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Domingo, 10 de marzo de 2002

EL DOLAR SIGUE SU CARRERA ASCENDENTE SIN FRENOS

La batalla del verde

La cotización del dólar avanza sin pausa, tocando el viernes los 2,30, sin una intervención firme del Banco Central. ¿No hay reservas suficientes o es una estrategia para castigar a especuladores?

 Por José Pablo Feinmann

Si fuera cierto que el Gobierno quiere clavar el dólar en 1,60/1,70 peso por unidad, como afirmó en su momento Eduardo Duhalde, las cosas no le estarían saliendo como pensaban. Si también fuera verdad que el Banco Central aspiraba a darle una lección a los especuladores dejando subir el dólar para luego bajarlo violentamente vendiendo reservas, como amenazó hace un par de semanas el presidente del Banco Central, Mario Blejer, esa estrategia no tuvo éxito o todavía no fue implementada. En concreto, el Gobierno está perdiendo la batalla verde con el mercado, con una indiferencia que no deja de ser preocupante.
En caso de que esa escasa ansiedad por el avance del dólar, que el viernes tocó los 2,30, sea motivada por la política amarreta de cuidar las reservas, muestra una debilidad de intervención del Central mayor a la pensada. Reflejaría que no hay tantas reservas como se publicitaba para mantener cierto control sobre la cotización del billete. Si así fuera, la situación económico-financiera entraría en una espiral de deterioro con consecuencias imprevisibles.
En cambio, si la política fuera dejar deslizar el dólar al alza para luego dar un golpe aleccionador, fijando el precio por debajo de los 2 para castigar a los especuladores, al tiempo de obtener una importante ganancia financiera, la demora en aplicar ese contraataque puede derivar en una catástrofe para el Plan Remes. A medida que se va consolidando el dólar bastante por encima del listón de los 2 pesos resultará cada vez más difícil bajarlo a ese nivel. Y no sólo por la necesidad de invertir muchísimas reservas para lograr ese objetivo, cuya concreción no está garantizada, sino porque la economía habría asumido esos valores altos para fijar sus precios.
El riesgo de un desborde de la inflación provocado por ese dólar elevado pone en jaque al Gobierno. La demora en intervenir en la plaza cambiaria puede terminar por convalidar precios que luego no retrocederían, aunque baje el dólar por el accionar del Banco Central. En ese caso sería inútil ese golpe a los especuladores, colocando a la economía en un escalón superior en sus niveles de precios por la inoperancia o ineficiencia en el timing de regulación de un mercado imperfecto como el cambiario.
Apostar a un acuerdo con el Fondo Monetario para recibir dólares que engrosen las reservas, y así disuadir la compra de billetes, es de una ingenuidad inmensa. Sin una convincente participación del Estado en la plaza cambiaria, no sólo regulando la cotización en operaciones de compraventa de dólares, sino controlando que los exportadores liquiden divisas, el panorama se ensombrece. Y también con una activa política monetaria de regulación de la cantidad de dinero, Blejer quedará en la historia como presidente del Banco Central del desmadre de la economía, destino que dice quiere eludir.

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