SOCIEDAD › EN EE.UU. SE CONSTRUIRA UNA CIUDAD PARA QUIENES USAN LA LENGUA DE SEÑAS

Sin palabras

La futura ciudad de Laurent empezaría a erigirse este año y los primeros habitantes se mudarían en 2006. Idea de un empresario sordo, allí la lengua de señas será la principal forma de comunicación en comercios, escuelas y gobierno local. Ya hay 120 familias que reservaron su lugar, pese a las críticas de quienes lo ven como un gueto.

 Por Andrea Ferrari

Dos autos chocan: hay un estrépito de vidrios rotos y chapas retorcidas, pero pocos se dan vuelta. Un conductor se baja a increpar al otro, aunque no grita: sólo mueve las manos. De inmediato llega un patrullero que no hace sonar la sirena y los policías intervienen en la disputa con señas. No hay ruido. No se trata de la escena de una película muda, sino de lo que podría pasar en Laurent, una ciudad que proyectan erigir en Dakota del Sur, donde toda la gente se comunicará a través de la lengua de señas. Ideada por Marvin Miller, un empresario que es sordo, al igual que su mujer y sus cuatro hijos, Laurent despierta entusiasmo: ya hay 120 familias que reservaron su lugar y, si todo marcha como está previsto, los primeros se mudarán a fines del año próximo. Pero también surgen críticas de quienes consideran que el proyecto tiende a aislar a los sordos en una suerte de gueto en lugar de integrarlos. “Laurent será la primera ciudad del mundo verdaderamente integrada –se defiende Miller en una entrevista por e-mail con Página/12– y servirá como modelo a imitar para otras ciudades en áreas tales como el enfoque de la educación bilingüe o el sistema de seguridad pública con base visual.”
La idea de Miller empezó a girar en el año 2002 y se convirtió para muchas personas sordas en una especie de sueño: una ciudad donde desaparecerían todos los problemas de comunicación que enfrentan a diario, donde se entenderían perfectamente con vendedores, empleados del banco o maestros, donde podrían ver cualquier espectáculo y concurrir a cualquier institución educativa. Otra gente veía un costado más oscuro: la idea de una sociedad compartimentada donde, en lugar de integrarse a las minorías, se las aísla, y en la que cabe plantear, al estilo de esas lúgubres películas futuristas, otras ciudades “a medida”: una para personas con problemas visuales, otra para discapacitados motrices.
Por sobre todo, pocos creían que el proyecto fuese viable. Sin embargo, la idea fue prosperando hasta estar al borde de su realización. Tras meses de trabajo de un grupo de urbanistas, los planos de Laurent (el nombre homenajea a un educador francés, Laurent Clerc, que llevó la lengua de señas a Estados Unidos) ya están listos y pueden observarse en su sitio de Internet. La lista de reservas que figura en esa página tiene 120 familias inscriptas: son en su mayoría de distintos puntos de Estados Unidos, pero también hay de Londres y de Australia.
Los mentores del proyecto lo llevaron al condado de McCook, donde lo estudiaron, aunque aún deben aprobar su ejecución. “La comisión de la comuna votará los cambios de zona requeridos para permitir la construcción de Laurent en julio y, si todo va bien, esperamos que empiece a vivir gente en la ciudad para el otoño del año próximo”, le dijo Miller a este diario.

Construir poder:

