Domingo, 9 de julio de 2006 | Hoy
LA SOJA, EL TRIGO Y LA CARNE
La propuesta es calcular las retenciones en forma diferenciada teniendo en cuenta la rentabilidad relativa de cada producto. Así no habría necesidad de medidas conflictivas, como la prohibición de exportar.
Por Guillermo Flichman *
El sector agropecuario argentino ha jugado históricamente y sigue jugando ahora un rol muy particular en la economía. A saber:
Un elemento decisivo –constante desde fines del siglo XIX– es poder producir bienes agropecuarios en condiciones excepcionalmente favorables en términos internacionales. La Argentina no sólo tiene ventajas comparativas: disfruta de ventajas absolutas considerables en lo que hace a la producción de carnes, cereales y oleaginosos. En la medida en que el progreso tecnológico ha sido importante y las formas de organización de la producción se han adaptado a las nuevas situaciones, estas ventajas se han conservado e incluso aumentado.
En algunos momentos esos roles diferentes entran en conflicto: si las exportaciones de “bienes salario” aumentan “demasiado” respecto de la producción, se gana en divisas y en recaudación, pero se crean presiones inflacionarias cuando la exportación provoca escasez de bienes en el mercado interno. Sin embargo, este conflicto podría evitarse, o al menos atenuarse considerablemente.
En primer lugar, no todos los productos de exportación son bienes salario y no todos disfrutan de un mismo nivel de ventajas absolutas. En otras palabras, el nivel de rentabilidad en la situación actual concreta de precios internacionales, tasa de cambio y nivel de retenciones varía según los productos. Las oleaginosas, en particular la soja, tienen una rentabilidad muy superior a los cereales, en particular al trigo. Este hecho ha provocado un aumento absoluto y relativo de las superficies ocupadas por la soja en detrimento de otros cultivos. Los efectos son buenos en lo que hace al aumento de las exportaciones, y malos en cuanto crean indirectamente escasez de trigo en el mercado interno, produciendo presiones y conflictos. Por otro lado, observando el largo plazo, es altamente probable que el monocultivo de soja que se desarrolla en algunas zonas pueda tener consecuencias desfavorables en el futuro. Este es un tema que debería estudiarse en detalle y con una perspectiva multidisciplinaria, pero la potencialidad del riesgo en términos de deterioro de recursos naturales existe. Todo indica que sería útil encontrar una manera de promover la diversificación de cultivos, disminuyendo relativamente el peso de la soja.
La situación podría mejorar si las retenciones se aplicaran observando cuidadosamente el diferencial de rentabilidad de los productos: el trigo debería tener menores retenciones que la soja. Una medida de este tipo promovería un aumento relativo de las superficies en trigo en detrimento de la soja. Para que los precios internos no aumenten, son las retenciones sobre soja que deberían aumentar (si las de trigo bajan, los precios internos suben). Por supuesto que esto generaría conflicto con el sector de producción de oleaginosas. De todos modos, las oleaginosas se expandieron en un período en el que el tipo de cambio era equivalente a lo que ahora serían retenciones de entre 35 y 40 por ciento al tipo de cambio actual. Debe ser más fácil afrontar ese conflicto que el generado por la prohibición de exportaciones, que además de los problemas internos tienen efectos negativos en los mercados internacionales.
En resumen, es posible y deseable afinar las políticas actuales:
El tema de la carne vacuna es más complejo, sobre todo porque no existe una relación directa de competencia con la soja en el uso del suelo. Globalmente, las mejores tierras pampeanas, que en el pasado eran agrícolo-ganaderas son ahora esencialmente agrícolas (no sólo sojeras). No se trata de volver a rotaciones extensivas dominantes como en el pasado, sino de fomentar el desarrollo de una mayor producción de carnes para evitar los problemas de desabastecimiento. Es más complicado, porque implica la realización de inversiones de más largo plazo y probablemente requiere una política específica, como aparece en estos momentos en diferentes declaraciones públicas.
* Profesor asociado, Institut Agronomique Méditerranéen de Montpellier, docente en la Escuela para Graduados Alberto Soriano, Facultad de Agronomía, UBA.
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