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Jueves, 29 de octubre de 2015

DANZA › VUELO RASANTE, LA NUEVA VIDEOINSTALACIóN DE MARGARITA BALI

La especie humana en el aire

El espectáculo de la coreógrafa hace foco en la relación del hombre con los seres alados. Fiel a su estilo, Bali da otro salto en su búsqueda de fusionar danza con nuevas tecnologías. El resultado tiene algo de hipnótico, de ilusorio y de humor absurdo.

 Por Carolina Prieto

La propuesta es atípica. Sentarse en un sillón cómodo y contemplar por un rato el mundo onírico, aéreo y por momentos acuático que se proyecta en las paredes y sobre las esculturas múltiples que pueblan la sala. Dejarse llevar por imágenes de seres alados, peces que vuelan, hombres y mujeres que se mueven como si fueran aves, que imitan desde el movimiento de las alas hasta el paro en una sola pierna tan típico de ciertas especies, también caminatas o rotaciones de cabezas cual flamencos. Todo acompañado por una banda de sonido original que potencia el ambiente, con un juego de imágenes tomadas de la naturaleza a las que se superponen en muchos casos cuerpos humanos. El resultado tiene algo de hipnótico, de ilusorio, de humor absurdo. De esto se trata Vuelo Rasante, la nueva videoinstalación de Margarita Bali, una de las figuras emblemáticas de la danza contemporánea local, que dirigió junto a Susana Tambutti Nucleodanza, la compañía independiente que marcó la escena durante veinticinco años.

Bali estudió Biología y Fisiología en California antes de dedicarse de lleno al movimiento, y el universo de la naturaleza está presente en sus obras. Hace veinte años comenzó a fusionar danza con nuevas tecnologías y desde entonces ese bagaje parece cobrar aún más fuerza. La nueva propuesta se presenta en una de las salas del Estudio de Arte y Tecnología (donde además funciona su estudio de danzas) del barrio de Colegiales, una hermosa casona con jardín poblado de plantas y flores. Allí presentó el año pasado una serie de trabajos que daban cuenta de su recorrido por el cruce de lenguajes entre movimiento y tecnología. Esa vez las obras ocupaban varias salas y proyectaban al espectador hacia la infinitud del espacio, los planetas y también hacia el fondo del mar. Ahora, la muestra ocupa sólo la sala principal y hace foco en seres alados, en la posible relación del hombre con esos animales que se despegan de la tierra y se suspenden en las alturas.

“De chica con frecuencia soñaba que volaba, que estaba en peligro y me escapaba volando, haciendo un gran esfuerzo físico para remontar vuelo. Me atraía algo de estar arriba, espiando desde los techos qué sucedía abajo. El deseo humano de volar existe desde siempre, esa atracción por la ingravidez, por flotar. También me interesó la división que se dio en la evolución de las especies: todos venimos del agua pero los humanos somos mamíferos mientras que las aves vienen de los reptiles y desarrollaron la capacidad de volar. Y quise también volver al agua, a las profundidades; descubrir que allí abajo también hay animales con algún tipo de alas”, comenta Bali a Página/12. Esta conexión entre el agua y el aire aparece en las proyecciones de los peces raya sobre una pared de la sala: los saltos que pegan al salir del mar y abrir las aletas como si fueran alas para dibujar vuelos rasantes por unos segundos. También en una escultura roja de resina sobre la que se proyectan imágenes: “Es un tremoctopus, de la familia de los pulpos pero tiene como unas grandes membranas que cuando las despliega bajo el agua se mueve como si volara”. Sobre una de las paredes se proyecta uno de los videos más atractivos. La bailarina Carla Rímola, de vestido rojo, aparece rodeada de flamencos y ella parece ser uno más por la forma en que mueve su cabeza y se desplaza. En otro, Sandro Nunziatta se cuela entre un grupo de garzas e imita sus movimientos. Hacia la izquierda de la sala hay dos esculturas en altura muy particulares. Una es un torso humano con dos grandes alas. Sobre ellas se proyectan muchos pares de brazos o tal vez el mismo que Bali reproduce casi hasta el infinito. La otra escultura es una gran capa abierta de un derviche, “esos bailarines tradicionales de Medio Oriente que giran continuamente con esas polleras largas que parecen capas que se abren como alas”, explica. Y agrega: “Filmé al bailarín con esa misma capa y la proyecto sobre ella”.

Desde su mirada todo es danza: los movimientos de las especies en el aire y en el agua son coreografías y sobre ellas le interesó trabajar. “En mi trabajo el sustrato fundamental sigue siendo el cuerpo humano. Los dos primeros videos que se proyectan entrando a la derecha son los cuerpos de los bailarines, a quienes les di algunas consignas de movimiento en relación al mundo de los pájaros. O cuando superpongo los cuerpos de Carla y Sandro con otros paisajes”, explica. La edición es parte fundamental de su obra, evidente en las imágenes de los brazos multiplicados y en otras en las que, por ejemplo, un bailarín aparece dentro de una jaula. El último espectáculo que hizo con una compañía de bailarines fue Galaxias, en el 2013, junto al Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Desde entonces se concentró más en el trabajo con cuerpos proyectados. “Siento que fue un poco una despedida. Como coreógrafa siempre fui muy de poner el cuerpo, de montar sobre mí misma. Me resultó un gran esfuerzo sobre todo porque en poco tiempo tuvimos que dar forma a la obra. En cambio Vuelo Rasante me llevó un año de trabajo y pude tomarme ese tiempo. Cuando trabajás con una compañía y con un teatro no te podés dar ese lujo”, compara. De todas formas fantasea con la posibilidad de reponer algunos de sus solos de danza. Por ahora, los interesados en descubrir Vuelo Rasante pueden acercarse los jueves y sábados de 18 a 21 horas al Espacio Zabala (Zabala 3040) hasta el 7 de noviembre. La obra con música de Gabriel Gendin y los cuerpos filmados de Soledad Gutiérrez, Carla Rímola, Alejo Wilkinson, Sandro Nunziatta, Carlos Osatinsky y Fernando Pelliccioli, regresará en enero próximo y en abril va a reponer en la misma sala Hombre rebobinado, ese imponente montaje que incluye una videoinstalación con ocho proyectores sobre elementos escenográficos y que en esta vez contará con un intérprete en vivo.

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Vuelo Rasante puede verse jueves y sábados de 18 a 21 en el Espacio Zabala, hasta el 7 de noviembre.
 
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