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Jueves, 29 de septiembre de 2005

TEATRO › EL DIRECTOR ENRIQUE FEDERMAN HABLA DE “NO ME DEJES ASI”

La ambigüedad del sinsentido

Su montaje, pleno de humor y de intriga, plantea una serie de equívocos a partir de una situación dolorosa que nunca se revela.

 Por Cecilia Hopkins

Cuatro amigos –tres hombres y una mujer– lamentan la suerte de un quinto compañero de juventud. Se abrazan compungidos, se cuchichean palabras de consuelo y esperanza. Así transcurren los primeros minutos de No me dejes así, espectáculo que, con dirección de Enrique Federman, se presenta los viernes en el Teatro El Piccolino (Fitz Roy 2056). A poco de iniciada la acción, el lugar de encuentro refuerza su ambigüedad, al punto de que el mismo espacio podría funcionar como la antesala de una terapia intensiva o la de un velatorio. En esa primera escena no hay ningún subrayado que anticipe que la situación irá, poco después, a desmadrarse hacia el humor: habrá discusiones ridículas, antiguos resquemores, alianzas estratégicas y hasta declaraciones inesperadas. Solamente puede vislumbrarse el derrotero que tomará el espectáculo si se tiene en cuenta que los actores que integran el elenco (Eugenia Guerty, Claudio Martínez Bel, Néstor Caniglia y César Bordón) cultivan las artes del clown desde hace años. “Quería hacer un espectáculo en el que estuviesen presentes los más variados cambios de estado de ánimo”, explica el director en una entrevista con Página/12. Así fue como Federman pensó en improvisar con sus actores a partir de una circunstancia signada por el dolor, porque, según señala, “cuando las personas están en carne viva, cualquier cosa que otro les diga puede dar lugar a malos entendidos y propiciar viejos rencores, aunque también pueden surgir momentos de ternura”.
Federman precisa la situación en la que apareció en él el germen del espectáculo: “Fue el año pasado –cuenta–, cuando estaba viendo un Boca- River: sentí bronca, alegría, angustia, desesperación, burla, ternura, compasión... y pensé que me gustaría que un espectáculo teatral pudiese producir tantas emociones como el fútbol. Además de llevar al extremo el hecho de no decir nada, la ambigüedad del sinsentido”. Así fue armándose No me dejes... con intriga, humor, ternura, hasta con violencia. Como cuando dirigió Perras, espectáculo interpretado por Martínez Bel y Caniglia, también en esta oportunidad invitó al dramaturgo Mauricio Kartun a realizar una colaboración autoral “esta vez desde un lugar menos tradicional, aportando su punto de vista sobre las improvisaciones. Lo primero que le pregunté fue si creía que se podía sostener un espectáculo basado en la espera, pero no en la espera metafísica a lo Beckett”.
Como la respuesta de Kartun fue afirmativa, el director y los actores se dedicaron a componer una estructura de relaciones personales sobre el fondo de una angustiosa vigilia. “Quisimos trabajar sin subrayados para construir un humor invisible que nunca revela su artificio”, declara. Federman, quien comenzó a trabajar de payaso hacia fines de los 70 y, durante la primavera democrática, se dedicó a estructurar rutinas y luego historias unipersonales partiendo del modelo del cine mudo, llegó a la dirección y la docencia una vez que decidió que el clown lo estaba absorbiendo demasiado. “Clownstrofobia se llama el guión de un espectáculo que hasta el momento no estrené –cuenta– y no en vano se llama así: expresa lo que comencé a sentir luego de tantos años de dedicarme por completo al clown, haciendo giras por los lugares más insólitos. Me dije: o yo hago algo para transformar esto o cuelgo la nariz.” La respuesta a tanta actividad relacionada con lo clownesco llegó con la decisión de ponerse a dirigir a otros intérpretes. Su primera experiencia en ese sentido fue junto a Carlos Belloso en la exitosa Pará, fanático. Luego condujo en sus trabajos al mago Adrián Guerra, a la narradora Ana María Bovo y a Gerardo Baamonde y Marcelo Mazzarello, entre otros.
“La mirada humorística desde el trabajo unipersonal requiere de una gran disciplina, de orden y mucha conciencia. Porque cada intérprete tiene que detectar en sí mismo su propio humor para así potenciarlo”, subraya Federman, quien se reconoce aburrido del “chiste de payaso” más o menos clásico. “Eso ya no me conforma, a no ser que, como hacemos en No me dejes así, el chiste se convierta en algo más elaborado. El gracioso a mí ya no me hace reír, a menos que el personaje esté llevado a un límite.”
Al enumerar las claves del humor clownesco que subyace “disfrazado” en su nuevo espectáculo, Federman cita a Chaplin: “La vida en primer plano es una tragedia, pero en plano general es una comedia”. Esta aseveración le da pie para encontrar motivo de risa en lugares insospechados: “El humor se basa en mecánicas muy antiguas que siguen dando resultado, las mismas que se encuentran en el chiste de la calle y en el humor gráfico. El humor contiene un grado de desvalorización que debe estar vuelto hacia uno (como hace Pinti, que no para de reírse de sí mismo) o hacia terceros. Es el reírse del pelado o del narigón, del torpe o del distraído”, ejemplifica. ¿Qué otras reglas observa No me dejes así? “Recurrir a la repetición de un mismo suceso o crear en el espectador la idea de identificación, ya que eso mismo que le causa gracia de otro, bien podría pasarle a él mismo. Aunque también crear distancia entre el espectador y un suceso genera humor, porque se trata de un hecho dramático que le es ajeno a quien se ríe.” Federman sabe que hay que cuidar el tiempo justo para dar a conocer un remate y que también hay que contar con el elemento sorpresa: “Son artificios que el actor humorístico experimentado pone en juego con fluidez, sin que nadie los note: como los magos, se puede crear la ilusión de que se está creando de la nada”.

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La obra de Federman va los viernes en El Piccolino.
 
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