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Sábado, 13 de julio de 2002

INTERNACIONALES › QUIENES ESTAN DETRAS DE LA DEBACLE AMERICANA

Buenos muchachos

El gobierno de George W. Bush está saturado de ex lobbystas de las corporaciones, lo que agrava los escándalos empresarios en serie.

 Por Claudio Uriarte

Es bueno para las vapuleadas economías latinoamericanas que la norteamericana se hunda cada vez más en la crisis? Desde luego que no, porque la economía no es un juego de suma cero donde uno gana lo que el otro pierde (aunque las autoridades económicas de la administración Bush a veces parezcan no advertirlo), y porque una economía norteamericana en recesión señalará más proteccionismo y más guerras comerciales en todo el mundo, lo que es letal para los deslucidos “mercados emergentes” de ayer. Y todas las señales apuntan a que la tendencia se profundizará antes que aliviarse.
La corteza exterior del fenómeno son los fraudes contables seriales que están abatiéndose sobre Wall Street y el resto de las Bolsas mundiales. Este es un caso de serpiente que se muerde la cola. La administración Bush es la más acérrimamente pro-business desde la de Ronald Reagan, pero lo trágicamente cómico es que su fanatismo resulta en menos negocios, no más. La caída de Enron en diciembre del año pasado podía considerarse mala suerte o, como el presidente George W. Bush ilustró en su momento, el caso de “unas pocas manzanas podridas”. Pero desde entonces ese escándalo ha abrazado a por lo menos una docena más de corporaciones. La culpa no puede depositarse sin más en el umbral de la administración republicana, ya que todos los casos de falsa contabilidad tuvieron su origen en los años de euforia económica de Bill Clinton, pero es claro que Bush está empeorando y no mejorando la situación.
Se trata de un problema de credibilidad. Bush asumió como un representante de los sectores que quieren la menor regulación posible, y de ser posible, ninguna. Su opción para presidente de la Comisión de Valores (SEC, por sus iniciales en inglés), el organismo que supuestamente debe vigilar la transparencia de las operaciones financieras, es Harvey Pitt, un impresentable ex abogado de grandes firmas de Wall Street (especialmente firmas de auditoría, como la infame Arthur Andersen que estuvo detrás de casi todos los escándalos de falsificación de balances). La SEC, bajo Pitt, ha hecho el equivalente de trabajo a reglamento, iniciando y luego arrastrando el pie en las investigaciones que se le volvían indispensables cuando el Wall Street Journal o el New York Times revelaban un fraude importante. De modo que Pitt es el jefe de los encubridores, cuando debería ser el policía principal. Por eso, los anuncios policiales de la semana pasada por Bush, en que el presidente, como un sheriff de Wall Street, propuso duplicar las penas de prisión para los ejecutivos truchos y creó una especie de banda de “Los Intocables” contra el fraude empresario en el Departamento de Justicia, fueron recibidos por otra ola de pánico bursátil; por eso la propuesta del senador demócrata Paul Sarbanes, que la Casa Blanca vigorosamente resiste, incluye la creación de un panel regulatorio independiente para hacer todo lo que teóricamente debería estar haciendo la SEC.
Pero esto es sólo la corteza exterior. La interior es el fracaso de la política económica de Bush. El viernes, el gobierno tuvo que revisar al alza su estimación de déficit fiscal para 2002, pasando de 106.000 a 160.000 millones de dólares; lo mismo hizo con la estimación para 2003, que pasó de 80.000 a 109.000, cuando en 2001 decían que ya este año habría un superávit de... ¡231.000 millones! Con característica falacia, un funcionario anónimo de la administración trató de desexplicar la caída de la recaudación por los escándalos financieros (como si éstos hubieran empezado hace año y medio), cuando lo cierto es que la reactivación tantas veces anunciada no se está verificando: el desempleo creció al 5,9 por ciento y el índice de confianza del consumidor volvió a caer, esta vez en casi 6 puntos, en el mes de julio, arrastrando en su caída el desempeño económico y bursátil de empresas clave como Procter&Gamble, Johnson&Johnson y Home Depot.
¿Por qué está sucediendo esto? Porque la administración se va a cortar un brazo antes de admitir que su regalo a los contribuyentes más ricos de1,35 billón de dólares a lo largo de 11 años ha sido una gran equivocación. Claro, equivocación según para quién: ciertamente no para los grandes intereses corporativos que defienden George W. Bush y Harvey Pitt.

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La tasa de desocupación de los Estados Unidos aumentó a 5,9 por ciento en junio, como también se incrementó el número de trabajadores que solicitaron subsidios estatales para desempleados, mientras que la inflación siguió bajo control, de acuerdo a cifras oficiales.

Un tribunal laboral de Stuttgart, Alemania, prohibió al consorcio automotor germano-estadounidense DaimlerChrysler que se trabajara en su central antes de las seis de la mañana y después de las siete de la tarde, para evitar que los trabajadores realicen más horas extra de las estipuladas.

El embajador de Suiza en Luxemburgo, Peter Friederich, fue arrestado el lunes pasado en Berna, bajo la sospecha de blanquear dinero en el marco de transacciones privadas relativas a sumas de procedencia dudosa.

 
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