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Sábado, 17 de septiembre de 2016

TEATRO › MARIANO MORUJA Y GERARDO SCHWARTZMAN HABLAN DE ENSAYO PARA UNA RENUNCIA

Cómo decirle “no” a la abundancia

Son amigos desde la secundaria, pero nunca habían trabajado juntos. Uno es director y músico; el otro, actor. Entre ambos escribieron esta obra en la que un hombre quiere renunciar a su trabajo, pero le cuesta porque quiere a su jefe, entonces ensaya lo que va a decir.

 Por María Daniela Yaccar

Mariano Moruja y Gerardo Schwartzman son amigos desde que iban a la escuela, pero trabajan juntos por primera vez. Moruja tiene una destacada carrera en dirección coral y desde los veinte años se desempeña en sus tres pasiones: docencia, teatro y música. Por su parte, Schwartzman es un actor porteño que vive hace más de treinta años en su “lugar en el mundo”: El Bolsón. Ensayo para una renuncia, obra en la que Moruja dirige a Schwartzman, es una creación que tiene un pie en Buenos Aires y otra en ese paraíso de cerros, bosques y lagos. El músico terminó de escribirla aquí, pero los ensayos fueron allá, en una casa en medio de la montaña. No es exactamente un unipersonal: un hombre llamado Pedro quiere renunciar a su trabajo pero le cuesta, porque quiere a su jefe. Y en la obra ensaya esa renuncia. Prueba qué es lo que le va a decir cuando llegue el momento. Ernesto, el jefe, está presente: es un muñeco. Mientras ensaya la renuncia, Pedro recibe varias llamadas telefónicas que lo interrumpen.

Moruja plantea que en la obra aparece cierta “abundancia” que queda fuera de contexto para los tiempos actuales. Es que la terminó de escribir en mayo de 2015 y no imaginó entonces que iba a ser raro, ahora, hablar de un hombre que quiere renunciar a su empleo. “El tipo piensa en cambiar de vida para bien... no sé si hoy escribiría algo así. Piensa en mudarse a algún lugar más chico, o sea que vive en una casa grande. Hay una abundancia de recursos”, sostiene el director en el Centro Cultural Rojas (Corrientes 2038), donde la obra se presentará durante lo que queda de septiembre y todo octubre, a las 22. Según define, éste es el material más específicamente teatral de su trayectoria. “Dirigí siempre teatro más asociado a lo musical”, agrega.

Ensayo para una renuncia fue escrita especialmente para su amigo. Schwartzman es un actor y docente querido y reconocido en su tierra elegida. Cuenta con una serie de “recursos” que Moruja decidió aprovechar: el humor, por ejemplo. “En mis actitudes suele aparecer el homenaje. Gerardo hace desde fines de los ‘90 un unipersonal de un cuento de Fontanarrosa, Medieval Times. Lo vi mil veces; es brillante. Hay un interés mío en acercarme a ese lenguaje. Gerardo es un tipo simpático, porteño, amigo, su pensamiento avanza declarando una cosa y haciendo una acotación al margen. Son cosas de Fontanarrosa que están en Ensayo...”, explica el director. El espectáculo toma como punto de partida la renuncia al trabajo pero también tiene que ver con los vínculos: mientras conversa con Ernesto, a Pedro lo llaman la madre, la hija, un amigo. El público no escucha lo que esos interlocutores dicen: tiene que hacer un trabajo de deducción.

“La pienso como una obra para un actor, no como un unipersonal. Porque el público no se siente interpelado. Hay cuarta pared. Uno observa un rato privado en la vida de alguien. El personaje habla de distinta manera con cada persona que llama. La información no está presente. Hay que inferirla. Hay una búsqueda profunda en cómo hacer avanzar la información, ya que no se escuchan todas las cosas”, define Moruja.

En febrero del año pasado se le ocurrió la historia y empezó a escribir. Rápidamente, en mayo, finalizó, y una semana de cada mes se instalaba en la casa de Schwartzman. “Trabajar con Mariano me permitió un crecimiento como actor, porque nunca había trabajado desde una mirada como la suya”, asegura Moruja. Aclara la dupla que muchos elementos de la obra fueron hechos en el sur, como Ernesto, el muñeco. El jefe bueno cuya imagen resultó de la observación de Moruja en la calle, que tomaba retratos para pasarle a Nicolás Casalnuovo, el artista que lo diseñó.

Ensayo para una renuncia estrenó en El Bolsón, en palabras de Schwartzman “un polo teatral alucinante, muy serio y laburador”. Mientras ofrecen funciones en el Rojas, estarán viajando a diferentes ciudades, como Colón, Rosario, Santa Fe y Gualeguaychú. En noviembre, finalizado este “periplo”, la llevarán a localidades del sur.

–Schwartzman, ¿en qué sentido cree que creció al trabajar con Moruja?

Gerardo Schwartzman: –Su mirada como músico sesga la mirada sobre el texto teatral, lo pone en otro lugar. Escucha algo distinto a lo que escuchamos los actores: su ritmo interno es musical, el mío es teatral. Sumarme su musicalidad es un regalito que me hizo. Me perfeccionó el decir.

Mariano Moruja: –Hay un montón de claves internas. Escribí una música que tiene la misma estructura formal que toda esta pieza. Las mismas repeticiones y variaciones sobre el tema. Argumento uno, llamado uno; argumento dos, llamado dos… Hay toda una construcción en juego, con toda la serie de ingenuidades y tonterías que se dicen.

–¿Cuál fue el germen de la historia?

M. M.: –Fue una luz que se prendió. La renuncia no es algo personal, porque las elecciones que hice en mi vida son súper felices. Una tesis de la obra es que uno es más inteligente cuando da un consejo que cuando tiene que arreglarse con sus propias cosas: Pedro inventa un argumento para renunciar.

–La manera en que aparecen los interlocutores en la obra, no estando presentes pero al mismo tiempo sí, es una de sus particularidades. ¿Cómo trabajaron esto?

G. S.: –Una tarea para el hogar fue escribir los textos de mis interlocutores. Textos que aprendí: los escucho en mi cabeza. La misma rigurosidad que tengo para el texto de Pedro, la tengo para aquellos. Algunos espectadores dicen que logran ver a la madre, la hija, el amigo, Ernesto… que pueden ver las caripelas. Ese laburo, el de los textos, alivianó mi trabajo, porque no hay tiempos muertos. Y el diálogo está. El argumento del otro tiene peso.

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“Esta es una obra para un actor, no un unipersonal”, dicen Moruja y Schwartzman.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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