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Domingo, 19 de enero de 2003

AGRO › PRODUCTORES Y AGROINDUSTRIA EN LA COMPOSICION DE PRECIOS

El problema de los precios

Por Susana DIaz

Cuando las entidades agrarias hablan de sí mismas, de sus integrantes, muestran que no han perdido su mística. “Los políticos”, dicen, “olvidan que los hombres de campo” –término que engloba tanto al pequeño chacarero que labora desde el alba como el gran terrateniente ausentista–, “son los que más divisas aportan a la Nación”. El término “Nación” es aplicado aquí en su acepción más tradicional: el de entidad metafísica que engloba y unifica a todos los habitantes del territorio con prescindencia de la inserción de cada uno en el proceso productivo. El subterfugio resulta útil para que se pierda de vista que quien recibe las divisas es el mismo “hombre de campo” y no, por ejemplo, el operario del Gran Buenos Aires que todavía tiene trabajo y que, día a día, ve cómo los aumentos de precios en los artículos de la canasta básica alimentaria licuan sus ingresos.
Cuando, merced a la mejora en el tipo de cambio, el productor agrícola recibe por sus ventas al exterior más pesos por sus productos le parece lógico, y lo es, recibir la misma cantidad de pesos en el mercado interno. Esto provoca un ajuste de precios que finaliza en aumentos generalizados. Las retenciones a las exportaciones presentan en este marco la virtud de cortar el ajuste al reducir, en la misma proporción que la magnitud del tributo, el precio recibido por el exportador. En un contexto de tipo de cambio alto se vuelven, entonces, un poderoso instrumento de control de precios.
Pero este razonamiento es incompleto. A la descripción del proceso de ajuste de precios le falta un componente: el trayecto que las mercancías agrarias realizan entre la “tranquera” del campo y el consumidor. Y este recorrido no es sólo comercial sino que involucra también al conjunto de los procesos agroindustriales. En otras palabras, el precio de la leche no aumenta solamente porque sube el precio de los forrajes para la vaca lechera. La decisión final es tomada por las contadas usinas lácteas y no precisamente por el aumento de la leche en la puerta del tambo.
Ahora bien, si se imagina un ajuste en sentido inverso, con baja en el tipo de cambio, ¿bajarán los precio pagados por el consumidor final? Una buena respuesta es observar la reciente experiencia de reducción de 2 puntos de IVA concluida esta semana. La teoría económica sostiene que los aumentos de impuestos se trasladan automáticamente a precios y que lo mismo sucede con las bajas. Sin embargo esto no ocurrió en la realidad, donde, a diferencia del etéreo mundo de la microeconomía clásica, los mercados no son competitivos. Y aquí está el segundo problema de los ajustes de precios. Tanto en el ámbito industrial como comercial, el consumidor local se enfrenta a mercados oligopólicos con un inmenso poder de regulación.
Cualquier política económica que tenga por objeto contener o bajar los precios de la canasta básica alimentaria deberá enfrentar estos dos frentes, el de los pesos recibidos por el productor y la estructura de mercados oligopólicos.

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