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Un ojo artificial que reproduce el sistema de visión de una mosca

Investigadores de la Universidad de California diseñaron un ojo como el de los insectos, que son facetados, para permitir una visión de gran angular. Los expertos en nanotecnología prevén su uso en la industria, la seguridad e intervenciones quirúrgicas.

“No hay otros ojos como los tuyos”, le dijo una mosca enamorada a otra, pero se equivocaba: la ciencia ha logrado diseñar ojos como los de los insectos, es decir, facetados, compuestos por miles de pequeñas lentes que permiten una visión de gran angular, que supera cualquier sistema óptico previamente diseñado por el hombre. A diferencia de lo que imaginó David Cronenberg en su película La mosca, no está previsto que estos dispositivos se instalen en las caras de personas con problemas de visión; en cambio, según sus creadores, propiciarán un salto tecnológico en toda una rama del instrumental médico: las microcámaras que se utilizan en endoscopias y operaciones mediante laparoscopia; también –menos misericordiosamente– podrían ser empleados para perfeccionar dispositivos de vigilancia. Los nuevos aparatos permitirían una visión mucho más amplia y en tres dimensiones. El ojo de mosca –o de abeja, como más delicadamente lo llaman sus inventores– fue desarrollado en la Universidad de California y se inscribe en el área de la nanotecnología, que trabaja con lo más pequeño de lo pequeño. Una investigadora argentina observó que el nuevo desarrollo implica una tecnología “de costos elevadísimos, inaccesible para la Argentina”, pero señaló que, en otras ramas de la misma disciplina, “ya podemos fabricar ‘nanovehículos’ que permiten hacer llegar medicamentos al interior mismo de células enfermas”.

El desarrollo fue efectuado por un equipo del Centro de Nanotecnología Biomolecular de la Universidad de California, dirigido por Luke P. Lee, y se publica hoy en la revista Science. Los autores empiezan por señalar que “los ojos compuestos, en la naturaleza, presentan cuestiones de gran interés en el área de la óptica fisiológica, a causa de su esquema verdaderamente único para producir las imágenes”.

“Por ejemplo –continúa el artículo– el ojo de una abeja tiene miles de unidades ópticas integradas, llamadas ‘omatidias’, que se disponen esféricamente, a lo largo de una superficie curva, de modo que cada una apunta en diferente dirección. La disposición omnidireccional de estas pequeñas lentes, cada una de las cuales recibe luz en un ángulo estrecho e independiente de las demás, permite obtener un amplísimo campo visual”, como lo ha constatado cualquier papamosca inexperto, es decir, el que haya pretendido capturar a una mosca aproximándosele desde atrás.

Por eso, “el desarrollo artificial de ojos compuestos, como los de los insectos, viene suscitando un gran interés para los investigadores, ya que el amplio campo visual que permiten ofrece un gran potencial para aplicaciones médicas, industriales y militares. Hasta ahora, imágenes con un campo superior a los 90 grados sólo se obtuvieron mediante lentes ‘ojo de pescado’, lo cual requiere aparatos ópticos voluminosos y de costo elevado”, señalan los científicos californianos. El camino que ellos tomaron consistió en “el uso de componentes ópticos miniaturizados que imiten la función de cada componente del ojo de los insectos y copien también su ordenamiento de conjunto”.

Para obtener cada una de las pequeñas lentes, de tamaño inferior a dos décimas de milímetro, utilizaron el procedimiento de la “nanolitografía”, es decir, una especie de copia litográfica en el orden de lo infinitamente pequeño: mediante un haz de luz especial, moldearon pequeñas cadenas de materia orgánica en forma de imitar las estructuras naturales de los insectos. El resultado fue una especie de cúpula de resina cuyo tamaño total no supera el de una cabeza de alfiler, en cuya superficie se distribuyen las ínfimas lentes.

Luke Lee afirmó que su invento podría aplicarse “en procedimientos médicos, como endoscopias u operaciones quirúrgicas, en dispositivos de vigilancia y detección de movimiento a alta velocidad”.

La investigadora argentina Eder Romero –quien utiliza la nanotecnología en su laboratorio de estrategias de targeting de drogas en la Universidad de Quilmes– advirtió que “el anuncio del equipo de California se inscriben en una rama de la nanotecnología cuyos costos son elevadísimos y requiere una tecnología que por el momento es impensable para la Argentina”. Sin embargo, señaló, “sí estamos ya en condiciones de fabricar ‘nanovehículos’, de entre 5 y 80 millonésimas de milímetro, que, inyectados en una vena del organismo, permiten hacer llegar medicamentos al interior mismo de células tumorales o infectadas con enfermedades como el Chagas, la leichmaniasis o el VIH”.

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El ojo de una mosca está compuesto por miles de pequeñas lentes que le dan una visión de gran angular.
 
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