SOCIEDAD › SIN EFECTIVO, LOS ADOLESCENTES VERANEAN CON LOS PADRES

Rebusques de una temporada sin cash

Los empresarios de la costa desesperan ante la ausencia de los más jóvenes en los boliches. Es que esta temporada, corralito de por medio, los padres entregan muy poco dinero. O nada: por eso muchos adolescentes tuvieron que volver a las vacaciones familiares. Los que consiguieron unos pocos pesos, o patacones, los estiran en unas vacaciones gasoleras a más no poder.

 Por Alejandra Dandan

“Los chicos se la pasan de bares y después no vienen a bailar.” La queja es de Mike Cameroni, uno de los hombres más experimentados en las producciones de la noche, en las disco y en los gustos de los adolescentes. Pero ahora los chicos pasan de largo y no sólo faltan en la disco Ku sino en todos lados. El retrato más claro de esa ausencia aparece a la noche, en los boliches semidesiertos, pero se va explicando en las playas donde las barritas llegan con algunos ausentes y las familias avanzan a lo Campanelli con los más chicos, los del medio y esta vez también con los que pasaron la edad de la escuela, pero ahora no pueden despegar de la tarjeta de papá.
Cameroni no tuvo demasiadas alternativas. Hace unos días salió a la ciudad como un cruzado: envió a su tropa de tarjeteros con las mejores artillerías. La munición funcionó: eran unos cuantos cientos de free, esos pases libres tan dulces en épocas de crisis como los mejores caramelos. Los tarjeteros avanzaron por el centro de la ciudad mientras él esperaba los resultados con el paso agitado de la city. La promo fue su último recurso y un buen anzuelo. Desde que empezó enero, esos adolescentes que solían poblar sus pistas están casi desaparecidos.
–Mirá si vas a pagar siete mangos por un trago –plantea Geraldine Oniszczuca, vocera oficial de un grupo de amigas de Belgrano–. Vas, tomás cerveza por ahí, o un vino y ya entrás medio borracho.
Esos son algunos de los recursos que tiene a mano la franja de consumidores del dancing y de los tragos que con unos días en la costa ya ha construido su propia artillería de recursos para estirar los pocos pesos (patacones, lecop y/o toda moneda posible) que sus padres les han dispensado antes de la llegada. “Tenés que llegar al centro tipo una para conseguir los pases de Ku, los otros son para más chicos.” El dato lo cuenta Eleonora, una chica de Rosario que después de recoger ese pase como sortija, da vueltas por ahí durante un rato: “Es que no te conviene llegar temprano, no hay nadie”.
Los que no están ahí, o no han llegado aún o están comiendo helados como Josefina Cordeiro y las cuatro cordobesas aspirantes a título universitario en unos pocos años. Las cinco amigas que están rodeando a la futura arquitecta son de las que han llegado con bajas en la lista: dos chicas menos, menos plata y menos días que reemplazan un viaje programado a Chile. De hecho estarían ahí ahora mismo, si parte de la historia del país hubiese sido distinta. Pero ni Josefina ni Magdalena Mera, esa cordobesa de 20 que habla ahora, consiguieron dólares ni sacar plata cuando pensaron en el programa de verano.
Las chicas pasean a varios metros de Barbados, el balneario que tiene preocupadísima a una de sus antiguas visitantes: “Estuve sacando cuentas y en este patio no tenés más de 20 por ciento de carpas ocupadas”, dice Susana de Kenny hablando de la “imprevisibilidad de este bendito país” que ahora mismo la obliga a convertirse en abogada, mamá y experta en entretenimientos para hijos adolescentes con poca plata. Los entretenimientos a veces son hasta graciosos. Susana está prendida de lo más entusiasmada en un partido de tejo, de esos que hasta ahora sólo convencían a los abuelos. Alrededor está su hijo de 16 con dos amigos tan largos tan largos que podrían pasar por pretendientes, aunque ahora son sólo dos buenos amigos de su hijo. Entre el público de la platea está Lorelei, su pequeña de 19 años que este año hace de hija de tiempo completo, especialmente cuando se le ocurre algo como esa bikini que estos días encontró en uno de los locales del centro:
–Me llamás –le pidió Susana– cuando la elijas que yo voy y pago con la tarjeta.
Tal vez ésa sea alguna de las razones por las que tantas mujeres corren a lo largo del día por las calles del centro: “Si se lo tengo dicho –dice ahora la mamá de Silvina–. No pagués con dinero en efectivo, me llamás a mí que voy y pago”.
El consejo de mamá fue tan claro que Silvina apenas vio la pollera que quería, la separó y corrió hasta el locutorio. Y aunque todo esto tiene un lado divertido, dicen los padres, esta vuelta al hogar de los adolescentes sería más graciosa si no fuera resultado de esa crisis que esta vez también se metió con las vacaciones de Silvina.
Ella ahora está echada panza abajo en la zona del Dorado, una de esas playas del centro, pensando en todas esas amigas que se iban a juntar en Gesell para las vacaciones. Ella se ha quedado esperando tomarse, aunque sea, una semana con las que al final puedan llegar.
–¿Cómo estirarlas? Qué vas a hacer: nada de comida... tipo choclos no, jugos no. Vinimos a ver el mar, tipo, y listo.
Entre las Oniszczuca de Belgrano están Geraldine y Cynthia, su hermana, con más problemas de efectivo este año que los que tiene su papá que ha quedado en Buenos Aires. Geraldine llegó con 180: “Todo patacones, menos 40 que me los dio en pesos”. “Papá nos largó la plata y si nos quedamos sin nada, ¿tipo qué vas a hacer? Te volvés a Baires.”

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Susana este año veranea
con sus hijos, que hasta se prenden en un partido de tejo.
 
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