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Viernes, 4 de abril de 2008

MUSICA › BLACK REBEL MOTORCYCLE CLUB DEBUTA EN LA ARGENTINA

“Me siento fuera de lugar en EE.UU.”

Esta noche en La Trastienda y el domingo en el Quilmes Rock, el trío de San Francisco mostrará su alquimia de sonidos. Peter Hayes, guitarrista y cantante, cuenta por qué vota a Obama y qué significa, hoy, estar disconforme con el sistema.

 Por Roque Casciero

Los Black Rebel Motorcycle Club aparecieron en San Francisco a principios de siglo, cuando el mundo pareció redescubrir de golpe que rockear era muy divertido y que había un verdadero poder en una guitarra eléctrica. Se habló de retro rock y, al fin al cabo, el trío formado por Peter Hayers (voz y guitarra), Robert Been (voz y bajo) y Nick Jago (batería) tomaba bastante de la visceral oscuridad de The Jesus And Mary Chain, el feedback de My Bloody Valentine y la locura eléctrica de Spacemen 3. Después los problemas (Jago se fue y volvió) y las inquietudes musicales propias los llevaron por otros caminos, desde el folk y el gospel hasta el blues y las melodías beatlescas. Paradójicamente, esto reforzó su identidad en lugar de diluirla. Y esta noche mostrarán todas sus facetas, desde la descarga de voltios hasta la intimidad acústica, en su debut porteño en La Trastienda. El domingo, en el Quilmes Rock, repetirán con un show más corto y seguramente más parecido a un golpe directo a la mandíbula.

Sí, lo de retro rock les iba bien a los BRMC, pero más por su búsqueda de polvorientos vinilos de donde sacar ideas, por su obstinación en una actitud que los vinculaba tanto con sus admirados poetas beat como con aquellos hippies del flower power: estos tres tipos creen que el rock puede cambiar al mundo, de una persona a la vez. Mientras al mercado musical le importan más las estatuillas doradas y las cifras de venta (o las que se pierden de vender por la piratería y otras yerbas), los BRMC buscan motivos más importantes por los que hacer canciones. “El suicidio es fácil, ¿qué pasó con la revolución?”, cuestionan en “Berlin”, un temazo de Baby 81 (2007), cuarto disco de la banda. Motivos les sobran para sentirse sapos de otro pozo: “Esa sensación es bastante constante y me la provocan los medios norteamericanos”, se ríe Hayes ante Página/12. “Me siento fuera de lugar en Estados Unidos, porque es increíble la cantidad de información inútil que nos fuerzan a tragar. Mirá American Idol, Gran Hermano, Quién quiere ser millonario y toda esa montaña de mierda que la gente absorbe con ganas: eso me hace sentir fuera de lugar. En cuanto a las compañías discográficas, eso es negocio y no me siento parte de eso. Quiero decir, me gusta hacer las cosas de otro modo dentro de ese sistema.

–¿Por que será que nadie hace un programa que se llame Quién quiere ser artista?

–¡Es cierto! Es muy extraño. No estoy seguro de que sea sólo en Estados Unidos, supongo que debe pasar en todas partes, pero yo hablo de mi país porque no crecí en otro lugar, entonces no me siento libre para tirarle mierda a otro país (risas).

–En una entrevista usted dijo que el capitalismo había destruido la cultura y culpó a los músicos que sólo se preocupan por el dinero. ¿Hay algún artista que considere ejemplo por el modo en que construyó su carrera?

