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Viernes, 8 de abril de 2011

TEATRO › INGRID PELICORI ESTRENA EL AIRE DEL RIO, DIRIGIDA POR MANUEL IEDVABNI

Recorrido por los géneros rioplatenses

La obra de Carlos Gorostiza, que se verá desde hoy en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín, es “casi una historieta” que aborda el sainete, el grotesco y el melodrama, según la protagonista. En escena, la actriz encarna a tres mujeres de épocas muy diferentes.

 Por Hilda Cabrera

Los tres personajes de El aire del río se preguntan si han cambiado, si responden o no a un mandato que acaso importe tanto como ser fiel a sí mismos. La inquietud no es pareja en los tres, pero sus disquisiciones y contrapuntos no exentos de humor dan continuidad a un relato que se de-sarrolla en diferentes épocas. En principio, alrededor de 1800, en el Virreinato del Río de la Plata; luego, durante la oleada inmigratoria de comienzos del siglo XX y en años recientes, con un corte en 2001. La obra pertenece a Carlos Gorostiza y se estrena hoy en la sala Casacuberta del TGSM, dirigida por Manuel Iedvabni. El lenguaje utilizado difiere en cada tramo. El de la colonia –según precisiones del autor– se basa en El amor de la estanciera, sainete en verso de autor anónimo escrito entre 1792 y 1780, y en investigaciones de María Beatriz Fontanella de Weinberg. Para la etapa inmigratoria, el aporte proviene de la memoria personal de Gorostiza y los sainetes de comienzos de 1900. Estos saltos en el tiempo exigen intérpretes dúctiles y ciertas modificaciones. La acción avanza y la actriz Ingrid Pelicori será sucesivamente Isabel, Isabelle e Isa, sin que estas señoras pierdan la condición de mujer otrora deseada por los otros personajes, interpretados por Alejandro Awada y Pompeyo Audivert. “No teníamos idea de la oralidad vigente en la época de la colonia, aunque por algunos investigadores y relatos de viajeros se pudo saber que en algunas zonas y períodos predominó la pronunciación andaluza. Estos estudios guiaron a Gorostiza y nuestro trabajo”, sostiene Pelicori, en diálogo con Página/12.

–¿Actuar esos distintos lenguajes sintetiza parte de su trayectoria?

–En un punto, sí. El año pasado actué en 1810, una obra de Martín Coronado sobre la época colonial; y después en El conventillo de la Paloma, de Alberto Vacarezza, donde hice de Gallega, un trabajo que dejé estos días porque ya había acordado mi compromiso con el San Martín. El río... se juega alrededor de un malentendido amoroso y se relaciona con aspectos de nuestra historia, pero tiene un sentido y un tono distinto a aquellas obras.

–¿Se refiere a los hechos que se desarrollan afuera de la casa y afectan a los personajes?

–Esa casa es un refugio para los tres, para el revolucionario y para los que no se comprometen y prefieren permanecer en su hogar; también el lugar donde aparecen las grandezas y miserias de cada uno. Pero el tono no es dramático, incluso cuando disputan o muestran fastidio surge el humor. Muestra una forma de saldar cuentas en torno de un triángulo amoroso y reflejar cuestiones políticas. Es casi una historieta y un recorrido por los distintos géneros teatrales rioplatenses. Me refiero al sainete, el grotesco y el melodrama.

–Donde se reiteran logros y frustraciones característicos de una sociedad...

–Desde el exterior llega el sonido de unas sirenas que alarman, y eso es reconocible, como la actitud de los que se atreven o la de quienes dan la espalda a lo que debiera interesarles. La propuesta es siempre lúdica, pero sin perder profundidad. Nuestra experiencia como elenco es placentera porque nos entendemos bien y podemos ir quitándole capas al texto y a cada situación planteada. Tanto Pompeyo como Alejandro son muy receptivos al juego que propone cada uno y a la dirección de Manuel Iedvabni, quien da mucha importancia al trabajo del actor. Manolo me dirigió en Conversación en la casa Stein sobre el ausente Sr. Von Goethe, La buena persona de Se-Chuan, Grande y pequeño... Su trato es muy estimulante para los actores.

–¿Tan inspirador como leer poesía en un escenario?

–Me gusta todo lo relacionado con la poesía. En la noche del 26 al 27 de marzo, presenté Borges y el infinito tango en el evento Noche en Vela. Me acompañó Antoliano Rojas en guitarra. Con Leonor Manso estamos organizando Los poetas de Mascaró, en el Centro Cultural de la Cooperación. La idea es rescatar el trabajo de los poetas que integraron el Grupo Mascaró, en los años ’70, muchos de ellos salidos del taller de poesía de Mario De Lellis. Entre los primeros estaban Leonor García Hernando, Sergio Kisielewsky, Luis Alonso y Nora Perusin. Entonces era un espacio de reflexión política y social que ahora con más poetas se quiere preservar. Mascaró está muy marcado por la dictadura y la posdictadura. A este grupo perteneció gente que fue secuestrada y desaparecida, como Claudio Alejandro Ostrej y María Elena San Martín de Valletti. Estrenaremos Los poetas... en junio, dentro del Festival Internacional de Poesía. También en el Centro, pero en julio o tal vez en agosto, voy a actuar en Espectros, de Henrik Ibsen, con dirección de Mariano Dosena.

–¿Usted reflexiona sobre su oficio?

–Provengo de una familia de actores. Mis padres y mis tíos actuaban. Mi madre es Iris Alonso y mi hermana Irina también actúa. Recuerdo que, de chica, la actuación me parecía una ocupación extraña. Veía a mi padre Ernesto Bianco disfrazado arriba del escenario y aplaudido por la gente, y mientras lo observaba sentía que estaba espiando cosas que eran sólo de él. Después supe que al actuar una juega con todas esas posibilidades de ser otro, juegos que no nos permitimos fuera de la actuación. Esto me sigue sorprendiendo, por misterioso y atractivo. Reflexiono sobre la actuación y compruebo que no termino de comprender qué es realmente. Y me encanta que sea así, porque es ponerle el cuerpo a un enigma.

–¿Se distancia del personaje mientras está en escena?

–Hace años tuve ese extrañamiento en un escenario. Me pregunté qué pasaría si dejaba todo y me iba. ¿Quién me obligaba a decir palabras que escribió otra persona un montón de años atrás? Si uno piensa de esa manera siente que eso que hace es un absurdo. Peleo para que no lo sea, para que poner el cuerpo y la energía valga la pena.

–¿Qué sostiene una ficción?

–El placer por el trabajo. Arrojarse al juego con toda la seriedad que ese juego permite, y disfrutarlo.

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Ingrid Pelicori viene de una familia de actores: es hija de Iris Alonso y Ernesto Bianco.
Imagen: Pablo Piovano
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