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Domingo, 30 de marzo de 2003

BUENA MONEDA

Otras bombas

 Por Alfredo Zaiat

Se acuerdan de la foto de la chiquita tucumana, puro huesos y piel, que movilizó conciencias y muchos descubrieron que en la Argentina hay pobres, desnutridos y que se mueren de hambre. Esa instantánea en las portadas de los diarios fue un shock. Ahora, la sensibilidad de los bien pensados fue sacudida con la foto de una niña iraquí cuyos tobillos, en vez de prolongarse en un par de pies, se agotaban en piel y músculos destruidos cubiertos de sangre. Sin vida y sin nombre, y también sin pies, era cargada en los brazos de su padre que desconsolado parecía que no sabía qué hacer con el cadáver. Una y otra foto muestran el rostro más cruel de una guerra. La chiquita iraquí víctima de bombas, de las que explotan y provocan el morbo de aquellos que hipnotizados miran la pantalla de televisión para ver la espectacularidad de edificios convertidos en bolas de fuego. La pequeña tucumana también víctima de otras bombas, detonaciones que no hacen ruido ni destruyen construcciones, pero que son tan demoledoras como aquellas que llueven sobre Bagdad. No son las que los analistas de guerra denominan “racimo” o “microondas”. Las bombas que caen a diario en la Argentina pueden llamarse “ausencia del Estado”, “concentración de la riqueza” o, simplemente, “económicas”.
No es cuestión de ignorar el drama y la barbarie de la guerra imperial, pero tampoco caer en la hipocresía de lamentarse por muertes lejanas y desconocer las cercanas. No se trata de elaborar una escala de muertes más o menos importantes, tarea que con entusiasmo asumirían aquellos que especulan con los réditos económicos que podría tener la Argentina si apoyara la guerra. Se trata, en definitiva, de no perder perspectivas de los efectos devastadores de la guerra silenciosa que se cobra diariamente la vida de decenas de niños en el país. Importan las muertes que se ven, retratadas y difundidas por el mundo, pero también las que están ocultas.
Las recientes cifras de mortalidad infantil en la Argentina fueron elaboradas por la Dirección de Estadísticas e Información del Ministerio de Salud. En ese informe se revela que alrededor de la mitad de las muertes de bebés antes de 1 mes de vida son evitables, mientras que en el caso de los bebés de 1 mes a un año, más de la mitad son reducibles o evitables. Eso significa que en la Argentina, de los 11.100 fallecimientos de menos de un año denunciados en 2001, más de 6000 eran evitables. Una causa del aumento de la mortalidad se debe a que las madres llegan al parto con un déficit nutricional importante. Durante el embarazo no comen lo suficiente, entonces se incrementa la proporción de chicos con bajo peso al nacer.
En Formosa, por ejemplo, cada 1000 nacidos vivos, mueren 29, uno de los peores registros del país. Con la desnutrición, Tucumán es una de las provincias con resultados más críticos. La Dirección de Medicina Social del Sistema Provincial de Salud elaboró un censo de desnutrición con un saldo desolador: en el Jardín de la República existen 20.537 casos de desnutrición, entre ellos 1209 embarazadas. En La Matanza, por su parte, el 26,6 por ciento de los recién nacidos en los hospitales públicos de ese distrito está desnutrido.
Tantos números transforman en fría una situación dramática. Esas cifras son producto de la peor distribución del ingreso en la historia. Acumulación de riquezas en pocas manos y extensión de miseria en mayorías, con un Estado que sigue beneficiando a los mismos de siempre, como pueden dar crédito los bancos que recibirán millonarias compensaciones por los engendros financieros alumbrados con el corralito.
Ante un panorama tan crítico como el que se vive en la Argentina, el Estado debería reaccionar concentrando el esfuerzo en el gasto social. Sin embargo, en el Presupuesto de este año, ese rubro en términos reales será un 37 por ciento más bajo que el de 2001. También la sociedad debería reaccionar sin esperar la publicación de alguna otra foto de un niño desnutrido. El colapso social en la Argentina, país lleno de pobres y con hambre, se asemeja a una situación de desastre natural. O también a una de guerra.

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