SOCIEDAD

Misteriosa muerte de un contador, en su auto,
frente a su casa, en Cariló

Los investigadores descartan el suicidio. La familia sostiene que fue un intento de robo. Pero la víctima tenía su billetera llena. Sólo le faltaba la pistola de igual calibre que la bala asesina.

 Por Horacio Cecchi

Una bala calibre .380, de la que aún no se encontró el gatillo, impactó en la sien izquierda del contador Adolfo Herro en algún momento entre las 8.30 de la noche del domingo y las 2.10 de ayer. El cuerpo del contador fue encontrado por los tripulantes de un patrullero de Cariló, frente a su casa de la calle Naranjos, a pocos metros del Golf de ese centro turístico. Estaba ubicado en el asiento delantero de su Chevrolet Astra gris, con la puerta semiabierta y una pierna fuera del vehículo. A partir de allí se tejieron diversas hipótesis. Se pensó en el suicidio, pero la familia salió a desmentirlo y en cambio afirmó que se trató de un robo. El suicidio quedó descartado por la autopsia. El robo fue discutido porque el contador tenía su billetera forrada en billetes, un reloj muy costoso en su muñeca, y una pistola 7.65. Lo que queda en un cono de sombras es la presunta dueña del gatillo, la Glock .380 que Herro llevaba en la cartuchera en su cintura y que no apareció por ningún lado. El misterio fue alimentado por el fantasma del caso Perel y alguna versión que señala a Herro dedicado a la compra y venta de armas, cosa que la familia niega en forma tajante pero que abrió la hipótesis no del todo alocada de un ajuste de cuentas.
Adolfo José Luis Herro, de 54 años, oriundo de Bahía Blanca, contador público y administrador de empresas, había sido funcionario del Ministerio de Gobierno bonaerense hasta el ’99, vivía en La Plata con su esposa, Lourdes Giménez, quien se desempeña como directora de Contabilidad del Ministerio de Gobierno de Felipe Solá. En Cariló habían comprado en marzo la casa de la calle Naranjos, entre Montero y Palmeras, y estaban por adquirir un lote contiguo para construir una pileta. Precisamente, la pareja había pasado el fin de semana en Cariló. A las dos de la tarde del domingo, Lourdes regresó a La Plata, según lo que ella misma declaró, y a las 20.30 habló con él por teléfono. Las cinco horas y cuarenta minutos que siguen quedaron envueltas por la manta oscura de las suposiciones.
Recién a las 2.10 de la madrugada del lunes, un patrullero de la subcomisaría de Cariló se detuvo a unos metros del Astra gris, detenido junto a la puerta de entrada de la casa de Naranjos. A los uniformados les había llamado la atención que el conductor se encontrara sentado dentro pero con una pierna muy salida. Supusieron que se sentía mal hasta que se acercaron y descubrieron a Herro. Un balazo le había atravesado el cráneo de izquierda a derecha.
Primero se supuso un suicidio. Por la posición, porque el disparo había sido en la sien. Se empezó a descartar cuando los investigadores descubrieron que un arma, una 7.65 propiedad de Herro, se encontraba guardada dentro del maletín, un malabarismo imposible. Tan imposible como el que hubiera tenido que efectuar siendo diestro, tal cual lo aseguró el hermano de Herro, Gustavo. Tampoco cuajó el suicidio luego de que los investigadores descubrieron que el contador llevaba en su cintura una cartuchera, vacía cuando hallaron su cuerpo. En ella, aparentemente, llevaba una pistola Glock .380, cuyos papeles y algunos cargadores aparecieron en el maletín. El golpe de gracia a la idea del suicidio la dio el informe previo de la autopsia, que indicó que el arma fue disparada a una distancia de entre 5 y 15 centímetros, de arriba hacia abajo, en un ángulo incompatible con el suicidio.
La hipótesis del robo “quedó muy relegada”, reveló un investigador a Página/12 y expresó el motivo: “Tenía 1095 pesos, 300 dólares y 300 euros en la billetera, y un reloj costoso en la muñeca”. Un argumento es que podría haber intentado resistir y lo balearon para después huir sin llevarse ningún botín. Pero, en esa escena no le encuentran explicación a la desaparición de la Glock, que coincide con el calibre homicida.
Ayer, por la tarde, el cuadro avanzaba a pasos agigantados hacia la hipótesis del ajuste de cuentas, aún con base endeble: una versión firme aseguraba que la última actividad del contador era la compra y venta de armas, versión que los familiares rechazaron: “Ahora empiezan a investigara la víctima –dijo su hermano–. Se rompió el lomo para estudiar y recibirse de sus tres títulos relacionados con la economía. Nunca tuvo cargos políticos sino técnicos”.

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El Chevrolet Astra del contador Herro, con la puerta abierta, estacionado frente a su casa.
 
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