país desarrollado que hizo aumentar el índice de nacimientos y además recibimos inmigración europea. Cuando una población sabe usar la planificación familiar como las clases medias urbanas, puede hacerlo cuando quiere porque tiene incorporado el método de control eficaz. La fecundidad está sujeta al comportamiento, no es natural ni depende de la fertilidad de la mujer.
–¿Qué es lo atípico en nuestro caso?
–Hay varios fenómenos. Por un lado existe el fenómeno de la cohabitación: no sólo tienen menos hijos, se casan menos. La gente usa la cohabitación de prueba. Las parejas cohabitan sin casarse, sin papeles, y hay un período largo durante el que no tienen hijos. Esto retrasa la unión definitiva y la mujer empieza a tener hijos mucho más tarde. La postergación es el resultado de la formación profesional y la disolución de las parejas.
–¿Incide la vida profesional?
–Sí, porque todos estudian más tiempo, la escolaridad comparativamente se prolongó y además ha crecido enormemente la participación de las mujeres en el mundo del trabajo. Eso tiene efectos sobre la entrada en unión porque son mucho menos dependientes del marido para establecerse socialmente y también incide sobre el número de hijos. Los hijos compiten con la madre en el tiempo de la participación en la actividad económica. Antes dejaban de trabajar y cuando los niños ya no la demandaban entraban de nuevo al mercado de trabajo, ahora hay una tendencia a no salir: una vez que entran no salen.
–Entonces hay menos niños porque hay menos casamientos, más tiempo de prueba, retraso del momento de ser madre.
–Sí, pero existe un segundo elemento específicamente relacionado con lo que se desea como familia, que es la disminución del número de hijos por pareja. Acá aparece una reducción del tamaño de la familia en parejas estables la clase media urbana.
–¿Producto de la crisis?
–Sí, en momentos de crisis, sobre todo ante la desocupación, si no se tienen ingresos y está incorporada la práctica de la anticoncepción, el calendario de nacimientos se acomoda. En una situación donde está desocupada la pareja, los hijos se postergan. Y esto jugó sobre todo en la Capital.
–La Capital tiene características distintas.
–Seguro. Buenos Aires siempre se comportó como Europa, por el porcentaje de extranjeros. Pero hay una enorme distancia entre el dato preliminar y la proyección y crece comparativamente más rápido en las clases medias urbanas, también de las otras grandes ciudades que tienen el mismo comportamiento que la Capital pero más atrasado. Donde más falló la proyección en pronosticar cuál iba a ser el nivel de fecundidad. Creo que la que bajó más en la fecundidad fue la clase media.
–La caída de población más importante aparece en los barrios de clase media alta. ¿Es posible que sólo crezcan los más pobres?
–No tenemos una ley de salud reproductiva, las clases medias hace casi un siglo incorporaron eficazmente las políticas de reproducción: los que no pudieron incorporarla fueron los pobres porque no tenían información para manejarse solos y porque el Estado les impedía el acceso a ellas en los hospitales públicos. Cuando se observan los comportamientos por zonas hay datos distintos, pero el error de la proyección, más el error de los datos preliminares dan un error de la estimación de la fecundidad que es distinto en cada región.
–¿Cómo fue esto en la Ciudad de Buenos Aires?
–La caída anunciada del 8,3 por ciento y corregida después al 7,1 se tomará como dato definitivo de población aunque la encuesta poscensal que ya se ha empezado a realizar demuestre que hubo una subenumeración. En la Capital la subenumeración es más grande que la que salió en los diarios. La proyección había previsto que la población crecía 1 por 1000 y según estos datos bajó. De un número positivo pasó a uno negativo en nueve veces. La diferencia es enorme. Además de la subenumeración, la fecundidad debe haber bajado más que la hipótesis recomendada, bajó más que la hipótesis más baja, bajó más de lo que se tenía proyectado. Y, por último, hubo migración de residentes al conurbano. Eso también fue muy importante, yo no sé si para dar cuenta de la caída de casi siete puntos de población pero lo fue.
–¿Cómo afecta ese movimiento a la provincia de Buenos Aires?
–La dinámica ahí es parecida a la Capital pero en vez de tener emigración hubo inmigración. Por eso la tasa de crecimiento es positiva. En realidad, es un poco más baja que la proyección y, seguramente, la fecundidad también fue menor y la mortalidad es probable que haya bajado menos que lo proyectado: se murió más gente que la esperada.
–De acuerdo con su análisis, se puede analizar a las provincias por regiones. Cada región muestra cierta homogeneidad y esto sirve como testeo para ver cómo se hizo el censo.
–El sur se porta distinto al norte. El comportamiento es homogéneo por regiones y serán sólidos los resultados cuando la región se comporte de la misma manera. Esto hace sólido el razonamiento. En la Patagonia y Comahue, hay también una diferencia entre proyección y datos preliminares. Los preliminares fueron inferiores a la proyección. Como en todos lados, hubo baja de la fecundidad. Aquí la caída fue menor que en el área metropolitana y en la Pampa húmeda pero hay menos población que la esperada. Pienso que cuando hicieron la proyección, se basaron en el crecimiento que tuvo esta zona entre el ’80 y el ’91. Pero ese período había migración interna hacia esa zona por la promoción industrial: acá lo que pasó es que se paró la llegada de inmigrantes internos.
–¿En el resto del país?
–La zona del NOA y el NEA son las más pobres del país. Ahí la fecundidad aumentó, pero que la población sea superior a la esperada se explica por la inmigración de países limítrofes. Creo que la fecundidad debe haber bajado, en realidad, menos que en las otras regiones y esa caída se debe a que existen en esas poblaciones una clase media que controla la natalidad. Por otra parte, la mortalidad debe haber quedado igual porque los índices dan iguales al período anterior. Pero en estas provincias que en general tienen poblaciones chicas que van desde los 300 mil habitantes al millón 300 mil, tuvieron una inmigración de países limítrofes importante. Sobre estas poblaciones, la llegada de 100 inmigrantes es mucho y esto aunque es una hipótesis me parece consistente porque la población numerada es mayor a la proyectada.

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“La fecundidad bajó más que en la hipótesis más baja”, dice la demógrafa Susana Torrado.
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