SOCIEDAD › A DIEZ AÑOS DE LA MASACRE DE PARA

Orden de fusilar

 Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

El coronel Mario Colares Pantoja recordará hoy en libertad el décimo aniversario de la matanza de 19 integrantes del Movimiento de trabajadores rurales Sin Tierra (MST) ocurrida en Eldorado dos Carajás, estado de Pará, en el norte brasileño. Fue el episodio más sangriento del que se tenga memoria en medio siglo de represiones estatales y paramilitares contra activistas defensores de la reforma agraria. Aunque está condenado a 228 años por haber ordenado disolver a balazos las dos barricadas con que unos 1200 labriegos munidos de garrotes, hoces y algunas armas cortas, habían cortado la carretera PA-150, a 850 km de la capital paraense, Belem, el coronel Pantoja permanece libre.

De acuerdo con los diversos relatos oídos durante el accidentado proceso judicial, el primer choque ocurrió cuando la policía cargó contra los manifestantes que la recibieron a piedrazos y disparos. Más tarde y con un contingente reforzado, los uniformados volvieron a atacar, pero esta vez con armas largas, lo que obligó al repliegue de los manifestantes. Aun así la ofensiva policial no se detuvo y se internó en la mata donde habían buscado refugio los Sin Tierra. La persecución se prolongó durante horas dejando un saldo de 19 campesinos muertos y otros 69 heridos. Ningún policía perdió la vida y una veintena sufrió heridas de diversa gravedad.

El otro condenado por los hechos es el mayor José María de Oliveira, contra quien se decidió una pena de 158 años. El coronel Pantoja y el mayor Oliveira continúan libres, mientras aguardan un fallo definitivo del Supremo Tribunal Federal. Los 155 policías que integraron la tropa de choque fueron absueltos.

“Todo el montaje del proceso de Eldorado y las idas y venidas en los tribunales demuestran cómo el Poder Judicial y el Estado están influenciados por el poder del latifundio que usa a la policía como mera defensora de sus intereses económicos”, declaró Joao Pedro Stédile, líder nacional del MST.

Hoy, exactamente a las 17 30, instante en que comenzó la represión, un grupo de militantes del MST interrumpirá el paso en la misma curva de la carretera PA-150 donde sus compañeros habían levantado las barricadas el 17 de abril de 1996. En las afueras del Congreso Nacional, en Brasilia, serán plantados 19 árboles en homenaje a las víctimas.

En paralelo a las ceremonias, el MST anunció que en memoria a los caídos durante el mes de abril se intensificará la ola ocupaciones de latifundios y laboratorios con simientes transgénicas.

La mayoría de los sobrevivientes vive actualmente en el asentamiento “17 de abril”, erigido en lo que fuera la estancia Macaxeira, expropiada por el Estado después de la masacre.

Charles Trocate, miembro de la dirección nacional del MST cuenta que para muchos de sus camaradas las secuelas de 1996 se prolongaron por años: tres de los heridos en Eldorado murieron tiempo más tarde y otros 20 reciben pensiones por invalidez.

Es el caso de José Carlos dos Santos que llevará de por vida una bala alojada en la cabeza, lo que además de fuertes jaquecas le impide trabajar la tierra. A los 26 años Dos Santos, que también perdió el ojo derecho, relató al diario Folha de San Pablo que “no hay como sacar la bala (de la cabeza), el médico dijo que hacer el intento puede matarme o dejarme loco”.

Entre 1985 y 2004 la guerra en el campo en todo Brasil se cobró 1399 víctimas. Pero las peores estadísticas se registran en Pará, ubicado en el extremo oriental de la Amazonia.Trocate cuenta que la repulsa nacional e internacional sucitada por los hechos de 1996 fue importante para denunciar lo que ocurre en la guerra que se libra cotidianamente en el campo. “En los últimos 33 días en Pará fueron asesinados 772 trabajadores y sólo 11 de esos casos fueron investigados de principio a fin por la policía; el resto quedó en el olvido.” La impunidad de los matadores de Eldorado dos Carajás, puntualiza Trocate, seguramente envalentonó a los mandantes de otros crímenes como el Dorothy Stang, la monja norteamericana asesinada a quemarropa en el municipio de Anapu, Pará, el 12 de febrero de 2005.

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