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Jueves, 26 de febrero de 2009

TEATRO › MANUEL SANTOS IñURRIETA Y CRóNICAS DE UN COMEDIANTE

“Arte e historia van juntos”

El actor, también autor del texto, interpreta en el Centro Cultural de la Cooperación a un cómico conflictuado, extraña mezcla de Chaplin, José Marrone y Alberto Olmedo. “El teatro es un elemento de transformación social”, asegura.

 Por Cecilia Hopkins

Nacido en Mar del Plata en 1977 y establecido en Buenos Aires desde hace nueve años, Manuel Santos Iñurrieta formó su grupo El Bachín junto a otros tres actores (Carolina Guevara, Julieta Grispan y Marcos Peruyero) en la búsqueda de un lenguaje común que privilegiara una temática ligada a lo político. Tal vez, la historia de este grupo (que desde hace un año cuenta con sala propia en Parque Patricios) pueda resumirse en sus espectáculos Siberia, obra en la que en 2002 habló acerca del exilio económico de muchos argentinos, Charly, en la que poco después ponía el foco sobre las costumbres del poder, y Lucientes, espectáculo que, partiendo de la obra de Goya y del teatro de Brecht, elaboró un homenaje a los desaparecidos de la última dictadura. En estos días, el grupo acaba de reestrenar Crónicas de un comediante, versión de una obra que Santos Iñurrieta montó en Mar del Plata junto al actor Esteban Padín, que se hizo merecedora de los Premios Estrella de Mar 2007 a Director y Mejor Espectáculo Marplatense.

En esta oportunidad es el mismo Santos, también autor del texto, quien interpreta a este comediante conflictuado, en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543). Se trata de un personaje de múltiples facetas, una extraña mezcla de Chaplin, José Marrone y Alberto Olmedo. Encerrado en los límites de su casa, el cómico monologa acerca de su propia condición de artista, por momentos transformado en un brillante conferencista que dicta al público una serie de clases magistrales acerca de temas ligados al devenir de la humanidad. ¿Cuál es el sentido del contradictorio comportamiento de este personaje? A Santos Iñurrieta le interesa subrayar la relación entre la historia y la producción artística: “Son tan fuertes las contradicciones históricas que sufre este personaje – explica Santos en una entrevista con Página/12– que intenta encontrar una verdad que las resuelva. Pero, finalmente, asume el conflicto que estas contradicciones le plantean sin quedarse encerrado en cuatro paredes”, resume.

–¿Es una forma de romper con una actitud solipsista?

–Es que alguien puede ser el mejor artista del mundo, pero si no dialoga con la sociedad, con el presente y con la historia, va a terminar encerrado en el living de su casa, actuando como en una forma de regodeo personal. Por eso este comediante toma los temas que desarrolla en su discurso: el nacimiento de las sociedades, las etapas del arte y la creación de las vanguardias. Todo puesto en un marco histórico, porque el arte va de la mano de la historia. Dialogando entre sí en una dialéctica permanente.

–¿El Bachín cree en el teatro didáctico?

–Sí, creemos en lo didáctico que puede ser el teatro, tenemos en cuenta al público, plantearnos preguntas y construir sentido. Creemos que el teatro es un elemento de transformación social porque pensamos que puede mejorar la sociedad, aunque sabemos que con el teatro sólo no basta.

–¿Cómo dan forma a sus espectáculos?

–Nosotros partimos de lo que nos pasa y de lo que queremos contar. Hicimos en 2001 un espectáculo llamado Siberia en el que tocábamos el tema de la necesidad de irse o no del país. Luego hicimos Charly, que tenía que ver con la construcción del poder. Fuimos formándonos, definiendo gustos e inquietudes. Así llegamos a la idea brechtiana de lo épico, del teatro que manifiesta. Nos preguntamos acerca de cuál sería el relato épico de nuestra generación.

–¿A qué conclusión llegaron?

–Intentamos respondernos con las propias obras. Desde Crónicas de un comediante, que habla de la profesión de actor desde un personaje con una impronta bien rioplatense, tenemos la actitud de bucear en la historia reciente o pasada e ir a la confrontación con la historia del presente, donde se encuentran los elementos de lo épico. Es decir, más allá de los recursos formales, de lo estilístico del montaje, que es lo que suele definir el teatro épico de Brecht. En la obra se habla de los dueños del pensamiento único que avanzan y retroceden en su evolución en el desarrollo de la historia. Pero como no somos nihilistas cuando observamos la historia sino que creemos en el cambio y la transformación, sabemos que esto es así por el momento, porque el orden de las cosas se puede trastrocar. Esto puede parecer romántico, pero así somos nosotros.

–No es ésta una postura habitual entre teatristas de su generación.

–Es que nuestra generación, nacida durante la dictadura y formada en los ’80 y los ’90, fue pensada como gente que no quería meterse en política porque es mala cosa. Con la idea de que no hay que estar en Actores, en Argentores, ni en una sociedad de fomento de barrio, porque es perder el tiempo. Nosotros queremos decir lo que queremos decir y hacer las cosas ahora. Y definimos nuestro teatro como independiente, pero no porque vemos con malos ojos al teatro oficial o comercial, sino porque no queremos esperar a que nos vengan a llamar.

–¿Cuál es su función en el Centro Cultural de la Cooperación, en el área de teatro?

–Trabajar en cómo diagramar una cartelera de teatro de arte que pueda contener diferentes estilos y generaciones.

–¿Su modo de entender el teatro también se extiende a la programación del CCC?

–Bueno, éste es un centro cultural anticapitalista, antiimperialista y de izquierda, así definido en su “carta magna”, desde su fundación...

–¿Cuál será su próximo estreno?

–Se llamará Teruel y será una obra sobre la Guerra Civil Española, sobre los artistas en el frente de batalla. Unos argentinos voluntarios ensayan una obra para unirse al Comité de Teatro de Urgencia, un llamamiento que Rafael Alberti había dirigido a artistas, campesinos, obreros e intelectuales, para llevar obras al frente de batalla.

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Manuel Santos Iñurrieta cree en la posibilidad de un teatro “didáctico”.
Imagen: Pablo Piovano
 
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