SOCIEDAD › UN PROYECTO PROPONE DESACTIVAR LOS LOCALES DE LA CALLE ALEM

Quieren mudar la noche marplatense

El barrio de Playa Grande ya es un clásico punto de encuentro para los jóvenes, desde los “chicos bien” hasta los bien gasoleros. Pero a los vecinos de esa zona residencial les molestan los boliches.

 Por Carlos Rodríguez
Desde Mar del Plata

Por Matheu, unas diez cuadras antes de llegar al cruce de Leandro N. Alem, en el corazón del barrio de Playa Grande, las mansiones remiten a una concepción urbana típicamente residencial. Desde hace unos años, por obra y gracia de los jóvenes, en su mayoría foráneos que llegan a veranear a esta ciudad, la calle Alem y ahora también su paralela, Bernardo de Irigoyen, se han convertido en un dolor de cabeza para los tradicionales habitantes de la zona. La noche de Mar del Plata, para los mayores de 18 años, comienza en Alem –a pura cerveza y levante en la calle o en el pub de moda– como paso previo al baile que se viene después, en los boliches de la avenida Constitución. “Son viejos vinagres que ni siquiera viven acá. La mayoría tiene caseros durante todo el invierno y se vienen para acá en octubre o en noviembre y se quedan todo el verano. No hay desmanes, no pasa nada. Hay joda, algún borracho, pero nada más. A las cuatro de la mañana se van todos a dormir o a seguir la joda en Constitución.” El dueño de uno de los pubs más viejos de la calle Alem, que no aporta el nombre “para que no haya bardo”, anticipa que “no va a tener éxito” una iniciativa del Concejo Deliberante local (ver aparte) que promueve una calle Alem como la recuerdan los abuelos.

Hasta las ocho o nueve de la noche, Alem es una calle cualquiera. Ni siquiera se destaca por el estilo o la pomposidad de sus “despachos de bebidas”, ahora denominados restó-bar o pubs, pero concebidos sólo como lugares de canilla abierta y alguna comida rápida para acompañar. Mónica y Laureano se conocieron este año en Mar del Plata. “Yo soy de Córdoba capital”, aclara Laureano como si hiciera falta. “Con ella nos conocimos en Abracadabra, la noche de la elección del mejor culo de la costa (se refiere al tradicional Bikini Open), pero a ella la elegí por la carita que tiene.” Mónica, que es de Lomas de Zamora, hace un gesto de incredulidad extrema. Con sólo verla, se sabe que ella es mucho más que una cara bonita. Y eso que no hubo tiempo para indagar en lo profundo de su alma. Los novios recientes están apurando la “cuarta cerveza” con amigos y afirman que les queda resto. Se ve que los besos y abrazos los ayudan a mantenerse en pie, por ahora.

Los brindis comienzan en los boliches más concurridos, como Wranger’s, Calvino, Nix, Kevingston, Barnon, Kenny, Via Appia o La Máscara, pero después siguen en las calles o en algunas casas vecinas. “Nosotros somos de Mar del Plata, del barrio Los Troncos y otros de La Perla. Algunos estudiamos en La Plata o en Buenos Aires, pero en verano nos venimos para acá. Alem es un quilombo, hay gritos, a veces alguna pelea, pero a los vecinos no les tiene que calentar porque a ellos ni los roza.”

Maximiliano Santiago, 23 años, marplatense, es vocero de su grupo, integrado por Analía (19), Soraya (21), Mariano (20), José María (22) y María Pía (21). “Mar del Plata es un lugar de diversión y en esta zona mandamos nosotros. ¿Cuál es la historia? Este año nos están controlando todo el tiempo. La policía, los que hacen los controles de alcoholemia para los que tienen auto o motos. Me parece que están muy loquitos ellos, muy subidos de tono.” Mariano ratifica lo dicho por su amigo y todos gritan al unísono: “¡Guarden la chapa!”, en alusión a una “sociedad vigilante” que los acosa.

Roberto (58) es taxista y todas las noches se afinca en Alem y General Roca para hacerse la noche. “Esto es un quilombo de pibes. Se emborrachan, algunos mean en las paredes, cantan, gritan, putean. Este es un barrio de gente grande, algunas familias con muchos años en Mar del Plata. No les gusta nada, por eso siempre le están rompiendo las guindas al intendente, para que esto vuelva a ser un barrio residencial. A nosotros nos partirían por el eje”, dice Roberto, pensando en el bolsillo.

En Alem hay de todo. Desde los “chicos bien” que llegan desde la zona norte de la provincia de Buenos Aires, Mendoza o Tucumán, hasta los gasoleros –sin gasoil– que viven en barrios donde las calles Alem no existen. “Nosotros dormimos en la rambla, bajo las arcadas del Casino. De acá nos vamos a Chocolate (en la avenida Constitución) porque pasan cumbia y es barato si tenés alguna tarjeta con descuento.” José Luis se puso la mejor ropa para que nadie le gire el rostro. “Somos una banda. Algunos, menos ratas que nosotros, les dijeron a los viejos que están en hoteles dos estrellas. Lo que nos sobra a nosotros son estrellas.” Por las noches, algunos sectores de la Bristol son hoteles al aire libre. “Si yo tuviera la casa que tienen esos viejos, de qué me voy a quejar”. Antonio, hermano de José Luis, se encoge de hombros y sigue buscando al generoso que afloje una birra.

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“Mar del Plata es un lugar de diversión”, dicen los chicos.
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