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Domingo, 16 de agosto de 2009

ENFOQUE

Las retenciones y su segmentación

 Por Juan Carlos Pavoni*

Una enorme sinrazón ha instalado una equivalente confusión en torno de las retenciones y su segmentación. En realidad, la cuestión trascendió a los medios cuando la Resolución 125 pasó a la consideración legislativa. Por entonces, la Federación Agraria apareció como el sostenedor de una segmentación de la aplicación de las retenciones, que nunca tuvo un soporte técnico racional que la hiciera visualizarse como útil para la solución definitiva del conflicto. La FAA nunca creyó seriamente en tal alternativa; sólo la utilizó como herramienta de negociación y, cuando vio la posibilidad de ir por todo en la votación del Senado, trabajó contra su misma propuesta y festejó con champagne en Palermo. No era más que el discurso políticamente correcto para enmascarar el incorrecto, autoritario y prepotente que en los piquetes ruteros enunciaban con la simple consigna “No a las retenciones”.

Desde mucho antes de que la FAA hablara de ese tema, pregonamos en el desierto por un cambio en la implementación de las retenciones. Lo hicimos reiteradamente desde el 5 de enero de 2004. En cada una de esas ocasiones brindamos argumentación técnica y política para sustentar el sistema propuesto, basado en un consistente modelo matemático y no en apreciaciones subjetivas. Quizás la oportunidad en que fuimos más explícitos correspondió a un momento ideal para que se adoptara un genuino sistema de segmentación de las retenciones. Fue el 8 de mayo de 2008 cuando dijimos: “... un sistema diferenciado y progresivo de aplicación de las retenciones al agro produce una redistribución hacia adentro del sector, de una parte de la renta extraordinaria aportada por aquellos sectores concentrados de la producción que se benefician por sus mayores escalas de uso de la tierra. El Estado resigna sólo una parte de los ingresos por las retenciones y la otra parte la aportan los grandes terratenientes y ‘terrausuarios’”. Al ser pagado por los exportadores, estos derechos se suman a otros descuentos al precio FOB (precio internacional), para conformar finalmente un precio interno, a través del cual afectan en forma igualitaria a todo el universo de productores. Dicho universo contiene desde el punto de vista económico una variedad de escalas y eficiencias productivas, además de importantes diferencias zonales que inciden en la capacidad de generación de la renta. Por esta razón, para corregir la inequidad que la modalidad de captación de la renta genera, es imprescindible implementar un sistema que redistribuya hacia adentro del propio sistema productivo agropecuario, gravando en forma diferencial con mayor carga a las mayores escalas de comercialización y con esos excedentes financiar los reintegros para los sectores intermedios y con subsidios a los sectores más vulnerables. Como efectos adicionales deseables, se rescata que la carga de las retenciones, en particular para el caso de la soja, limitará enormemente la posibilidad de que los grandes sembradores de soja puedan continuar expandiendo su cultivo y deberían volcarse a cultivos sustitutos como el maíz y el girasol.

Hemos perdido cinco años confrontando y discutiendo estérilmente, en lugar de buscar una genuina solución técnica y política del conflicto. Hoy las retenciones son una herramienta que ni siquiera los sectores más retrógrados “del campo” pueden descalificar sin caer en el ridículo. Entonces no es descabellado pensar un consenso en torno de retenciones sí, pero con un criterio de racionalidad que las haga sustentables, tanto para las necesidades del Estado como para las de los productores. Ese criterio no puede ser otro que uno que reconozca una renta razonable de la tierra, una tasa de interés razonable al capital invertido para operar la producción y una tasa de ganancia razonable para que el negocio sea sustentable para todos y no sólo para las mayores escalas. Con los datos de los márgenes brutos de cada cultivo, estimados por fuentes oficiales y privadas, es posible establecer puntos de corte en los precios FOB Puertos Argentinos, y las alícuotas de retenciones que deberían actuar para cada producto y, a partir de ese nivel, aplicar un razonable criterio de movilidad para que, cuando suben las cotizaciones de los productos, aumente la presión sobre la renta extraordinaria que ello genera y a la inversa cuando dichas cotizaciones bajan. Es imprescindible reparar en el uso reiterado del término “razonable”. Sin racionalidad en el análisis y sin razonabilidad en las decisiones emergentes no hay posibilidad más que de “diálogo” ficcional, y las posibilidades de consenso resultan nulas.

