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Jueves, 28 de abril de 2011

DANZA › DANA FRIGOLI Y SU OBRA LA MUSA DEL CAPRICHO, POR UN TANGO MENOS DRAMATICO

“Además del trabajo, es un placer”

La bailarina, protagonista y coreógrafa, analiza cómo la “visión esperanzada” del futuro ayudó a forjar la puesta de El Cubo.

 Por Carlos Bevilacqua

Como los demás géneros, el tango tiene sus lugares comunes. Tanto en su música y en sus letras como en su baile, suele primar un estereotipo de tono severo, grave, denso. Como si para interpretar el ritmo típico de la ciudad fuese necesario sufrir, aventurarse en reflexiones filosóficas o al menos adoptar un gesto adusto. Otro lugar común indica que hay que adorar la tradición, al punto de restringirse a un mismo puñado de clásicos como todo repertorio. Por si hacía falta, la última obra de la compañía DNI Tango, titulada La musa del capricho, viene a recordar que es posible romper con esos esquemas sin resignar por ello “tangueridad” y obteniendo resultados de mérito. Quien quiera remitirse a las pruebas puede hacerlo los jueves, a las 20.30 y hasta el 19 de mayo, en El Cubo (Zelaya 3053).

Las coordenadas permiten acceder a las peripecias de una mujer de veintipico en la búsqueda del amor de su vida. Una historia que se narra principalmente con danza, más allá de algunos recursos actorales que la orientan, siempre dentro de un tono liviano. “Creo que ese enfoque es consecuencia de una catarsis personal. Tras haber superado un período de mucho dolor por una separación, pude observar lo que me pasó en los últimos años de una manera diferente, hasta riéndome de mí misma”, justifica Dana Frígoli, bailarina protagónica, autora de las coreografías y directora de la compañía. “También influye que los integrantes de la compañía somos todos jóvenes y tenemos una visión esperanzada del futuro”, agrega. “Creemos que se puede construir un mundo mejor a partir de pequeñas acciones, como tratar mejor a tu compañero de trabajo o a la persona con la que compartís la cama.”

Acto seguido, Frígoli aclara que por haberse desprendido de ese peso dramático tan típico del tango no se vio impedida de contar “cosas fuertes”. En concreto, “la manera en que nos relacionamos en pareja, cómo ves al otro en un primer momento y cómo lo vas viendo después; también se habla de las herencias familiares que condicionan nuestro desarrollo personal”.

Pero si hay algo que distingue a La musa del capricho es la originalidad, belleza y precisión de las coreografías. Cuenta Dana: “Para montar esta obra ensayamos cuatro veces por semana durante seis meses. Fue tanto el esfuerzo que después del estreno nos largamos todos a llorar de la emoción”. Respecto a la naturaleza de los movimientos, señala: “Me gusta mucho mixturar lenguajes para aumentar la expresividad. El gran desafío que sentí esta vez fue cómo acercar los lenguajes de la danza, siempre tan lírica, y el teatro, que es mucho más terrenal”.

La banda sonora de la puesta también innova. En sus sesenta minutos de duración, el relato se desarrolla al ritmo de tangos y milongas poco transitados que se van intercalando con nueve piezas especialmente creadas para la ocasión por el músico Edgar Ferrer. “Trabajar con él fue bárbaro”, celebra la coreógrafa. “No lo conocía de antes, me lo presentó su hermano Fernando, el director general de la obra. Yo le llevé las coreografías y él compuso a partir de eso, dándonos la posibilidad de ir haciendo después algunos retoques.” Junto a Gastón Mazieres, guionista de la obra, Ferrer compuso además dos canciones que Dana se atreve a cantar, aunque desde una grabación, con resultados más que dignos.

Los dúctiles intérpretes de esas músicas son –además de Frígoli– Adrián Ferreyra, Maximiliano Carroz, Raúl Palladino, Rocío Lequio, Jonny Lambert, Virginia Vasconi, Juan Alba y Candela Ramos, a los que se sumarán pronto otros cinco bailarines como posibles reemplazos. Quien más, quien menos, todos se mueven con una calidad técnica que también tiene su explicación: “Puede sonar pedante, pero con Pablo Villarraza creamos en 1999 un método propio para bailar tango que se basa en la conciencia corporal y en las energías opuestas. Los bailarines de nuestra compañía se forman con ese sistema. Decimos que es una tecnología porque es técnica aplicada. Recién después de adquirido el dominio total del movimiento, empezamos a modificar las velocidades”.

Por lo demás, el grupo de DNI tiene varias características inusuales. A saber, trabaja todas las mañanas, de lunes a sábado, durante todo el año; desarrolla fuertes vínculos entre los bailarines a través de actividades recreativas, y cuenta con un espacio propio para ensayar, el mismo en el que cada miembro del ballet da y toma clases. De hecho, las de yoga y contemporáneo que deben recibir como parte de su formación las toman todos juntos y en el mismo lugar. “Cuando te formás al lado de tu compañero, los cuerpos sienten después mucha más confianza a la hora de interactuar”, argumenta Frígoli, para luego opinar que otra huella dactilar de la compañía es nada menos que el deseo. “Sentimos necesidad de bailar. Por eso lo vivimos con mucho entusiasmo. Además de un trabajo, es un placer.”

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“Ensayamos cuatro veces por semana durante seis meses: después del estreno nos largamos todos a llorar...”
Imagen: Bernardino Avila
 
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