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Domingo, 27 de marzo de 2011

“VOLVAMOS A SER EL PAíS DEL CENTENARIO”

Un país próspero, pero para unos pocos

 Por Ruben Telechea

Esta es una zoncera que se reavivó en 2010, ya que la conmemoración del Bicentenario sirvió para que algunos nostálgicos hicieran la comparación del país actual con el de aquella época. En realidad, al mencionar el Centenario no se está hablando específicamente de 1910, sino que se trata de algo bastante más amplio en el tiempo y que se podría definir como el modelo económico, político y social de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Un país netamente agroexportador de productos primarios, que se introdujo en la división internacional del trabajo según los lineamientos que pretendía Inglaterra como proveedor de materias primas, esencialmente alimentos.

Ese modelo supuestamente exitoso, que nos llevó (al decir de sus defensores) a ser considerados “el granero del mundo”, significó que Argentina creciera durante medio siglo a tasas promedio del 5 por ciento anual, que el ingreso per cápita fuera uno de los mayores del mundo, ser la séptima economía del mundo y exportar por un equivalente al 8 por ciento del comercio mundial.

Pero esas mismas voces no dicen que esa bonanza era sólo para unos pocos. Vale recordar que el ingreso per cápita se determina por la simple división del ingreso total de un país sobre la cantidad de habitantes, pero luego a lo que hay que prestar atención es a su distribución, y aquí está el centro de la cuestión: pocos, muy pocos que ganaban muchísimo y enormes sectores de la población que apenas sobrevivían. La popular expresión “tirar manteca al techo en París” es literal: los millonarios de aquella época volvían de juerga al hotel donde se alojaban en París y se divertían arrojando manteca con un cuchillo, tratando de pegarles a las lámparas del techo. Después deberían pagar los arreglos, pero ¿qué problema había si lo que les sobraba era dinero? Lo de llevar las vacas en el barco o cerrar los salones de los cabaret más refinados para fiestas propias también es historia conocida.

Pero al mismo tiempo, los inmigrantes no tenían ningún tipo de derechos (si participaban en protestas obreras, se les aplicaba la Ley de Residencia y eran expulsados), existía un Estado elitista y un sistema de fraude electoral. Incluso la recientemente creada Unión Cívica Radical se abstenía de participar en elecciones por no existir sufragio secreto y obligatorio. El analfabetismo era cercano al 50 por ciento (actualmente ronda el 2,5), la tasa de mortalidad infantil rozaba los 150 niños por cada mil nacidos (ahora 10). Cuando se refiere a las cifras de la actualidad se hace en un sentido amplio. Significa que no es específicamente de este momento ya que estas cifras, con los vaivenes propios de cada época, son estables desde hace unos 30 años. ¿Se comprende entonces dónde radica la zoncera que nos quieren instalar? Un país próspero, pero sólo para unos pocos. La tarea actual es impedir que esas minorías quieran volver a imponer modelos que se han demostrado altamente inequitativos en términos del conjunto de la sociedad

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