SOCIEDAD › FUE MASIVA LA ADHESION AL ACTO EN CONTRA DE LA VIOLENCIA

El día en que el país entero aplaudió

El ruido copó las calles de Buenos Aires y de gran parte del país: bocinazos, aplausos, cacerolas, campanas, timbres y sirenas sonaron juntos para decir no a la violencia, en la manifestación convocada por comunidades educativas y religiosas. Hubo actos en las escuelas y en el comedor Los Piletones.

 Por Mariana Carbajal

No se esperó la hora señalada. Minutos antes de las 14 el ruido fue ganando las calles de la ciudad de Buenos Aires y gran parte del país y se extendió más allá de los tres minutos acordados. La convocatoria lanzada por la Red Solidaria y comunidades educativas y religiosas fue multitudinaria. Bocinazos de autos y trenes, aplausos, llaveros contra postes de luz, cacerolazos, gritos de “Justicia”, campanazos y hasta la sirena de los Bomberos y la Prefectura, todo sonó al mismo tiempo con un mismo fin: decirle “Basta a la violencia”. Las manifestaciones fueron diversas. Desde los edificios públicos los empleados lanzaron una lluvia de papelitos; en las escuelas se cantó el Himno Nacional, igual que en todos los aeropuertos del país. Hasta se pararon las operaciones en la Bolsa y los agentes golpearon sus escritorios. El acto central –simbólico y muy emotivo– fue en el comedor comunitario de Margarita Barrientos, en el barrio Los Piletones, del Bajo Flores, donde vibraron las palmas durante tres minutos y familiares de víctimas de la violencia pronunciaron un mensaje “por la paz” y reclamaron seguridad a las autoridades gubernamentales. “Hoy el bien ganó por goleada”, evaluó Juan Carr al cierre de la jornada.
“De esto depende que sigamos vivos todos. Es un momento clave para la Argentina”, advirtió Carr desde el escenario montado en la puerta del comedor comunitario, lejos de lugares tradicionales de convocatorias populares como la Plaza de Mayo y el Congreso. Faltaban apenas 20 segundos para las 14. La callecita estrecha, sin vereda, con sus casas precarias de techo de chapa y paredes sin revocar, estaba adornada con guirnaldas de globos blancos y celestes con la leyenda “Por una Argentina en Paz”. Había alumnos de escuelas de Villa Lugano y chicos de colegios de Palermo y del Coro Kennedy, preocupados por los secuestros. Unos y otros llevaban carteles con consignas como “No a la violencia”, “Por un mundo de pie y en paz” y “Queremos la paz”. Sobre el escenario, desde la pared del comedor, colgaba una bandera de River y otra de Boca como otro símbolo de la unidad. “Con garra y pasión argentina. Piensen que estamos aplaudiendo para todo el país”, alentó Carr a las 14 y las palmas empezaron a sonar. El aplauso se escuchó constante y parejo durante tres minutos, junto con la sirena de una autobomba del Destacamento de Bomberos de la Vuelta de Rocha, de La Boca, que se acercó para sumarse a la convocatoria. Algunos lagrimearon por la emoción. Entre los presentes, estaban dos madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.
“Nuestro homenaje profundo y central es para ellos que sufrieron la violencia y estamos acá para que no haya más familias que sufran violencia”, había aclarado Carr antes del aplauso. Junto a él, en el escenario estaban Graciela Brandáriz, cuyo esposo fue asesinado hace tres meses durante un asalto en Avellaneda; Marta Canillas, madre de Juan Manuel, el joven de 22 años asesinado tras su secuestro y después de que su familia pagara el rescate; Eva Aguirre, madre de un chico desaparecido hace dos años y Jorge Alfaro, director del colegio Don Bosco, de Ramos Mejía, donde estudia Juan Pablo Anceschi, de 17, secuestrado diez días atrás. Cada uno de ellos pronunció un breve mensaje. “Le pido a las autoridades que hagan algo. Quiero salir a la calle y sentirme segura”, proclamó Aguirre. “Exigimos seguridad para todas las familias”, expresó Canillas. “Que no nos secuestren la libertad”, pidió Alfaro. Después subió al escenario Margarita Barrientos y con lágrimas en los ojos afirmó: “La Paz la vamos a tener asegurada cuando no tengamos que rezar para que los chicos vuelvan a casa”.
A continuación, de a uno por vez elevaron una plegaria el rabino Daniel Goldman, el pastor anglicano Carlos Halperin, el sacerdote católico Aníbal Filippini de la parroquia de La Cava, y el director del Centro Islámico Argentino, Emir Jarnub. Después, habló el director del Colegio Marín, Gustavo Mangisch, otro de los organizadores de la jornada. Mangischextendió el concepto de violencia más allá de los robos y secuestros y recordó que hoy 7 de cada 10 niños del país son pobres. “La niñez y la infancia están secuestradas por la violencia, la falta de futuro y la indiferencia de los dirigentes. ¿Quién va a pagar el rescate de estos secuestros?”, se preguntó el directivo. Para cerrar el acto se cantó el Himno Nacional.
La canción patria también se entonó en todas las escuelas porteñas y de la provincia de Buenos Aires y en todos los aeropuertos del país. Mientras sonaban las palmas en el barrio Los Piletones del Bajo Flores, en la city porteña, a partir de las 14 los operadores de la Bolsa detuvieron sus actividades y golpearon los escritorios por tres minutos para adherir a la convocatoria de la Red Solidaria y las comunidades educativas y religiosas. Desde los edificios públicos, los empleados arrojaron una lluvia de papeles, y por las calles de la ciudad automovilistas, taxistas, colectiveros, bomberos, policías y agentes de Prefectura hicieron resonar su bocina. También los trenes. En los barrios, los transeúntes aplaudieron o golpearon llaves contra postes de luz. En los balcones, vibraron cacerolas. Las parroquias sacudieron sus campanas igual que la Legislatura porteña. En el subte, los televisores ubicados en los andenes mostraron la leyenda “No a la violencia”. A la convocatoria adhirieron cámaras de distintos sectores como la Federación Agraria Argentina, Confederaciones Rurales Argentinas, Cámara Inmobiliaria Argentina y Asociación de Radio Taxis; también sindicatos como UTE y Ctera.
Las expresiones de apoyo se extendieron por el interior del país. Simultáneamente, hubo actos en diversas ciudades como Córdoba y Mendoza. “Si esto sirvió para salvar una sola muerte más inútil, tuvo sentido. Todos sabemos que la paz se construye con educación y trabajo digno. Pero con este baño de sangre no se puede ni vivir ni pensar en la educación ni en trabajo digno”, resumió Juan Carr.

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En el comedor Los Piletones tuvo lugar el acto central, donde estuvieron los organizadores.
“Que no nos secuestren la libertad”, pidió el director del colegio al que va un chico secuestrado.
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