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Domingo, 4 de enero de 2004

EL BAúL DE MANUEL

Baúl I y II

 Por Manuel Fernández López

 

Poder y Justicia
Hay Justicia para todos? O mejor dicho: ¿el servicio de Justicia se da por igual al rico, al pobre y a la clase media? Si no hay paz sin Justicia, la pregunta no es ociosa. Y la respuesta parece ser desalentadora: la manida división de poderes no era tripartita, sino bipartita: Poder Legislativo, por un lado, y Poder Ejecutivo por otro, este último abarcador del Poder Judicial. Si admitimos que los que mandan son grandes propietarios, como surge de la directa observación de la historia, vemos que la Justicia está al servicio exclusivo de los poderosos. Así fue expresado por el apóstol del liberalismo, Adam Smith: “la avaricia y la ambición en el rico, y en el pobre el odio al trabajo y el amor a las comodidades y goces del momento, son pasiones que impulsan a atropellar la propiedad, son pasiones que operan con mucha mayor firmeza y cuya influencia es mucho más universal. Allí donde existen grandes propiedades, existe gran desigualdad, y la abundancia de que gozan unos pocos supone la indigencia de muchos. La abundancia de los ricos despierta la indignación de los pobres, que con frecuencia se ven arrastrados por la necesidad, o impulsado por la envidia, a atropellar las posesiones de aquéllos. Sólo bajo el cobijo del magistrado civil puede dormir una sola noche tranquilo el propietario de esas propiedades valiosas... Se encuentra en todo momento rodeado de enemigos desconocidos a los que, aunque nunca haya provocado, nunca tampoco puede apaciguar, y de cuya injusticia sólo puede ser protegido por el brazo poderoso del magistrado civil alzado de una manera continua para castigar aquélla... El gobierno civil, en tanto que tiene por objeto la seguridad de las propiedades, es, en realidad, instituido para defender a los ricos contra los pobres, o bien a los que tienen alguna propiedad contra los que no tienen ninguna”. El autor de la Constitución Nacional se identificó con esa idea (el pasaje en bastardilla es su propia traducción de Smith). Hoy y aquí, detrás de varias figuras gobernantes y sus respectivas justicias provinciales se recortan las siluetas de los poderosos de cada localidad. Asimismo, crímenes espantosos contra muchachas del pueblo señalan como autores a los hijos del poder. Es el caso de Smith al revés, donde el exceso del rico atropella la vida del pobre. ¿Actuará igual el magistrado civil? ¿O se limitará a condenar a los empleados del poder?

W. W. Rostow (1916-2003)
Haber servido a la CIA y haber propiciado la invasión a un país del Tercer Mundo, al que EE.UU. bombardeó desde el aire con armas químicas y de destrucción masiva, no son débitos que puedan ignorarse al trazar el balance final de una vida. Sus padres, inmigrantes rusos, quisieron que sus hijos fueran los más americanos entre los americanos y les pusieron Walt Whitman y Ralph Waldo, respectivamente. El primero, como muchos hijos de inmigrantes, se destacó en el estudio y obtuvo su doctorado en la universidad de Yale en 1939. En la guerra mundial sirvió en la Oficina de Servicios Estratégicos (luego CIA) en la selección de blancos abombardear, especialidad que años después le llevó a aconsejar al presidente Johnson una política de intenso bombardeo en Asia sudoriental. Especializado en historia económica, docente en Harvard, su fama entre economistas estalló en 1956 con un artículo en Economic Journal sobre “El despegue hacia un crecimiento autosostenido”, y su fama en el público empezó en 1960 con el libro Las etapas del crecimiento económico. Un manifiesto no comunista. Sostenía que el desarrollo económico era una sucesión de cinco etapas: sociedad tradicional; formación de condiciones previas para el impulso inicial; impulso inicial; marcha hacia la madurez; era de alto consumo en masa. Todos hablaban de etapas y de take-off. Esa teoría, sin embargo, pronto perdió adeptos. Rostow en 1961 urgió a Kennedy a lanzar la “operación Vietnam”. En 1964 y 1965 propuso a Johnson enviar fuerzas terrestres a Laos y Viet Nam del Sur y el bloqueo naval de Viet Nam del Norte. En 1967 reclamó a McNamara intensificar la guerra. En 1971 denunció al New York Times y al Washington Post por publicar los “documentos del Pentágono” sobre maniobras en Viet Nam. Su huella no faltó en la Argentina: en 1960 el actual secretario de Cultura, Torcuato Di Tella, discutía su libro en su curso de Sociología en la UBA, en tanto su hermano el ex canciller Guido Di Tella hacía su tesis doctoral en el MIT siguiendo a Rostow, sobre las etapas del desarrollo económico argentino. En 1965 –al rojo vivo el tema Viet Nam– Rostow habló como embajador sin cartera en el Instituto Di Tella de Artes Visuales, y al día siguiente debía disertar sobre Keynes en Económicas (UBA) en compañía de Bernardo Grinspun, Roque Carranza y el decano Honorio Passalacqua. Una lluvia de huevos y tomates le impidió hablar.

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