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Domingo, 25 de mayo de 2003

BUENA MONEDA

Taller mecánico

 Por Alfredo Zaiat

El microclima triunfalista no se había instalado en exclusividad en la carpa menemista. En los bunkers empresarios había consenso en que el hombre que fugó iba a ser el nuevo Presidente. El deseo de volver a esa etapa dorada de negocios para pocos era más intenso que las frías cifras de encuestas que revelaban que no había ningún escenario posible para el retorno del político que escapó de la derrota de la segunda vuelta. Ese irracional comportamiento para personas tan exitosas los condujo a nombrar líderes de cámaras sectoriales a hombres vinculados afectiva y/o económicamente con el menemismo. La Unión Industrial –Alberto Alvarez Gaiani–, los banqueros de Adeba –Jorge Brito– y la Cámara Argentina de Comercio –Carlos de la Vega–, entre los nucleamientos más relevantes. Una vez más quedó demostrado aquí que las anteojeras ideológicas de ciertos sectores del poder económico son mucho más gruesas de lo que se supone. Densidad que en algún aspecto facilita la comprensión de porqué las crisis en Argentina pueden ser tan dramáticas y destructivas como las registradas en 1989, con la hiperinflación de Alfonsín, y la de 1998-2001, con la convertibilidad de Menem y De la Rúa (Cavallox2) y su estallido con Duhalde. Ahora, con Néstor Kirchner en la Casa Rosada, esos mismos empresarios han mezclado con rapidez huevo, harina y leche para preparar unos panqueques que los envuelva con delicadeza.
A la nueva administración se le presentan desafíos no sencillos. Primero, mostrar que el discurso de independencia de las corporaciones no son sólo palabras y se traduce en hechos. Segundo, en caso de superar el anterior obstáculo, tener la capacidad de gestión para realizar las transformaciones prometidas. Y tercero, exhibir la habilidad de saber enfrentar presiones y críticas superadas las expectativas iniciales y el enamoramiento que tiene una sociedad en la luna de miel de los primeros meses de gobierno.
El consenso de ideas se ha corrido tanto a un extremo durante la década del ‘90, que un deslizamiento hacia el centro es percibido como el regreso del “zurdaje”, como definió en forma tan glamorosa Mirtha Legrand. Pese a la presencia de Fidel Castro, Hugo Chávez y Lula en la asunción de Kirchner, que puso los pelos de punta a más de uno, el modelo que se expone para adelante no es de ruptura con el sistema. Tener en claro esa premisa sirve para calmar a aquellos temerosos del alumbramiento de un gobierno de izquierda, como a otros que están enfervorizados por las señales progresistas y hablan de la revolución silenciosa.
En realidad, el gobierno de Kirchner se presenta como uno de reparación más que de transformaciones. Un taller mecánico de reparación de los destrozos provocados por el fundamentalismo de los ‘90 en los ámbitos laboral (flexibilización, precarización, desocupación y empleo en negro), previsional (descalabro financiero y fiscal generado por las AFJP) y productivo (desarticulación industrial). Para saber si lo logra o no habrá qué esperar los resultados, teniendo en cuenta la todavía fresca experiencia frustrada de la Alianza. Para los cortesanos del poder y sus economistas-voceros de la city, en cambio, la enunciación de políticas de reparación son el regreso al pasado.
Para ellos, el sociólogo, docente de la UBA y un poco desprolijo kirchnerista, Torcuato Di Tella, publicó el viernes pasado en Infobae una provocativa arenga sobre cómo el gobierno debería cultivar buenas relaciones, preguntándose con ironía “¿Y con los grupos del gran capital concentrado?”. Para descargarse con excesivo aire ganador: “Bueno, muchachos ustedes se jugaron con Menem, ahora aguántense un poco no estar en los círculos áulicos”. Concluyendo con un mensaje con destinatario preciso: “No griten lobo antes de que éste aparezca. Y no empiecen con el golpismo de lucubrar cómo se va hacer la sucesión de Kirchner dentro de un año. El capital va a seguir viniendo, y tanto más cuanto más se dé cuenta de que tiene enfrente gente con lo que se necesita, y en estrecha ligazón con Brasil. ¿O prefieren invertir en Costa Rica?”.
Los lobos están afuera.

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