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Domingo, 4 de octubre de 2009

CULTURA › JUAN SASTURAIN Y LA NUEVA TEMPORADA DE VER PARA LEER

“El objetivo sigue siendo el placer”

Este año, el escritor viajará a las provincias, aunque aclara que eso no significa una búsqueda de “literatura regional”. Sasturain disfruta el éxito del ciclo, pero también admite que “resaltó algunas fricciones latentes”.

 Por Emanuel Respighi

Dar con el paradero de Juan Sasturain no es tarea sencilla. No porque el escritor y ahora protagonista de Ver para leer (cuya tercera temporada se estrena hoy a la medianoche, en Telefe) haya adquirido aires de divo o se escude detrás de uno de los tantos representantes artísticos que sirven de filtro de las estrellas mediáticas. Nada más alejado de su forma de ser. Siempre bien predispuesto, el problema de encontrar al autor de Arena en sus zapatos para coordinar una entrevista radica justamente en que maneja tiempos propios de un escritor a la vieja usanza, donde la hora está dada más por la arbitrariedad del cansancio, el ruido de un estómago que pide algo que manducar, o la oscuridad que aparece tras la puesta del sol, que por las agujas del reloj con que se maneja cualquier hijo de vecino. De hecho, esta entrevista para hablar del comienzo de un nuevo año de Ver para leer se realiza horas antes del cierre de la edición, luego de infructuosos llamados a uno de los pocos celulares que están más tiempo apagados que encendidos. Eso sí: el que llama a la redacción para concretar la nota es el mismo Sasturain, pidiendo disculpas de antemano.

El programa que intenta despertar el disfrute por la lectura regresa a la pantalla con los recursos que supo convertirlo en una de las propuestas más interesantes que haya dado la TV local en lo que va del siglo XXI. Manteniendo la estructura ficcional que sirve de disparador para que Sasturain hable de literatura con escritores argentinos de distintos géneros, la novedad esta temporada es que todas las escenas de exteriores se realizan en lugares distintivos de diferentes provincias. El envío de hoy transcurre en San Luis, hasta donde viaja Sasturain para comprobar la veracidad de un pasaje del libro Facundo, escrito por Domingo F. Sarmiento, cuyos hechos suceden en territorio puntano. El enigma a develar es: ¿cuánto de verdad hay en los relatos históricos? En su recorrido, el escritor indagará qué autores se metieron con la historia para construir sus narraciones. El puntano Eduardo Belgrano Rawson, autor de El náufrago de las estrellas, entre otros textos, charla con Sasturain sobre la literatura histórica.

“A diferencia de los años anteriores, mi personaje sale despedido hacia alguna provincia con alguna misión. Los disparadores dejan de ser cotidianos para encarar la búsqueda, siempre desde el humor, a través de una suerte de investigación –cuenta Sasturain–. El año pasado habíamos hecho una experiencia en Montevideo y nos había gustado. Entonces este año decidimos que cada capítulo transcurra en una provincia distinta, como una manera de renovar el ciclo”, explica el columnista de Página/12. Pese a que su coequiper en la ficción, Fabián Arenillas, está obligado a permanecer en Buenos Aires por cuestiones laborales (protagoniza Entrenamiento elemental para actores en El Camarín de las Musas y comenzó las grabaciones de Ciega a citas para el 7), el actor participará de cada capítulo interpretando a un botón diferente de cada hotel en el que se hospedará el escritor en sus misiones por el interior del país.

–¿El hecho de que en esta temporada viaje por las distintas provincias del país significa que Ver para leer buscará analizar la literatura de cada región?

–Que viajemos a las provincias no nos convierte en un programa de literatura regional. No vamos a Salta para hablar de literatura salteña o norteña. En Salta, por ejemplo, hablamos de Charles Bukowski o Edgar Allan Poe. El disparador suele ser temático, pero sin grandes pretensiones. No nos queremos convertir en un ciclo de literatura. Lo que tiene de bueno Ver para leer es que es un buen programa de TV. A mí me da la sensación de que con el ciclo a muchos les pasa lo que me sucede a mí cuando veo un programa de Karlos Arguiñano. Yo no sé de cocina ni creo que nunca me pondría a cocinar las cosas que hace el español, pero su programa me encanta, me divierte y me transmite las sensaciones de aquellos que, como él, disfrutan cocinar.

