Viernes, 25 de abril de 2014 | Hoy
TEATRO › RICARDO BAULEO (1946-2014), COMEDIANTE ENTRE DOS MUNDOS
Así como en el cine se lo recordará casi solamente por su personaje de Los superagentes, la saga de comedias más exitosa de la última dictadura militar, en teatro Bauleo supo lucirse en piezas de Molière, Discépolo y Roberto Cossa.
Por Oscar Ranzani
El actor Ricardo Bauleo murió ayer por la mañana a los 67 años, como consecuencia de una larga enfermedad. El deceso se produjo en el Hospital Español, donde había sido llevado hace unas semanas desde la Casa del Teatro, en la que Bauleo debió pasar sus últimos tiempos debido a que no tenía un buen pasar económico por el hecho de estar casi sin actividad artística. Si bien construyó una carrera tanto en cine como en teatro a lo largo de casi medio siglo, Bauleo –que debutó en la pantalla grande junto a Carlitos Balá en Canuto Cañete y los cuarenta ladrones (1964)– será recordado principalmente por interpretar a Tiburón en la saga de nueve películas de Los superagentes, donde integró un trío junto a Julio De Grazia (Mojarrita) y Víctor Bo (Delfín).
La primera de la saga fue La gran aventura, en 1974, dirigida por Emilio Vieyra, director argentino fallecido en 2010, que fue fuertemente cuestionado por sus películas pro régimen durante la última dictadura cívico-militar. Los superagentes no escapan a eso; primero, porque la mayoría de estos films fueron hechos por distintos directores durante la etapa más nefasta de la Argentina y, en ese sentido, como el humor no carece de ideología, la idea de personajes de una agencia de inteligencia llamada Acuario que salvarían al mundo no resulta difícil asociarla con el clima de época reinante en la Argentina de los ’70. Si bien Los superagentes no exteriorizaba una defensa explícita de la dictadura como otras películas (por ejemplo, La fiesta de todos, de Sergio Renán), tampoco era inocente su mensaje parapolicial. Al menos, dejaba el camino para una posible interpretación en un contexto de horror del país.
Basta con conocer el argumento de Los superagentes biónicos, dirigido por Mario Sabato, el hijo del escritor Ernesto Sabato, que firmaba sus películas bajo el seudónimo Adrián Quiroga, para entender esos mensajes. La institución Memoria Abierta, que realizó el catálogo “La dictadura en el cine”, definió respecto de Los superagentes biónicos que “a partir del uso de tecnicismos de la jerga policial y militar, y combinando una serie de gags con persecuciones y enfrentamientos armados, el film construye un heroísmo basado en la espectacularidad de las acciones realizadas por este grupo parapolicial para enfrentar y aniquilar al bando enemigo”.
Además de trabajar en Los superagentes, Bauleo también participó en varias comedias clase B de Vieyra: Sangre de vírgenes (1968), Villa Cariño está que arde (1968) y Yo gané el Prode...¿y Ud.? (1973). En 1996 volvió a participar a las órdenes de Vieyra en Adiós abuelo, film en el que el realizador parecía hacer una defensa de la apropiación ilegal de menores. Bauleo también compartió elenco con el popular cantante Sandro en La vida continúa (1969) y Gitano (ambos films también dirigidos por Vieyra).
A pesar de haber actuado en Flor de pito, de Gerardo Sofovich, Bauleo tuvo una prolífica carrera en teatro que no puede considerarse menor: fue parte del elenco de Una viuda difícil, de Conrado Nalé Roxlo (1961), junto a Aída Luz y Osvaldo Terranova; El burlador de Sevilla (1961), de Tirso de Molina; La doncella prodigiosa, de Alberto Zavalía (1961); Tartufo, de Molière, con dirección de Carlos Gorostiza (1964); Una extraña pareja, de Neil Simon (1967), con Beba Bidart, Rodolfo Bebán y Gianni Lunadei. Un repaso de su extensa carrera teatral también marca que Bauleo formó parte del elenco de otras obras importantes como Haceme trampas, querido, de Abel Santa Cruz (1984), y La nona (1991), de Roberto “Tito” Cossa. En 2002 tuvo dos interpretaciones destacadas en Mateo, de Armando Discépolo, y en El conventillo de la Paloma, de Alberto Vacarezza.
La televisión fue el medio que Bauleo menos transitó. Aun así, ya en 1963 hizo su primera aparición en la pantalla chica: Copetín de tango, junto a Julio Sosa. Y en este siglo trabajó para Pol-ka en Son de Fierro (2005). El año pasado había vuelto al escenario de la mano de José María Muscari, con la obra Póstumos, además de tener participaciones televisivas en Todos contra Juan y en Historias del corazón.
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