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Viernes, 4 de abril de 2008

TEATRO › DAMIAN DREIZIK HABLA DE SU ESPECTACULO LA MAÑA

“Mi partenaire es una roca”

En el unipersonal que se presenta en el C. C. de la Cooperación, el actor busca otra óptica para el tema del náufrago: a diferencia de Robinson Crusoe, el personaje de Dreizik no encuentra la manera de salir adelante en una isla desierta.

 Por Sebastián Ackerman

“Yo soy un tipo que trabaja con el humor como mirada. No me especializo en hacer chistes, pero sí me interesa trabajar el humor como una mirada, como una forma, más que el humor en sí o tratar de lograr el efecto humorístico”, dice en la entrevista con Página/12 Damián Dreizik, y se aleja del mito del artista bohemio que disfruta del caos creativo: “Quizá donde tengo más control sobre lo que pasa, y por ende puedo disfrutarlo, es en el teatro, en los unipersonales o monólogos. Ahí tengo absoluto control y dominio de la cuestión. En otras actividades uno está supeditado a los soportes, al medio, a los otros...”. Ahora, además de sus participaciones en Day Tripper por la Rock & Pop, está presentando la tercera temporada de La maña los viernes a las 22 en el C. C. de la Cooperación (av. Corrientes 1530), unipersonal en el que es un náufrago que queda solo en una isla desierta y no se da maña para sobrevivir.

Desde los tiempos de Los Melli (el dúo que compartió con Carlos Belloso de 1987 a 1995), Dreizik nunca paró: estuvo en cine (¿Sabés nadar?, Sol de otoño y Herencia, entre otras), en televisión (Delicatessen, Todo por 2 pesos y Disputas, por ejemplo), en teatro, dirigiendo o actuando (La máquina de negar toros, Cómico Stand Up, Negra matinee), y cuenta que La maña “apareció por un texto mío que no tenía que ver con el naufragio. Yo venía investigando el tema de los naufragios hace unos años. En un momento fueron como dos ideas que se me cruzaron, dos temas que se aparearon y salió una asociación del náufrago, el tipo que tiene que sobrevivir en un lugar, pero no tiene maña, el genio o la astucia para resolver estos problemas, que se pueden trasladar a la vida en la ciudad: cómo subsistir, conseguir trabajo, lo que sea. Eso me parecía interesante: la ausencia de la maña anula al náufrago. ¿Cómo llevarlo al límite? Esa era la idea. La maña es más picardía, cómo sobrevivir, cómo ingeniársela. Si no hay eso, empiezan a aparecer otras cosas”, reflexiona.

La intención, entonces, era contar esa historia: una situación trágica, “porque es un personaje que naufragó, que está en una isla, no tiene socorro, nadie lo rescata, no sabe darse maña para resolver sus cuestiones –argumenta–, entonces desde ahí aparece la reflexión y esto descomprime. Pero está todo en un contexto. Estas reflexiones están dentro de un contexto. La idea de la obra es contar una historia, en un lenguaje y una forma particular”, una especie de Robinson Crusoe invertido, a través de “un tipo que vivió encerrado en un departamento y que no sabe qué hacer cuando naufraga y se queda solo en una isla”. Es ahí en donde “las características de lo cotidiano aparecen pero como lenguaje, no como chiste tan marcado: es lo que le pasa al sujeto, puesto en otra situación”, resalta.

–¿Por qué genera su humor desde esa tragedia?

–Sí, conozco mecanismos del humor y me interesa contar la historia desde un lugar. Es la mirada: si ves una tormenta que se viene podés mirarlo de una manera trágica o de otra forma... Es poner el ojo, la perspectiva, en otro lugar del tema. Podría haber encarado el tema del naufragio de una manera trágica, pero elegí correrme, verlo desde otro lugar. Quizás el humor aparece en el lenguaje, en ciertos balbuceos y trampillas del lenguaje en los que me interesa meterme, las palabras, cierta asonancia o forma de decir algunas cosas. Pero la intención en mi caso es alejarme cada vez más no del humor, sino de la búsqueda obsesiva de lograr la gracia. En ese sentido, La maña es cada vez más dramático, cada vez apunta más a la narración.

–¿Cómo maneja el tema de estar solo en el escenario?

–Para eso la dirección es muy importante, porque tengo un recorrido muy claro en la obra. Mi intención también era en este caso tener un compromiso con el cuerpo, meter el cuerpo, que esté a la par de lo que se dice y corporalizar las palabras, los estados. Me tiré a la pileta. No soy un especialista dotado corporalmente, pero la idea fue meter el cuerpo lo más posible, y estoy en un círculo blanco, con una roca: no hay de dónde agarrarme. Salvo la roca no tengo partenaire, no tengo nada... la idea era aislarlo al personaje, que quede expuesto. Y justamente en esa situación ver cómo darse maña para transitarla.

–Su trabajo con Los Melli nació en el Parakultural. ¿Hoy puede existir un espacio como ése?

–Como el Parakultural no, porque pertenecía a una época, a unas personas, a un momento histórico; era otra generación. Igual yo creo que siempre estos lugares aparecen. Por ahí tiene que ver con determinado momento histórico; en ese entonces era posdictadura, y eso abrió la tapa. Igual, creo que ahora pasan otras cosas que yo desconozco, porque en esa época los de mi generación teníamos 20 años, y quizá ahora los de 20 años están construyendo otra cosa que no tiene que ver con la forma de un teatro, pero sí aparece en otros lenguajes, como Internet. Todo está ahora tan mediatizado y globalizado... El Parakultural tenía algo de secreto, de boca a boca, y hoy no funciona así. Hay más gente también. Debe haber lugares donde se experimente. Con otras formas, con otros nombres, pero debe haber.

Dreizik está trabajando sobre una novela que empezó a escribir cuando tenía 21 años, hace ya dos décadas, a la que cada tanto vuelve para retocar algunas líneas. “Quedó ahí”, confiesa. “La idea de la escritura siempre está también. ¡En algún momento aparecerá, eh! Por ahí la quemo, por ahí alguien la publica, por ahí queda en alguna pescadería como envoltorio...”, se ríe. Pero luego se pone serio: “El ejercicio de escribir siempre es interesante, porque es como un alimento. En mi caso va a la par de la actuación: a veces siento que soy un actor que escribe y a veces un escritor que actúa. Me gusta escribir, pero no me considero un escritor porque hay que dedicarle más de lo que yo le dedico. Yo escribo”.

–¿Hay alguna obra en la que le hubiera gustado especialmente participar?

–Tener un bolo en Patapúfete, de Pepe Biondi.

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“El Parakultural tenía algo de secreto, de boca a boca, y hoy no funciona así. Todo está mediatizado, globalizado.”
Imagen: Sandra Cartasso
 
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