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Martes, 20 de enero de 2009

TEATRO › LUCIANO CAZAUX ADAPTO Y ACTUA EN EL DIA QUE NIETZSCHE LLORO

“Me gusta mucho el ritmo del cine”

En su adaptación de la novela, Cazaux dio un lugar mayor a algunos personajes femeninos, rescató la ironía pero trató de “no arreglar lo que funcionaba bien”. Y ahora es el actor de la versión teatral dirigida por Lía Jelín.

 Por Silvina Friera

A Luciano Cazaux le gusta mencionar frases que dice Friedrich Nietzsche, el filósofo que se define como “médico de nuestra humanidad”, en El día que Nietzsche lloró, adaptación de la novela de Irvin Yalom, dirigida por Lía Jelín, que regresó a la cartelera porteña en el Teatro de la Comedia. “La desesperación es el precio que uno paga cuando toma conciencia de las cosas”, repite el actor y adaptador de la obra, haciendo piruetas con una memoria que fue desmenuzando con una obsesión inquebrantable, palabra por palabra, la vida de un artista “medio inquilino de manicomio, enfermo de la cabeza”, a quien la soledad desconcertó por completo.

En la Viena de fines de siglo XIX, Lou Salomé le pide ayuda al célebre psicólogo austríaco Josef Breuer, el maestro de Sigmund Freud, que había experimentando con un nuevo tratamiento, la “deshollinación”, basado en el análisis de las asociaciones mentales. El propósito es curar al filósofo alemán del mal que lo aqueja, unas migrañas insoportables que serían apenas la punta del ovillo de su precario equilibrio existencial. Y de un probable suicidio. “Si yo me quito la vida tampoco habría demasiado por lo que llorar”, señala en uno de los momentos más dramáticos de la obra. Nietzsche nunca se encontró con Breuer ni se mató. Pero se hundió en ese pozo espeluznante de la locura hasta que murió por una neumonía el 25 de agosto de 1900.

Nietzsche no es alguien fácil de domesticar en la obra. Por sugerencia de Freud, Breuer decide poner a su paciente en el lugar del médico sin que el filósofo lo sepa. Pero el plan fracasa. Nietzsche, que demuele las certezas de su interlocutor y de los espectadores cuando pregunta: “¿Vivió su vida o fue vivido por ella?”, terminará acorralando a Breuer y obligándolo a replantearse cómo sería su vida sin la medicina, sin su familia, sin la cultura vienesa. “¡Cuánto tiempo demandan los proyectos teatrales! Parece que el cine llevara más tiempo, pero el teatro siempre es un trabajo de largo aliento”, dice Cazaux a Página/12 al repasar el itinerario que lo llevó de adaptador a intérprete de Nietzsche para volver a otra adaptación que acaba de terminar, El anatomista, de Federico Andahazi, que dirigirá José María Muscari y que se estrenará en el teatro Regina en abril de 2010. “El protagonista de la novela, el sujeto dramático que lleva adelante la acción, es Breuer. Y ésa fue la mayor dificultad con la que me encontré a la hora de adaptarla al teatro”, revela el actor, que leyó varios libros del filósofo alemán, Humano demasiado humano, La gaya ciencia y Así habló Zaratustra, entre otros, antes de zambullirse en la adaptación del texto de Yalom.

–¿Cómo trabajó esa traducción de la novela a la obra de teatro?

–Lo primero que hice fue adaptarla cronológicamente. Después empecé a jugar con lo onírico. Ahí me largué más y en mi versión fueron creciendo los personajes femeninos, sobre todo el de Matilde. En la primera escena de la novela, Lou Salomé va a solicitarle a Breuer que atienda a Nietzsche, pero esto se mantiene en secreto porque Nietzsche no permitía que lo ayudaran. Esa escena estaba al final en mi versión; la idea era que los espectadores no entendieran muy bien qué estaba pasando. Pero Lía me pidió que pusiera otra vez la escena al principio, y lo hice. El hecho de haber trasladado esa escena al final respondía más a un recurso cinematográfico. Yo uso muchas herramientas del cine cuando escribo mis cosas o cuando adapto textos de otros. También escribo guiones cinematográficos y me gusta mucho el ritmo narrativo del cine.

–¿Hasta qué punto mantuvo la literalidad de los diálogos entre los personajes?