–Eso era una cosa de los ’60 y los ’70, con gente que recibía dinero de las compañías de nafta, de las automotrices, de los pañales o el yogur, y entonces perdía credibilidad. Ahora las cosas cambiaron tanto que ves tomando ese mismo dinero a gente que antes hablaba en contra. Ves a Bob Dylan haciendo avisos... Capaz que las cosas cambian cuando te hacés más grande. Nosotros hicimos un comercial, pero las ganancias fueron para caridad. ¿Modelos de conducta? No sé, no creo que las bandas se vean a sí mismas en ese rol. Esto es arte y tenés que sobrevivir, así que a menos que tengas un hit, todo va a costarte. Cuando tenés un hit es fácil no hacer avisos porque no necesitás el dinero para pagar el alquiler. Para mí, lo importante es no acumular dinero con avaricia, no quiero hacer eso. Ojo, entiendo que otras personas quieran juntar todo el dinero que puedan, no tengo nada en su contra, simplemente no quiero vivir mi vida de ese modo.

–Pero si vive de ese modo, será una mosca blanca en el negocio de la música.

–(Se ríe.) Bueno, sí, a veces pareciera eso. Lo único equivocado para mí –esto es, para mi propia vida– es la acumulación egoísta. Y eso parece comprobarse con lo que hacen los gobiernos, que son absolutamente avaros: no me gusta la forma de manejarse de esa gente, así que tengo que alejarme todo lo posible de esa clase de comportamiento.

–¿El mundo está tan cínico que si uno dice que quiere una revolución lo caricaturizan? Porque a veces a ustedes les sucede eso.

–No sé si alguna vez dije que quería una revolución, lo que hice fue preguntarme qué pasaba con la revolución. Pero sí, nos han caricaturizado, del mismo modo que menosprecian y ridiculizan todo lo que es importante. Se supone que en eso radica la rebeldía y que la revolución es gente a la que no le importa un carajo de nada. Para mí eso es muy triste. Y es lo que quiere el gobierno, que no nos importe nada salvo pagar el alquiler. ¿Cómo controlás a la gente? Haciendo que se preocupe por boludeces, por ver si tienen el celular cargado o si tienen nafta en el auto. Convirtieron la revolución en gente a la que no le importa un carajo de nada y si prestás atención te caricaturizan. Eso es muy desagradable. No preocuparse por nada es hacer el juego de las corporaciones y los grandes negocios.

–En Estados Unidos el voto no es obligatorio. ¿Usted vota?

–Sí, siempre, aunque no parece importar demasiado, porque nunca ganan los candidatos que voto. Se hace difícil sentir que tenés una voz cuando perdés sistemáticamente... Pero, para mí, más que la elección cada cuatro años, lo importante es lo que hacés cada día preocupándote por cosas que no son aquellas que te obligan a tragar.

–¿Ya sabe por quién votará en las próximas elecciones?

–Sí, voté por Barak Obama en las primarias, pero no ganó en California. No sé, eso es lo que nos han dejado, pero supongo que estaría más contento votando a algún partido verde, porque no creo que los demócratas sean tan diferentes de los republicanos. Incluso Obama no es lo suficientemente diferente para mí, aunque me gusta el modo en que habla. Si miente, es un artista de la mentira, porque a mí me convence. No sé, quiero creerle, pero en lo que no creo es en los partidos.

–Con BRMC sí se acostumbraron a hacer cosas diferentes: después de dos discos muy eléctricos salieron con Howl (2005), acústico y espiritual. ¿Piensan dar otros golpes de timón tan radicales?

–Sí, queremos hacer cambios drásticos, aunque no estoy seguro cuán lejos podremos ir, porque no sé si nos interesa hacer arreglos orquestales, por ejemplo. En el campo de la música siempre está bueno ir lo más lejos que puedas. Se suponía que este disco iba a ser más drástico, pero terminó siendo una mezcla. Cuando digo drástico me refiero a un disco que tenga altibajos más pronunciados entre las canciones. Pero Baby 81 no parecía funcionar bien de ese modo.

–¿Y para dónde apuntarán esos cambios drásticos? ¿Más electricidad u otras direcciones?

–Las dos cosas. Ojalá podamos ir desde el silencio hasta la autodestrucción en una misma canción.

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“No preocuparse por nada es hacer el juego de las corporaciones y los grandes negocios”, dice Hayes.
 
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