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“Con los microbicidas, las mujeres tendrán el control”

Peter Piot, titular de Onusida, destaca que en diez años logró instalar el tema en la agenda de los políticos. Cree que los geles vaginales, que estarán disponibles en cinco años, serán revolucionarios.

Por Emilio de Benito *
Desde Madrid


Lleva 10 años al frente de la lucha contra el sida. Nombrado en enero de 1996 director de la Agencia de Naciones Unidas para el Sida (Onusida), Peter Piot, un médico de Lovaina (Bélgica) que ahora tiene 57 años, vivió en primera fila la revolución de los cocteles de medicamentos, anunciada ese mismo año. Esta combinación, que ataca el virus en distintas fases de su ciclo, ha permitido reducir la mortalidad en los países ricos. Fue la mejor noticia en la historia de la enfermedad, admite en una conversación telefónica mantenida antes de que el próximo 5 de junio se cumplan 25 años de epidemia.

–¿Cuál será la siguiente revolución?

–Aquel anuncio cambió completamente cómo veíamos la epidemia. Empezó a haber esperanza. La siguiente revolución será el acceso. Me preocupa mucho que la gente que vive en países pobres no se esté beneficiando. Pero yo diría que en 2001 hubo otro hito. Fue durante la Asamblea de la ONU sobre sida. Yo pensaba: “¡Dios mío, otra reunión más!” Pero fue mucho más que eso. Por primera vez, vimos que el acceso a los medicamentos estaba en la agenda de los políticos. Hubo un gran incremento en la financiación, se creó el Fondo Mundial y Bush anunció su programa de ayuda. Desde entonces, hay un continuo aumento de recursos.

–Ese aumento no ha conseguido cumplir el objetivo de dar tratamiento a tres millones de personas en 2005. ¿Por qué?

–No se ha conseguido, pero se ha avanzado mucho. En 2001 sólo 240.000 personas en los países en desarrollo tenían acceso al tratamiento, y la mayoría vivían en Brasil. Ahora estamos tratando a 1,3 millón.

–¿Se conseguirá el pleno acceso?

–En 2010, una gran mayoría de personas que lo necesite tendrá tratamiento. Hablar de que los medicamentos lleguen a absolutamente todos es muy difícil. Siempre habrá países en conflicto, como Nepal ahora, donde se ha interrumpido el flujo de la medicación.

–¿Han desaparecido los prejuicios que decían que los países pobres no estaban preparados para dar la medicación?

–En Africa o en Latinoamérica la situación ha cambiado mucho. Ahora hay líderes comprometidos. Antes no era así, y esa falta de decisión ha costado millones de vidas. Pero acaba de haber una reunión en Abuja (Nigeria) y el propio presidente, Olesegun Obasanjo, ha asumido el liderazgo. Ya no se trata sólo de los ministros de Sanidad. El problema es que esta actitud tiene que durar muchas décadas. No basta con que el compromiso llegue hasta las próximas elecciones.

–¿Hay alguna región que esté flaqueando?

–He dicho que uno de nuestros logros había sido poner el sida en la agenda de los políticos. Pero hay una región donde no se ha conseguido, que es la Unión Europea. Ahí no se percibe el sida como un riesgo. Hay una falsa sensación de que está bajo control, cuando nosotros vemos que las infecciones aumentan.

–¿En España también?

–España ha hecho un gran trabajo entre los usuarios de drogas inyectadas, pero la situación de complacencia se da en todo el mundo occidental: en España, en Canadá, en Australia.

–¿En qué nota esa actitud?

–En que el sida rebrota en poblaciones donde se creía controlado, como los homosexuales. Y también en los jóvenes y en los inmigrantes.

–¿Cómo se puede frenar?

–Tenemos que empezar a poner un nuevo énfasis en la educación. Son los jóvenes los que están en mayor peligro.

–En muchos países eso choca con la Iglesia Católica, que se niega a aconsejar el uso del preservativo.

–El tema de los condones y la Iglesia Católica es un problema. Pero ha habido una clara evolución. Hay una apertura mucho mayor. Ahí está el cardenal Lozano Barragán, diciendo que está estudiando el uso del condón para impedir que se infecte la pareja de un enfermo. Se están dando cuenta de que si definen el acto sexual como un acto abierto a la vida, no puede convertirse en un transmisor de la muerte. Se ha introducido la idea de la autodefensa, que es muy interesante. Claro que yo tampoco sé personalmente lo que piensa el Papa.

–¿Y cómo se llevan con las comunidades de base, que tanta fuerza tienen en América latina?

–Efectivamente, hay grupos que tienen un discurso mucho más abierto. Hay que tener en cuenta que la Iglesia hace mucho trabajo social. En Latinoamérica nosotros trabajamos mucho con Cáritas. Su papel es muy importante también en Filipinas, en Polonia. Hace 10 años, hubiera dicho que la Iglesia era un obstáculo. Ahora la veo como un aliado.

–¿Qué más tiene que cambiar?

–Necesitamos más acceso a los tratamientos de segunda y de tercera línea, que son los que se usan cuando los primeros han fracasado. Ahora tenemos con los laboratorios el mismo problema que teníamos con los primeros fármacos, pero agravado porque cada vez necesitamos más y son más caros. Y los tenemos que conseguir sin que los laboratorios pierdan competitividad. Necesitamos que la industria farmacéutica encuentre estímulos para innovar, porque siempre harán falta nuevos medicamentos.

–¿Se hallará una cura?

–Una cura sería algo maravilloso pero, sinceramente, tengo que decir que no sé si será posible. En el estado actual, no creo.

–¿Y otros remedios, como los microbicidas (geles vaginales que impiden que pase el virus)?

–Hay muchos ensayos clínicos. Son nuestra mejor oportunidad. Yo diría que en cinco años los tendremos disponibles. Y serán una revolución, similar a la que fue la píldora anticonceptiva. Por primera vez las mujeres tendrán el control.

–¿Y las vacunas?

–En este momento, son algo impredecible. Para conseguirlas necesitamos trabajo duro, coordinación, y mucha suerte.


* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Peter Piot hace un balance a 25 años del comienzo de la epidemia.
Imagen: AFP
 
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