SOCIEDAD › RELANZAN UN TRADICIONAL JUEGO DE BLOQUES DE ENCASTRE

Invertir en otros ladrillos

Una empresa nacional rescató las matrices del juego, olvidadas en una fábrica de Brasil, y lanzó al mercado un juego que no se fabricaba aquí desde 1975. Apuesta a la nostalgia, con innovaciones.

 Por Eduardo Videla

¿Puede tener éxito el relanzamiento de un juguete que no se fabrica en el país desde hace 32 años? Habrá que esperar, pero lo que sí se sabe es que la salida a la venta de un célebre juego de bloques plásticos de encastre va a entusiasmar más a padres y madres –una generación que ronda los 40 años– que a los chicos. Lo hizo una firma argentina de la industria del juguete, en una apuesta que le demandó, además de una inversión de 2,6 millones de pesos, un “operativo rescate” de la matriz de las piezas, conservada en una fábrica de instrumentos musicales en Brasil, y un exhaustivo estudio de mercado, con reuniones en los que algunos nostálgicos se emocionaron hasta las lágrimas.

En esos estudios previos pesó el furor que aún hoy el juego despierta en quienes han sido sus seguidores y se empeñan en seguir vinculados a la marca, ya sea como coleccionistas o aficionados a la construcción, como el Rasticlub Argentino, fundado en 2001, centro de reunión de unos ochenta adictos a los bloquecitos, o República Rasti, una escisión del primero.

El Rasti –la marca que ahora vuelve al mercado– comenzó a fabricarse en la Argentina en 1960. Lo empezó a producir la firma Knittax, fabricante de máquinas de tejer, que adquirió la licencia alemana y patentó aquí el producto. Los bloques se dejaron de fabricar en 1975, pero la caja con “rastis” siguieron en el mercado durante años. En los ’80 se fabricó en Brasil, pero esos bloques nunca tuvieron la calidad de los hechos aquí. La Knittax, propiedad de la familia Müller, quebró a fines de los ’80, consecuencia de las políticas de desindustrialización de la dictadura.

Antonio Dimare, presidente de Dimare SA, se empecinó con la idea de recuperar la marca y el producto. Y tuvo la colaboración de sus cinco hijos. Con presencia en el mercado local de juguetes didácticos desde hace 30 años, ya había lanzado en 2002 una línea propia de juegos de bloques, pero eso no fue suficiente: ese mismo año, el representante de la empresa en Brasil se enteró de que allí estaban las matrices de los rastis, que no se conseguían en Buenos Aires, para fabricar las partes del juego ya desaparecido. La búsqueda duró dos años: en 2004 las compraron a la fábrica de instrumentos musicales Hering, en Blumenau.

Ese mismo año, la empresa se hizo de la propiedad de la marca, “que había quedado vacante”, según explicó Daniel Dimare, uno de los hijos, gerente de Marketing.

¿Qué diferencia este juego de los otros sistemas de bloques para construir que se vendieron en Argentina? “A diferencia de Mis Ladrillos, que era de goma o de plástico duro, tenía los encastres rectos, y se desarmaba con el tiempo, el Rasti está hecho de plástico semirrígido y tiene un pequeño anillo en cada uno de los círculos que encastran, los que al acoplarse hacen el clásico click”, explica a este diario Carlos Miró, de profesión publicista y fundador del Rasticlub.

En la competencia con la marca Lego, el Rasti también tuvo ventajas: el precio era inferior a los bloques provenientes de Dinamarca. “Además, el Lego tenía una 1400 piezas distintas. El Rasti tiene alrededor de 100 y con esas hay que ingeniárselas para hacer todo lo que uno quiera hacer. Por eso tiene una mística especial”, agrega Miró, que guarda miles de ladrillos para armar con sus hijos, de 6 y 12 años, pero también cajas enteras cerradas con celofán, que nunca abrió ni abrirá.

Los nuevos modelos respetan la matriz original, aunque hay algunas diferencias en los colores de las piezas (aparecen el verde y el naranja, que no estaban, y próximamente el transparente) y también en el logotipo. Los juegos tienen dos líneas temáticas: la construcción y los medios de transporte. Entre los primeros, se pueden edificar desde casitas y torres hasta puentes y castillos; en el segundo rubro, desde un simple rodado hasta el avión Pucará, una cosechadora o el rompehielos “Irízar”, que intentan darle al juego una identificación con “lo nacional”, según explicó el propio Daniel Demare.

El Rasti fue siempre un juego para la clase media y su nueva versión también se ubica en esa franja adquisitiva, aunque no puede decirse que sea un juguete económico. La caja más chica, con 175 piezas, cuesta en las jugueterías alrededor de 65 pesos, mientras que la más completa, con 1350 piezas, trepa a los 240 pesos, según precisaron los fabricantes.

La propuesta de impulsar un juego didáctico, “para que jueguen padres (y madres) e hijos” –según imaginan sus promotores– es todo un desafío en tiempos de juegos individualistas y poco sociables, como los de la PC o la play station, y con familias con poco tiempo libre. “Pero esa idea fue muy bien recibida en los grupos de estudios de mercado, donde muchos padres se entusiasmaron con el relanzamiento y a algunos hasta se les llenaron los ojos de lágrimas”, dijo el consultor Osvaldo Gagliardo, responsable de esos estudios.

La idea de los Dimare tiene algo de mística, de rescate de los buenos tiempos de la industria nacional, pero en lo fundamental pretende ser un buen negocio: piensan fabricar este año 69 millones de ladrillitos y recuperar la inversión realizada en tres años, atacando a partir del año próximo el mercado externo.

“Estos emprendimientos son posibles gracias a la política clara de defender la industria nacional”, destacó el presidente de la Cámara Argentina del Juguete, Norberto García, durante la presentación del producto, que se hizo ayer en la sede de esa entidad empresaria.

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La propuesta consiste en impulsar un juego didáctico, “para que jueguen padres e hijos”.
 
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