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Domingo, 25 de febrero de 2007

CONTADO

El menú de Machinea

 Por Marcelo Zlotogwiazda

La modalidad del aumento en el salario mínimo docente anunciado por el ministro y candidato Daniel Filmus demuestra una vez más que un elemento clave de la estrategia oficial consiste en aprovechar la holgura fiscal de manera discrecional, satisfaciendo algún reclamo o cumpliendo promesas, pero en la medida de lo posible con un claro criterio de oportunidad político-electoral. Como antes con los jubilados, con el aumento en el salario mínimo de alcance general, o como en muchas otras ocasiones, se trató de un anuncio sorpresivo y que no estaba específicamente presupuestado. En este caso es imposible equivocar la lectura política: un anuncio hecho por el candidato kirchnerista para la jefatura de gobierno porteña a pocas horas de la convocatoria a elecciones que había realizado Jorge Telerman, su principal competidor en las aspiraciones por llegar a lo que se presume será una segunda vuelta con Mauricio Macri. Fue tal el apuro que ni siquiera se consideró necesario avisarles o consultar con los gobernadores, que son los que tienen a cargo ese gasto educativo. Con el dinero que sobra a nivel federal, cualquier amago de protesta se neutraliza con bastante facilidad; de hecho, la única discusión abierta es con cuánto dinero se asistirá a la provincia de Buenos Aires para que pueda cumplir con la medida, con lo cual pasarán a ser doce las provincias que financian parte de sus salarios docentes con refuerzos de partidas nacionales.

La holgura fiscal que facilita enormemente la acumulación política es lejos de ser exclusividad argentina. Es un fenómeno que caracteriza a casi todos los países de América latina, entre los que no falta ninguno de los grandes. De hecho, tras un quinquenio (1999-2003) de permanente déficit, el resultado primario del conjunto de los gobiernos centrales de la región ya lleva tres años consecutivos de superávit, y cada uno mayor al anterior. Tal es la situación, que en el XIX Seminario Regional de Política Fiscal que organizó la Comisión Económica para América Latina en Santiago de Chile hace menos de un mes, se presentaron dos ponencias tituladas casi idénticamente: la de su secretario ejecutivo, José Luis Machinea, llevó como título “La política fiscal en tiempo de bonanza”, y en el trabajo del chileno Ricardo Martner, también economista de la Cepal, abundancia reemplazaba a bonanza. Por supuesto que la generalización de superávit no es un fenómeno casual. Tiene que ver, fundamentalmente, con el ciclo de crecimiento que atraviesa la región, que a su vez está muy asociado con el marcado incremento en los términos de intercambio, es decir en una relación más favorable entre los precios de lo que la región exporta y los de lo que compra, tal como lo enfatizó el ex ministro de Economía argentino en su exposición. Otra de las causas, que transforma la bonanza en holgura, es el comportamiento conservador, prudente u ortodoxo (cada cual escoja a gusto; esta columna se inclina hacia la primera opción) en materia fiscal de la inmensa mayoría de los presidentes, entre los que Néstor Kirchner sobresale como uno de los más consecuentes.

Esto último de ninguna manera se contradice con la utilización discrecional de la bonanza. Tal como afirma Martner en el mencionado trabajo, “la discrecionalidad fiscal no es sinónimo de políticas irresponsables”. Uno de los criterios más usados por la corriente predominante de economistas para otorgar o negar el atributo de responsable a una política fiscal se basa en la premisa de que lo mejor en casi todos los casos es que los gobiernos actúen en forma contracíclica. Concediendo que así fuera, no se puede ser tan obtuso y pensar que el único comportamiento contracíclico en una etapa de expansión pasa por desacelerar el gasto público y/o ahorrar excedentes para tiempos de vacas flacas. Martner incorpora otra alternativa: “La evidencia más contundente de que han existido predominantemente políticas contracíclicas en los años recientes es que se ha utilizado al menos parte de los recursos adicionales para contraer el peso de la deuda pública”, afirma. La Argentina es un claro ejemplo.

Sin embargo, no siempre es recomendable ir contra el ciclo. Tal como expuso Machinea en el seminario, si los ingresos adicionales se presumen permanentes o duraderos por bastante tiempo, las alternativas son “gastarlo en políticas sociales para combatir la pobreza y la deficiencia de infraestructura, gastarlo en políticas de desarrollo productivo o distribuirlo vía reducción de impuestos”. Aunque nadie tiene la bola de cristal, es bastante probable que la holgura fiscal argentina se prolongue por un largo período, con lo cual habría que prestarle atención al menú de Machinea.

PD: Qué paradójico resulta que el ex ministro analice con tanta lucidez un escenario de bonanza fiscal y haya actuado con escasa inteligencia cuando apremiaba la escasez y él encima apretaba el cinturón para ganar la confianza de los mercados.

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