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Domingo, 19 de enero de 2003

INTERNACIONALES › LA GUERRA Y LA ECONOMIA EN EL MUNDO DE 2003

El juego es a pura pérdida

 Por Claudio Uriarte

Mientras Estados Unidos sigue acumulando fuerzas en la región del Golfo Pérsico, la perspectiva económica mundial para 2003 es sombría: la recesión norteamericana sigue, la Unión Europea se aleja de sus metas conjuntas y Japón sigue sin reaccionar. Si 2002 –marcado por fuertes caídas de las Bolsas y el disparo de los precios del petróleo– estuvo lleno de incertidumbres, 2003 no se presenta mejor. La posibilidad de una guerra entre EE.UU. e Irak está más cercana y la huelga que redujo la producción de crudo de Venezuela sigue haciéndolo, por lo que el precio del petróleo también sigue subiendo. La semana pasada, la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Cnuced) advirtió que una recuperación estará “sometida a numerosas incertidumbres” este año, como las cotizaciones del petróleo, la confianza de los consumidores y el desempeño de las Bolsas. “La posibilidad de una operación militar ya tiene un efecto negativo en la economía mundial, y si se concreta sería un freno adicional al crecimiento”, agregó la Cnuced.
Por el momento, los tres grandes motores de la economía mundial, Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, presentan indicadores ambiguos. Estados Unidos, que atravesó una recesión en 2001, atravesó un débil simulacro de recuperación en 2002, hasta que casi todos los índices volvieron a tirar hacia abajo. Para 2003, las miradas están puestas en el plan de reactivación anunciado la semana pasada por Bush, si bien Wall Street, su principal beneficiario teórico, lo recibió con la indiferencia más absoluta. La iniciativa prevé fuertes recortes de impuestos e insumiría un total de 674.000 millones de dólares en 10 años. Estas nuevas reducciones impositivas se sumarían a un billonario paquete de recortes fiscales en una década, adoptado en 2001. Pero el plan, que está sujeto a la aprobación del Congreso, donde enfrenta oposición, amenaza con disparar el déficit fiscal en el que Estados Unidos cayó en 2002 por primera vez desde 1997. Es casi seguro que las reducciones de impuestos deriven en un déficit fiscal de al menos 250.000 millones de dólares este año, sin tener en cuenta el efecto de una eventual guerra en Irak, cuyo costo se ha calculado entre 50.000 y 200.000 millones de dólares. El rojo en las finanzas agravaría el peso de la enorme deuda pública estadounidense y podría empujar un alza de las tasas de interés, desalentando el gasto de los hogares y frenando el crecimiento, sostenido en dos tercios por los consumidores. A eso se agrega la caída del dólar frente al euro, que alcanzó esta semana sus niveles más altos desde octubre de 1999 (antes de que comenzara a circular como divisa europea), pese a las malas noticias provenientes de Alemania, la mayor economía de la Unión, que registró en 2002 un déficit record en sus cuentas públicas equivalente a 3,7 por ciento de su PBI, por un crecimiento de apenas 0,2 por ciento.
¿Puede el petróleo de Irak –como dicen entusiastas y detractores de la guerra– compensar a EE.UU. por todo esto? Tal vez, pero sólo en un futuro, y al costo no sólo de la guerra sino de una ocupación y de la reconstrucción de la infraestructura petrolera iraquí. Hasta ese momento –y no va a ser pronto–, 2003 aparece como un juego a pura pérdida.

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