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Lunes, 19 de septiembre de 2016

TEATRO › SE CELEBRó LA PRIMERA NOCHE DE LOS TEATROS PORTEñOS

Escenas de una velada distinta

En sus dos escenarios principales, el Polo Circo y el anfiteatro del Parque Centenario, se trató de un encuentro marcadamente familiar. También hubo descuentos en salas comerciales, pero faltó que la programación contemplara al teatro independiente.

 Por María Daniela Yaccar

En sus dos escenarios principales, el Polo Circo y el anfiteatro del Parque Centenario, La Noche de los Teatros fue un encuentro marcadamente familiar. En el primero, ubicado en el barrio de San Cristóbal, había ansiedad por Stravaganza, la megaproducción de Flavio Mendoza, que –como todo lo que se podía ver en el Polo el sábado por la noche– se presentaba con entrada gratuita. En Parque Centenario, padres e hijos hacían filas para sumarse a diferentes atracciones de una feria, como un taller de mimo o juegos de actuación. Mientras, en el anfiteatro se sucedían hasta bien tarde diferentes espectáculos. Organizada por el Ministerio de Cultura porteño, La Noche de los Teatros convocó a miles de personas desde las 19 hasta las 2.

Con todo lo que se dice y se sabe acerca del maridaje entre la ciudad de Buenos Aires y el teatro, resulta llamativo que ésta haya sido la primera edición del evento. En la zona sur del conurbano bonaerense, en contraste, una propuesta similar tiene lugar hace cinco años. La Noche de los Teatros porteña integra una iniciativa más grande, llamada Noches de Buenos Aires. La primera fue una maratón de filosofía que se hizo en junio, y en los próximos meses habrá jornadas dedicadas a la música, los museos y los templos. El sábado, aparte del acceso gratuito a dos escenarios principales, hubo performances en esquinas y funciones en distintos espacios –comerciales, independientes y oficiales– con descuento o entrada gratuita.

En el Polo Circo, donde la noche comenzó con la actuación del grupo Improcrash, hacía fila mucha gente del barrio, que ya conocía el espacio. Un vendedor aprovechaba la ocasión para ofrecer chupetines. Al margen de estar trabajando, tenía también su pase gratuito. Se sentía afortunado porque ya había visto Stravaganza, Estados del tiempo, que era, parece, lo que una buena parte del público iba a ver. Como Rosángela, una brasileña, vecina de San Cristóbal. “Es muy importante que los espectáculos sean gratuitos en el momento en que estamos. Aparte, Stravaganza, gratis… ¡espectacular! Hay que aprovechar”, decía la mujer, con entusiasmo, en una de las carpas del Polo. Al lado de un stand de maquillaje artístico, estaban expuestos trajes que Florencia de la V usó en algunas presentaciones del show y a los que los asistentes tomaban fotos con sus celulares.

Elisa también vive cerca del Polo y asistió esa noche con un grupo muy numeroso: sus hijos y chicos a los que estaba cuidando. “Me enteré en el barrio que había espectáculos gratis”, contó. Aunque por un momento parecía que seguiría lloviendo, el clima finalmente colaboró y, cuando empezó la función de Improcrash, Elisa y todos los chicos se acomodaron en el piso, frente a un escenario montado al aire libre, con dos pantallas a los costados, y bajo un cielo de poquísimas estrellas. La imagen se repetía: padres con sus hijos; chicos observando sentados en los hombros de sus papás. Rosalía, en cambio, estaba sola. Boliviana, de 26 años, vive en uno de los tantos edificios que rodean al Polo. Era la primera vez que iba a ver teatro. Ni sabía cuáles eran los espectáculos. Sí acostumbra a ver circo en las carpas ubicadas en Juan de Garay al 2200.

Pasadas las 19, Laura Oliva presentó La Noche de los Teatros que, allí, se completó con la actuación de Omar Calicchio y un show musical con Juan Rodó, Marisol Otero, Melania Lenoir, Eluney Zalazar y Roberto Peloni. En el otro epicentro de La Noche de los Teatros, el anfiteatro de Parque Centenario, se presentaron Circo contemporáneo, con dirección de Gerardo Hochman; En siete días, dirigida por Héctor Theting; Tango corrupto, con Sandra Guida; y Tercer cuerpo, de Claudio Tolcachir. A eso de las 21 el anfiteatro estaba repleto. Y había filas para participar de las atracciones que sucedían en carpas blancas: un taller de mimo, juegos de actuación, maquillaje artístico y teatro ciego, entre otras.

Otro eje de La Noche de los Teatros fue la movida callejera. Una de las zonas que ofreció performances artísticas fue el cordón de teatros sobre avenida Corrientes. No fue demasiado rimbombante. Esta cronista se cruzó, nada más, con un hombre disfrazado de Chaplin que hacía reír a los transeúntes jugando con el tráfico o interpelándolos, en Corrientes y Montevideo. En la calle de las salas comerciales el paisaje era el mismo que el de cualquier sábado: cientos de personas haciendo filas para ver las obras más conocidas. En una noche como ésa, en La Noche de los Teatros, la inactividad del San Martín cobraba, todavía, más gravedad.

El Teatro de la Ribera, el Sarmiento y el Regio ofrecieron funciones gratuitas de Cinelandia, La dama del mar (lo que atrae y espanta al mismo tiempo), Nada del amor me produce envidia y El Bululú. Antología endiablada. En el Centro Cultural San Martín, también con entrada gratuita, se presentaron Cosas que pasan; Las noches blancas; Brecht; Hombre viajando en taxi; y Sally, una farsa. Hubo descuentos en el Picadero, Metropolitan Citi y el Astral. Según los números oficiales, participaron 300 mil espectadores en la totalidad de las propuestas.

También se sumaron los espacios culturales Adán Buenos Ayres, el Centro Cultural Carlos Gardel, el Julián Centeya, el C. C. Resurgimiento y los teatros independientes El Opalo, Verdi, Catalinas Sur y Sala Crash. Así y todo, considerando la cantidad y la calidad de teatro independiente que hay en la ciudad de Buenos Aires, la programación dejó la sensación amarga de que no ha sido contemplado como lo merece. ¿Por qué no darle más lugar en los escenarios principales, por ejemplo? Quizá tenga que ver con esto la tensión que existe desde hace años entre los espacios culturales autónomos –que producen alejados de la lógica mercantil– y el macrismo. Por distintas razones, especialmente las clausuras, muchas veces por motivos absurdos.

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Hubo ansiedad por Stravaganza, la megaproducción de Flavio Mendoza.
Imagen: Bernardino Avila
 
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