SOCIEDAD › LOS DETALLES DE LA CONDENA POR ENCUBRIMIENTO

“Fue una puesta en escena”

 Por Horacio Cecchi

Las pruebas que tomó en cuenta el voto por mayoría para determinar que Carrascosa es culpable de encubrimiento agravado forman parte de un amplio abanico que inicia con la llegada de la masajista Michelini y avanza sobre la participación del resto de los imputados en la otra causa, entre los que Bártoli se destaca en la mención de los jueces. Los términos con que se refieren a Carrascosa son duros, y por momentos lo consideran lisa y llanamente “mentiroso”, léxico que en la jerga jurídica, caracterizada por lo formal y diplomático, tiende a ser de una dureza inusual.

El voto por mayoría inicia desmenuzando los horarios de la llegada de Beatriz Michelini. En ese punto, adhiere a la postura del fiscal cuando dice que “resultaría prácticamente imposible que Michelini haya estado al momento del primer llamado a OSDE”. Se refiere a la llamada de las 19.07.58, en la que un registro de audio determinó la presencia de Bártoli. Si se probó que Michelini partió desde la guardia hacia la casa a las 18.59.23 y el trayecto demora mínimo 5 minutos, no hubo tiempo para que hiciera todo lo que se supone que hizo, antes de la llegada de Bártoli. Además, “si Irene llegó treinta segundos después de Bártoli, o mientras Carrascosa llamaba a OSDE ¿cómo puede ser que Michelini ni siquiera se refiera a su presencia?”, se pregunta la jueza.

Para Etcheverry, Michelini llegó después de esa llamada clave, y “pareciera que se le hizo una puesta en escena para que pensara que Carrascosa recién había descubierto a su esposa, supuestamente accidentada”. La masajista niega que la perra Paca se hubiera soltado y estuviera junto al cuerpo de María Marta, como sí lo dijo Carrascosa. Tampoco coinciden con el momento de la llegada de Bártoli.

Dieron por ciertos los testimonios de la concesionaria del Club House, Alba Benítez, el mozo Gerardo Oberndorfer, y el ayudante de cocina Javier Castro, quienes sostuvieron la presencia de Carrascosa en el House. En base al testimonio de Catalina Vargas, la ex empleada de los Bártoli, sostuvieron que “(...) resulta imposible creer la versión de Carrascosa, de que se retiró de la casa (de Bártoli) diez minutos después del primer gol de Independiente –esto es, como se viera, casi a las 19–, permaneciendo con Bártoli en el mismo living que Vargas viera vacío”.

La jueza concluye en que Carrascosa “recurrió a una mentira compartida con el coimputado”, refiriéndose a Bártoli y “se pusieron de acuerdo en ubicarse juntos en un lugar, mientras María Marta era asesinada”.

Respecto a Pachelo, que el voto por mayoría se encargó de subrayar como una “curiosa coincidencia de acusación entre defensa y querella”, sostuvieron que “no resulta novedoso ni llamativo” como estrategia defensista acusar a un tercero para quitarse responsabilidad. Sin embargo, los jueces sostuvieron que no se aportaron pruebas de esas acusacione. Agregaron que los antecedentes de Pachelo lo transformaban en el “sospechoso perfecto”, pero que Pachelo fue investigado por Molina Pico, incluso agregándolo a las pericias de ADN igual que a los guardias, sin que arrojara resultado positivo. Tampoco se pudo demostrar el robo, e incluyeron declaraciones de Irene y Bártoli en el sentido de que no faltaba nada y no se registraba violencia a simple vista.

Pero más contundente resulta que el juez Rizzi, que votó en disidencia por la absolución, consideró que “pudo haber sido este joven y problemático vecino (Pachelo), que entraba a las propiedades a robar y que tuvo problemas con María Marta por un perro y motivos para odiarla; pero resulta extraño que si lo hizo, se detenga a sumergirla en la bañera o a limpiar el lugar”.

Respecto de la apreciación del fiscal sobre la organización de roles a partir de la desgrabación de la llamada clave, los jueces la consideraron “sumamente apresurada, arbitraria y hasta cercana al absurdo, hay que decir que, jurídicamente, no alcanzan para sostener la acusación”. Sí en cambio, dieron por cierto lo que el propio perito de la defensa, Osvaldo Raffo, admitió: que después de seis disparos debía quedar olor a pólvora; también, que se utilizaron gran cantidad de toallas y toallones, tal como aseveraron las empleadas que los lavaron, para detener la profusa hemorragia; que si había manchas de sangre detrás de un cuadro, esto implica que o bien el cuadro se había caído o luego fue colgado para disimular. En ese momento, la jueza sostiene que “alguien podría pensar que fue una puesta en escena del asesino” para dar una idea de un accidente doméstico, con el que supuestamente se encontró Carrascosa. Pero consideró que no resultaba razonable la versión del viudo “ya que aun bajo las circunstancias en las cuales el acusado dijo haber hallado el cuerpo, la escena no era propia de un accidente hogareño”.

La jueza sostiene que Carrascosa se aferró a la idea del accidente y así se la comunicó a los demás. Incluso hace mención de cómo Carrascosa dio personalmente la versión con pormenores a la comisión policial que concurrió a hacer el relevamiento. Y lo que llamó la atención a los uniformados fue que los detalles no coincidían con el supuesto estado de shock.

Ya se informó ayer sobre la reunión del pituto, el control que Carrascosa tenía sobre la situación y su autoridad para determinar que nadie pasara a ver el cadáver para dar tiempo a acondicionarlo. Y sobre el careo entre Pichi Taylor e Inés Ongay y las serias dudas que mostraron los jueces sobre la primera.

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En primer plano, Irene Hurtig, en el juicio y en la mira.
Imagen: Bernardino Avila
 
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