Desde esta visión estamos sosteniendo la necesidad del Sistema Segmentado de Retenciones, pero no el que conduzca a una nueva frustración. Ciertas propuestas circulantes, tanto “impulsadas” desde la Mesa de Enlace como desde la ingenuidad de ciertos sectores políticos, son efectivamente “puro cuento”, con lo cual hacemos una coincidencia con lo enunciado hace unos días por Alfredo Zaiat (Página/12, edición del 2 de agosto). Pero nosotros pretendemos transmitir e instalar la idea de que hay otra segmentación posible, la que sostenemos a puro pensamiento estratégico desde Alteragro, y de la cual también obtendrían beneficios los mayoritarios y trascendentes sectores productivos de la agricultura familiar.

A la hora de imaginar los procedimientos para implementar un sistema de segmentación, es imprescindible ejercitar una visión desde lo agronómico integrado a lo económico. Es necesario conocer en profundidad el circuito de producción/comercialización de granos, para imaginar correctamente el control de su operatoria. En ningún caso debería ser el exportador el encargado de administrar la alícuota que le corresponde a cada vendedor del producto. En realidad, los exportadores deberían liquidar a todos con la alícuota de máximo descuento, pagando el precio que se derive de esa carga del Derecho de Exportación. Será luego el organismo de aplicación que fije el Estado el encargado de efectuar los reintegros que lleven a la retención efectiva, a la alícuota establecida para su segmento.

La documentación probatoria para la percepción de los reintegros no puede ser otra que la Carta de Porte que acompaña la entrega de la mercadería y, “cruzadas” con ellas, las liquidaciones de pago efectuadas por el intermediario interviniente, ambos documentos emitidos y fiscalizados por mecanismos de gran validez articulados desde el Estado.

Un ejemplo con la soja. Supongamos tres niveles de retenciones (grandes productores/comercializadores, alícuota 45 por ciento; medianos, alícuota 35 por ciento; y pequeños, alícuota 0 por ciento). Reintegros contra presentación de copias de las Cartas de Porte y las liquidaciones de ventas; efectivizados por cuenta bancaria vía CBU, dentro de los 30 días, de la presentación por declaración jurada del vendedor, en el sentido de que no dispone de más mercadería para la venta.

No visualizamos otro camino para poner freno a la sojización e incentivar una vuelta a la diversidad productiva agrícola-ganadera, a la vez que encarrilar una solución políticamente correcta del largo, penoso y dañino conflicto. Esta visión alternativa es para todo el arco político, anhelando se active una compuerta que controle el enorme flujo de agresividad e irresponsabilidad política generado por el complejo Mesa de Enlace/oposición política.

Finalmente, apelamos a la lectura de quien fuera el maestro de varias generaciones de profesionales agropecuarios, el recientemente fallecido ingeniero Horacio Giberti que, pocos días antes de morir, con su lucidez intacta y despojado de cualquier oportunismo respondió así a la siguiente pregunta: aplicar retenciones mayores a la soja que a otros cultivos de granos ¿fomentaría la diversificación de estos cultivos? y ¿podría romper el monocultivo sin perjudicar al pequeño y mediano productor?

“Sí, en realidad actualmente la soja, con la relación de precios que tiene, va a seguir desplazando a todos los demás cultivos y a otras actividades, en perjuicio de la conservación del suelo en varias zonas del país. Va rumbo a hacernos caer en un monocultivo, hecho que económicamente para el país es muy peligroso. El precio internacional de la soja, que representa el grueso de los ingresos de exportación de la Argentina, es un problema muy serio. Ahí pueden cumplir un papel muy importante las retenciones diferenciales, no sólo por grano sino también por volumen de producción.”

* Ing. Agr. presidente de Alteragro, Asoc. Civil, www.alteragro.org.ar

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