A muchos de los que ya realizaron reservas, que provienen de lugares como Nueva York, California o Florida, no les será fácil adaptarse a Dakota del Sur, una tierra de agricultores, con escasa población. Pero en la elección se tuvieron en cuenta muchos factores, desde el clima y los impuestos a la posibilidad de construir poder político. “La población prevista para Laurent será de entre 1250 y 4000 personas –explican en el sitio de la ciudad–. Con esas cifras, podemos tener impacto político y económico tanto en el condado como a nivel estatal. Seremos una de las quince ciudades más grandes del estado.” También hablan de los “250 días de sol” que tiene la zona, de las posibilidades de financiamiento para quienes adquieren su primera vivienda a través de programas oficiales y del hecho de que no hay “impuesto a las Ganancias, ni impuesto a los Bienes Personales, ni impuesto a la Herencia”.
¿Qué tendrá de particular Laurent? Además del uso de la lengua de señas, la ciudad se propone un diseño donde todo facilite la comunicación visual. “Las casas y los negocios tenderán a una fácil visibilidad para poder usar la lengua de señas aun a la distancia, por medio del uso de espacios abiertos y la colocación de vidrio –explican–. Los servicios de policía y bomberos serán diseñados con más luces y menos sirenas. Habrá conexiones de Internet de alta velocidad disponibles en toda la ciudad, ya que se ha convertido en una forma vital de comunicación para la gente sorda.”
–¿La comunicación oral estará excluida de la ciudad? ¿El manejo de la lengua de señas será un requisito para instalarse? –le preguntó Página/12 a Miller.
–No, no se excluirá la comunicación oral –contestó–. La ciudad será bilingüe. La lengua de señas será un componente requerido para el comercio, los servicios y el gobierno local, en términos de comunicación directa. No habrá ningún requisito para comprar una casa.
Los conductores del proyecto –Miller y su suegra, M. E. Barwacz, que es oyente– insisten en que Laurent no será una ciudad de sordos, sino de personas que usan la lengua de señas. Argumentan que la vasta mayoría de los niños sordos son hijos de padres oyentes y es a esas familias mixtas a las que apuntan. Existen, afirman, aproximadamente un millón de personas sordas que usan la lengua de señas en Estados Unidos y otros dos millones de oyentes que también lo hacen: padres, abuelos, hijos y hermanos de sordos.
“La lengua de señas tiene enormes beneficios tanto para los oyentes como para los sordos –agrega Miller–. Con ella los oyentes pueden comunicarse en medios muy ruidosos, con distancias de por medio, a través de ventanas, bajo el agua, etc.”

Las dudas:

No hay demasiados detalles sobre la forma en que se financiará la construcción de la ciudad. Miller explica que han utilizado para ello dinero familiar, que además tuvieron la suerte de que “el padre de una niña sorda nos acercó un grupo de ángeles inversores, que están trabajando con el banco local, el First Dakota National, para que la construcción de Laurent tenga los fondos necesarios” y que esos ángeles “desean que sus identidades sean confidenciales”.
A los potenciales habitantes de la ciudad les preocupa más otra cosa: adónde van a trabajar, a qué escuela irán sus hijos. En el sitio de la ciudad se informa que los primeros trabajos probablemente estén vinculados a servicios y comercio, y que se apuntará a atraer a viajantes, ya que la ciudad se erigirá junto a la salida de una importante autopista. Según Miller, ya han demostrado interés algunas empresas de comida, como McDonald’s y Subway, y un par de cadenas de hoteles. Hasta tanto eso dé sus frutos, los locales deberán aspirar a trabajar en las ciudades cercanas –30 minutos de auto–: Sioux Falls y Mitchell.
Dentro de la comunidad sorda, también hay quienes expresan sus dudas y críticas. En el foro al que se accede a través del sitio de Laurent, está por ejemplo David que, si bien considera que “esto es el sueño ideal para cualquier persona sorda que está cansada de luchar en el mundo oyente y saltar de un trabajo a otro o de soportar bajos salarios y ninguna oportunidad de promoción”, cree que hay demasiadas trabas económicas para concretarlo. “Yo soy dueño de un negocio –una pequeña productora de video– y no voy a llevar mi empresa a un lugar donde no hay gente viviendo”, ilustra. Mucho más duro, Daesar ataca el concepto mismo de Laurent. “Cada vez que luchemos por tener iguales derechos en nuestras ciudades habrá alguien que nos diga ‘¿por qué no se mudan a Laurent y viven en su propio mundo?’” Daesar no sólo se negaría a ir, sino que se avergüenza de que otros quieran “retirarse a un mundo de fantasía donde dominaríamos en base a una preferencia de lengua. En lugar de eso, necesitamos expandirnos y vivir donde queremos, forzar al mundo a que coexista y trabaje con nosotros”.
Igual de furiosa, le contesta Shimmerin: “Estoy harta de ir a todos lados llevando papel y lápiz por si necesito comunicar mis necesidades. Me encantaría poder hablar con cualquiera, ir al correo o al almacén sin tener que decir ‘Soy sorda, por favor repita’. A los que nos llaman cobardes o estúpidos: vuelvan a pensarlo”.
Y es apenas el comienzo.

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Miller y su suegra, los responsables del proyecto, en la zona donde se instalará la ciudad.
 
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