SOCIEDAD › OPINION

Oh, my God!!!

Por Eduardo Aliverti

Hace falta ser un sociólogo para darse cuenta de que la respuesta social mayoritaria, abroquelada en defensa del cura Grassi, demuestra el grado de conservadurismo reaccionario que aún anida en esta sociedad y, por tanto, su grado de enfermedad?
Sólo un grueso social degeneradamente enfermo se anima a anteponer la obra filantrópica de Grassi a la probabilidad de que sea un pederasta. Un colega dijo, con toda la razón del mundo, que estamos ante una variable repugnante, insoportable, del “roban pero hacen”. Que vendría a ser algo así como “se transa a los pendejos pero les da de comer a 6500 por día”. Lo segundo es cierto y lo primero está por demostrarse, pero aun cuando no se pudiera comprobar no varía en absoluto el razonamiento repelente que, a estar por la inmensa mayoría de los llamados a los medios, así como por la térmica callejera, ha ganado a la llamada gente común.
Uno supone que la superstición religiosa juega muy fuerte. Debe ser intragable, para los creyentes, asimilar que un ministro de Dios, para peor con cara de tipo bondadoso, carismático, pueda ser capaz de una de las perversiones más horrorosas. Tan intragable como para negar la realidad ya sea en estadío de probabilidad, como ahora, cuanto en el de certeza, quizá mañana. Tal vez no sea tampoco una actitud exclusiva de los creyentes. Es posible que muchos que no lo son se sientan sencillamente estafados por haber sencillamente creído en la bonhomía de una persona, no importa qué sacerdote. Y como sentirse estafado tampoco es gratis, también se prefiere negar o dudar por la negativa.
Todos los tantos quedan mezclados y eso habla muy mal de la capacidad de raciocinio popular. Se habla por ejemplo de una presunta “cama” destinada a extorsionar a Grassi. Es de un patetismo asqueroso: supone que importa mucho más un presunto motivo que una presunta violación de menores.
La necesidad de ocultar(se) la muy probable realidad ha llevado a que se escuche, en numerosos mensajes a los medios, que esta vez no hubo cámara oculta. Fantástico: ¿Qué necesitan, tanto que se quejan de la televisión basura? ¿Ver cómo chupaba el padre? Suena espantoso y bizarro, soez, pero no más que lo despertado por aquellos que ante los relatos de los torturados en los chupaderos de la dictadura se preguntaban si acaso podía ser cierto. Un animador televisivo sostuvo, por caso, que respiró aliviado cuando vio que no había imágenes. ¡Respiró aliviado!: lo único que interesa no es que pueda ser cierto, sino que no se vea.
¿Tienen la conciencia tranquila quienes anteponen su urgida presunción sobre el cura a lo que dicen algunos de sus felices niños?

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