–Sólo en la primera parte, después los fui adaptando al medio teatral sin perder cierta elegancia en el habla, dado que ese encuentro imaginario entre Nietzsche y Breuer sucede en la Viena de fines del siglo XIX. Hay diálogos que son imperdibles; no hay que arreglar lo que no está roto, por lo menos ésa es mi opinión como adaptador, no era necesaria una sobreadaptación. Rescaté mucho la ironía de Nietzsche; yo también soy muy irónico y disfruto del humor.

–¿Qué es lo que provoca risa en una obra por momentos tan angustiante?

–El ser humano necesita del humor, en los velorios la gente se ríe; hay circunstancias trágicas en las que uno se tienta y la risa es una válvula de escape.

–En un momento Nietzsche dice: “Las mujeres son los depredadores más temibles que hay sobre la Tierra; arrasan con todo, nada les alcanza”.

–Eso está en la novela y lo dejé porque marca la misoginia de la época. El venía de una familia muy reprimida, con una madre muy represora; el padre era un acérrimo clérigo alemán protestante, así que imagino la culpa que sintió ese hombre en cuanto a su relación con las mujeres. Pero también esa misma represión lo hizo ser el genio que fue.

–A propósito de este tema, Nietzsche plantea que hay que tener caos en el interior para dar a luz. ¿Qué opina?

–El Nietzsche que aparece en nuestra obra es anterior a Así habló Zaratustra; en realidad era el momento en que él estaba pariendo ese libro. Como actor y escritor, porque la vida me está llevando cada vez más a escribir, creo que hay que tener un gran caos interior para poder dar algo a luz.

Con un tono de voz atemperado por la experiencia del que sobrevive a un terremoto mientras todo se hunde, a los 46 años, Cazaux recuerda ese pasado no tan lejano en que lo acechó la desesperación nietzscheana. “En un momento sentí que me habían dejado a un lado. Empecé a trabajar muy joven como director teatral, di clases en el Rojas, desde el ’86 al ’92; fui padre a los 26 años y siempre tuve que buscar laburos que me dieran de morfar. Eso fue desplazando al actor”, confiesa Cazaux, que este año filmará un guión de su autoría, París está tan lejos, un policial al estilo Snatch que lo tendrá como protagonista. “A los 29 adapté Eva y Victoria y fui el productor de esa obra. Se ve que me creí la del ‘pibe promesa’, pero la vida se encargó de sopapearme. Pensaba que mi carrera de actor estaba terminada. A mi representante le advertí: ‘¿Sos consciente de que estás agarrando a un muerto?’. Pero el año pasado surgió la propuesta de reemplazar a Luciano Suardi (el primer Nietzsche) y me llamaron para hacer un personaje en la tira Mujeres de nadie. Tuve que remar y remar, pero acá estamos”, subraya el actor, braceando en el aire como si aún estuviera enfrentando a la corriente.

–¿Qué llevó a Nietzsche a la locura?

–El quería casarse y todas las mujeres, entre otras Lou Salomé, le echaron flit. El mismo Schopenhauer terminó sus días casado y feliz. A Nietzsche lo enloqueció la soledad, la pérdida del padre tan joven, cosa que compartimos porque mi viejo murió cuando yo era muy chico; su relación enfermiza con la madre y con la hermana. Todo ese matriarcado cerrado y esa falta de posibilidad de expresión lo derrumbó. En la obra está muy bien plasmado cuando Nietzsche le dice a Breuer que es la primera vez que le puede contar a otro ser humano lo que le pasa. La angustia existencial es universal. A mi hijo mayor, que tiene 20 años, le encanta la obra, le resuena por algún lado. Y si vos tenés más de 40, quizá te pega por el lado del fracaso, de lo que es para el resto de la gente ser exitoso, de cumplir o enterrar los sueños.

–¿Interpretar a Nietzsche lo reconcilió con el actor?

–Totalmente, me devolvió cierto prestigio como actor. Igual no me la creo para nada. Ahora está apareciendo el Nietzsche que vive en mis propias locuras.

El día que Nietzsche lloró se presenta de jueves a sábado a las 22.45 y los domingos a las 21.45 en De la Comedia (Rodríguez Peña 1062).

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“Hay diálogos imperdibles”, dice Luciano Cazaux sobre la obra que protagoniza.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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