SOCIEDAD › TESTIMONIOS

Unos que sí, otros que no

 Por Paula Carri

“Si los adultos apagamos el celular en el cine o en una conferencia, ¿por qué no vamos a pedirles a los chicos que lo apaguen en clase?”, reflexiona Fernando Onetto, titular del Programa Nacional de Convivencia Escolar, del Ministerio de Educación. Cuando hace unos meses el ministerio cordobés reguló el uso de teléfonos celulares en los colegios de la provincia parecía que la medida no tardaría en extenderse al resto del país. Pero no fue así. Aunque hay 18 millones de celulares en Argentina y la edad en que se tiene el primer celular suele ser hoy de entre 12 y 13 años –en los primeros años de telefonía móvil en el país era de 20–, el uso en los colegios no está reglamentado. La resolución cordobesa prohíbe el uso de celulares en clase, tanto por parte de alumnos como docentes.
En sus fundamentos considera que el uso “interfiere en la relación entre ambos y dispersa el sentido de la actividad en el aula”. La medida especifica que alumnos y docentes pueden permanecer en clase con el celular apagado y que las autoridades de cada centro educativo acordarán el uso en los recreos, horas libres, momentos de ingreso o egreso y “en aquellos tiempos y espacios en que la naturaleza de la actividad lo permita”. Onetto, de todos modos, opina que es aconsejable que una resolución de este tipo se construya “desde abajo” y que sea cada colegio quien lo regule.
Entre los chicos, las opiniones también están divididas. Mariana, estudiante de cuarto año, afirma que “el celular me desconcentra, pero más que nada porque después de que llaman a alguno le preguntamos: ¿quién era? Entonces la chica que recibió el llamado dice: ‘¿sabés quién me llamó?’ Y la verdad es que no paramos de hablar. La profesora se enoja porque charlamos primero por teléfono y luego entre nosotros. Pero bueno”.
Juan Pablo está en quinto y hace tres que los padres le compraron su celular. “El que contesta llamados en clase ya no estaba prestando atención desde antes. No les importa aprender.” Cuenta también que “el año pasado nosotros tuvimos una prueba sorpresa por culpa de un chico que atendió el celular y no cortaba”.
La falta de uniformidad al tratar el tema y sus sanciones lleva a Marta, docente de historia, a opinar que “tendría que haber una política unificada. Porque si no hay una atomización educativa muy grande. Lo menos que habría que hacer es poner carteles en todos los colegios con la leyenda: apague el celular al entrar a clase”. Onetto justifica la decisión oficial de no legislar sobre el tema con el argumento de que “a veces cuando algo se prescribe mucho, las normas pueden quedar desfasadas. Por ejemplo, si se prohibiera el uso de celulares y una escuela no tiene teléfono fijo, sería un problema en caso de emergencia”.
Alejandra tiene una hija de 15 años con celular desde hace dos y un varón de 9 que lo tiene desde marzo pasado, cuando empezó a transitar solo las siete cuadras que separan el colegio de su casa. “Me siento mucho más tranquila desde que sé que los puedo llamar y saber que están bien. En el caso de Juan, le pido que llegue al colegio y me llame antes de entrar al aula. Si alguna vez se olvida, lo llamo yo. No le digo que lo apague en clase.” Silvina, la hija de Alejandra, cuenta que en su aula “suenan, y con ringtones. Ninguno se escucha como el de casa, con timbre. Todos son con musiquita. Los de los profesores no. Ellos lo llevan colgado y en modo vibrador. Entonces cuando los laman dicen: ‘disculpen’, salen del salón y atienden.”

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