SOCIEDAD › EL TECHO DE CRISTAL VIVE

Muchas en la base

 Por Mariana Carbajal

La alta proporción de astrónomas en comparación con otros países está enmarcada en una tendencia: Argentina es uno de los países con mayor porcentaje de mujeres trabajando activamente en ciencia, con un 52 por ciento, frente al 30 por ciento de promedio mundial, según el Instituto de estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) sobre las 108 naciones con las que trabaja. De todas formas, todavía persiste el llamado “techo de cristal”, por el cual pocas acceden a los lugares más altos de la pirámide jerárquica de la carrera de investigador y menos aún a los puestos de decisión, un escenario que se repite en la mayoría de los ámbitos laborales, sindicales y políticos. “Se puede afirmar que el Conicet es una institución dirigida por hombres”, subrayó la socióloga Mirta Palomino, investigadora de la temática.

De acuerdo con la información de 2014 del Conicet, las becarias totalizaban 5715, contra 3792 hombres, lo que da una relación de poco más del 60 por ciento de participación femenina. En cuanto a becas posdoctorales, en 2014 unas 1242 mujeres fueron financiadas por el organismo, que también financió a 801 hombres. En la región se destacan Brasil, donde son mujeres el 48 por ciento de quienes trabajan en ciencia, México con el 31,6 por ciento y Chile con el 27,5 por ciento.

“El Conicet muestra un proceso persistente de crecimiento del número de investigadores, acompañado de un sistemático incremento de la feminización: de los 8508 investigadores que lo integraban en 2014, el 52 por ciento son mujeres. En 2007 el número de investigadores era de 5047, de los cuales el 47 por ciento eran mujeres; y en 2003 del total de 3687 investigadores el 44 por ciento eran mujeres. El desequilibrio de género fue revirtiéndose. La comparación entre 2014 con 2003 indica que el incremento del número total de investigadores fue de 130 por ciento y el de las mujeres de 171 por ciento”, reveló a Página/12 la socióloga Palomino.

Hasta hace pocos años, las reglamentaciones del Conicet no contemplaban el impacto que podía tener en la vida de una investigadora eventos vitales como la maternidad: muchas debían optar entre tener hijos o seguir su carrera. Pero hubo una serie de reformas. Por ejemplo, se dispuso prorrogar en un año los informes obligatorios cuando se hubiera dado a luz. Esos informes se hacen cada dos años para dar cuenta de lo publicado. La otra medida que se tomó fue establecer la excepcionalidad automática de edad según el número de hijos tanto para becas como para ingresos. “La maternidad debe tenerse en cuenta el proceso de evaluación cuando se trata de promociones”, explicó la historiadora feminista Dora Barrancos, investigadora principal del Conicet y miembro de su directorio en representación de las Ciencias Sociales y Humanas. Barrancos fue una de las promotoras de estos cambios. Otra de las modificaciones fue extender las edades de las becas: “Antes la Doctoral se aplicaba hasta los 30 años. Ahora es 32 a lo que hay que agregar la excepcionalidad de un año más según número de hijos”, agregó Barrancos.

El proceso de feminización muestra importantes diferencias según las categorías de la Carrera de Investigador Científico (CIC): “Mientras que las mujeres constituyen una clara mayoría en las etapas iniciales de Asistentes y Adjuntos, su presencia disminuye sistemáticamente en la medida que se progresa en la carrera, hasta el punto que constituyen apenas la cuarta parte de los Superiores”, precisó Palomino. El perfil de los Investigadores Superiores muestra las diferencias según género, tanto en las referidas a la cantidad de investigadores que conforman la categoría como en las disciplinas en las que se inscriben. “Estas diferencias oponen disciplinas fuertemente feminizadas como Ciencias Médicas e Ingeniería de Procesos, con otras fuertemente masculinizadas como Física e Ingeniería Civil. Respecto de las diferencias según categoría de los investigadores, el interrogante es si se trata de un proceso acumulativo, ya que en el pasado el organismo mostraba un sesgo hacia disciplinas más masculinizadas”, apuntó Palomino.

Las diferencias de composición por género de las disciplinas son semejantes a las que se registran entre los egresados universitarios. “Esto plantea el interrogante acerca de si es el organismo el que las produce o si reproduce las estructuras y los cambios que se verifican en la sociedad. La respuesta parece ser esta última, en la medida en que el Conicet no tuvo como objetivo explícito la equidad de género. Tanto la feminización como las diferencias según disciplina parecen reproducir tendencias de la sociedad, en la medida en que las vocaciones se definan antes del ingreso a la universidad, o del sistema educativo superior en la medida que son previas al egreso”, evaluó Palomino. En los órganos directivos la participación de las mujeres es muy baja. “Se puede afirmar que el Conciet es una institución dirigida por hombres”, subrayó la socióloga.

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