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Domingo, 10 de agosto de 2003

Perplejos ante la Argentina

Por J.N.

Hay realmente una “actitud benevolente” hacia la Argentina por parte de los países centrales y los organismos, como creen algunos? O’Connell recuerda irónicamente una película de Danny Kaye que hablaba de moonlight propaganda. Para él, más allá de cierta “charla simpática”, existe perplejidad sobre qué hacer con la Argentina. “No tienen la menor idea”, asevera. El caso es raro y difícil. En los ‘90, bajo Clinton, se profundizó la estrategia de prestar plata en serio. Pusieron dinero masivamente en México, después en Corea, etc. Pero resulta que los muchachos de la derecha americana ya en el ‘97 empezaron a despotricar contra los salvatajes, y luego a hablar de moral hazard. John Taylor, actual subsecretario del Tesoro, dijo que había que cerrar el FMI. El grupo de la Universidad de Stanford, todos de derecha, donde estaba la Anne Krüger también, vacilaban entre cerrar el Fondo o que prestara muy poco. Pero se constató una vez más el teorema de Baglini.
Cuando esa gente llegó al gobierno, lo primero con que se encontraron fue Turquía. Entonces resolvieron ponerle plata por razones estratégicas. Luego apareció Brasil. Y también le dieron plata, pero con reticencia y bajo críticas feroces del Congreso. Y ahora viene la Argentina, que además se declaró en cesación de pagos. Uno de los problemas centrales es que no tienen receta. La del concurso de acreedores, de la Krüger, la desecharon. La única gran cosa es ésta de incluir cláusulas de acción colectiva. Estas permitieron que México y Brasil hicieran emisiones, y el megacanje uruguayo también se convino bajo esta regla, que permite cambiar las condiciones de repago de la deuda sin exigir la unanimidad de los acreedores.
En los ‘80, uno arreglaba con el Tesoro, y el Fondo ponía la plata, aunque el staff del FMI se pusiera furioso. Michel Camdessus obedecía. ¿Pero qué está sucediendo ahora? ¿De dónde sacó el Fondo esta autonomía respecto de EE.UU.? Esto forma parte del estado de perplejidad, gracias al cual gente como la Krüger gana mucha autonomía, y las instituciones también. Horst Köhler, que estaba medio arrinconado por EE.UU., cobra peso. El se volcaría por una actitud favorable hacia la Argentina porque ve que es un caso muy grave.
O’Connell resume así su visión: se cayó la Unión Soviética. A partir de esto, los tipos (EE.UU.) se sintieron fuertes para hacer cosas, y empezaron por la economía: todo el mundo tiene que liberalizar, abrir sus fronteras, etc. (el llamado Consenso de Washington). Esto primero causó sorpresa: la gente veía que le privatizaban las empresas de servicios públicos, y cosas así. Pero ahora estos señores lo que hacen es ¡la guerra! Este es un salto muy importante, porque es mucho más difícil hoy juntar fuerza política contra una privatización que contra una guerra. La movilización contra la invasión a Irak fue enorme. Esas cosas se pagan.
En esto los muchachos de Bush se equivocan. Incluso hay sectores de la derecha republicana que comprenden el error y dicen calmémonos, no hagamos estas cosas. “No creo que vayamos a tener para siempre matones dando vueltas por el mundo –se esperanza O’Connell– y haciendo lo que se les dé la gana. Esto tiene patas muy cortas, no sólo por lo económico sino por el rechazo político que provoca.”

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