SOCIEDAD › LA CORTA HISTORIA DE LA REPROGRAMACION GENETICA

Caminos hacia el ser humano

La presentación acaparó la atención mundial y reactivó un debate ético-científico que aún no tenía nombre propio. Pero el 23 de febrero de 1997, hace casi seis años, las especulaciones tomaron forma y se vieron repentinamente confirmadas en la oveja Dolly, el primer animal clonado de una célula de adulto. La polémica se extendió tan rápido como la foto de la nueva estrella. También en tiempo record desbordó el ámbito científico: según cada caso, asombró, preocupó, indignó y dio esperanzas.
Dolly había nacido ocho meses antes, el 5 de julio de 1996, en el Instituto Roslin de Edimburgo, pero su existencia había sido mantenida en secreto hasta que su creador, el escocés Ian Wilmut, consiguió la patente de la técnica utilizada. Por primera vez y tras 277 intentos fallidos, los científicos consiguieron el nacimiento de un animal a partir de una célula tomada de la glándula mamaria de la madre, que luego unieron a un óvulo vacío de otro animal sin necesidad de que éste fuera fecundado por un espermatozoide. Eso convirtió a Dolly en estrella. Hasta entonces se habían clonado ranas, vacas y ovejas pero siempre a partir de células embrionarias.
Entonces, la versión vacuna de Dolly no se hizo esperar: meses más tarde nació en París la primera vaca clonada con esta técnica y al año siguiente otro grupo de científicos de Nueva Zelanda logró reproducir el método de Wilmut y creó a Elsie, un ejemplar de la última vaca de una raza que se alimentaba de algas y vivía en una isla bajo temperaturas extremas.
Pasaron dos años, otros dos terneros nacieron en Japón y pronto se supo que también había ranas, ratones, gatos e incluso monos, estos últimos obtenidos con células no de adultos sino de embriones tempranos. El último gran avance llegó en enero de 2002, cuando se anunció que en Virgina, Estados Unidos, se habían clonado cinco cerdos cuyos órganos podían ser usados en trasplantes humanos.
Cada nuevo clon demostró no sólo el perfeccionamiento de la técnica sino que además reveló que, en diferentes puntos del planeta, grupos de científicos experimentaban de manera constante y que estos ensayos recién eran conocidos cuando se podía mostrar el resultado.
Así fue como un día se supo que en Hawaii se habían obtenido ratones verde flúo. Sin embargo, aunque ciertos experimentos puedan desatar debates, el eje central de la polémica está desde el principio en la posibilidad de la clonación humana. Ahí es donde se cruzan concepciones éticas y científicas. Más allá de las concepciones en danza, la clave está dada por las intenciones con las que se utilice la técnica. En ese punto cobra protagonismo la llamada “clonación terapéutica”, a través de embriones para fines de investigación médica destinados a la cura de enfermedades.
Como si al debate le faltaran incentivos, el padre de la criatura reconoció el año pasado que por cada animal clonado, cerca de 200 sufren malformaciones o directamente fracasan. La cifra fue conocida poco después de que Dolly cumpliera cinco años, cuando el Instituto Roslin anunció que la oveja estrella tenía artritis prematura y varios expertos reconocieron que el mapa genético del original puede ser borroso en el duplicado.

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