–El programa recibió innumerables premios y hasta tuvo una edición especial en DVD que financió la Fundación YPF para repartir en las escuelas públicas primarias. ¿Qué le sucede, como conductor del ciclo y escritor, cuando se entera de ese tipo de iniciativas?

–Lo primero que se me viene a la cabeza es que Ver para leer no es un programa didáctico ni está pensado para ser utilizado en las escuelas. No tiene pretensiones educativas. La única pretensión que persigue es la de lograr transmitir el placer de la lectura. Mi temor es que el programa llegue a las escuelas y que a los pibes se los pongan y les hagan escribir sobre lo que sucede. O que se lo utilice como herramienta bibliográfica. Una locura. No estoy de acuerdo, porque atentaría contra la idea de disfrute de la lectura que busca la propuesta. No es lo mismo que a partir de que vean el ciclo algunos chicos se interesen por su propia voluntad por algún libro o autor, que una maestra los obligue a ver el programa o a leer un libro. Para incentivar la lectura, el contexto es tan importante como el mensaje en sí. Uno nunca sabe dónde va a parar las cosas que uno hace. Uno no puede controlar eso.

Un escritor suelto en la TV

–Del anonimato y bajo perfil propios de los escritores pasó en los últimos años al reconocimiento cotidiano de los televidentes. ¿Cómo se adaptó a esa situación?

–Sigo siendo el mismo y haciendo las mismas cosas que antes. La “fama” me llegó madurito... (risas) No soy una celebridad ni quiero serlo. Lo que es cierto es el fenómeno del reconocimiento, en el sentido más literal, de la gente. Pero se trata de un reconocimiento ambiguo. Me miran como diciendo “a éste lo tengo visto”; o me dicen “Sos el pelado de los libros”. Si hasta me han parado para comentarme que me miran “siempre por Canal 7”. El reconocimiento es muy vago.

–¿Pero, sin desearlo, pasó a ser el escritor argentino más reconocido en la calle, por su tarea televisiva? No creo que a muchos otros los paren en todos lados como a usted.

–Más o menos. Por ahí, mucha gente que me reconoce en la calle lo hace simplemente porque aparezco en la tele. ¡Pero muchos no saben que soy escritor, no tienen la más puta idea de que escribo libros! ¡Nunca me han leído! Para mí sería extraordinario que a partir de Ver para leer venda más libros, porque como escritor quiero llegar a la mayor cantidad de lectores posibles. Bienvenido sea.

–Luego de estos tres años de hacer TV, ¿modificó la visión que tenía del medio?

–No tenía preconceptos con la TV. En general, no miro tele de aire. Tampoco leo diarios, ni siquiera en el que escribo. No es una pose: es simplemente una etapa de mi vida. El juicio que tengo de la tele no se ha modificado, porque sigo sin verla. Lo que es cierto es que desconocía el laburo que requiere hacer un programa en la tele. Eso lo aprendí y fue una experiencia muy linda. No tenía idea de lo que hacían, ni qué era lo importante destacar para el medio, ni las reglas de la pantalla chica. Ver para leer tiene características que a mí no se me hubiesen ocurrido jamás.

–¿Por ejemplo?

–Yo sólo aporto poder hablar de libros y autores con cierta fluidez. Creí que con eso bastaba. Pero todo lo otro, la invención de las tramas argumentales, nunca se me hubiera ocurrido incorporarlas. El verdadero gancho de la gente con el programa son con los pasos de comedia de la ficción, con lo que me pasa más que con lo que se dice. Yo quería hablar de libros, y los chicos, que son los verdaderos hacedores del ciclo, me explicaron que la gente se iba a enganchar con lo que me iba a pasar a mí. Lo que funciona en la TV para atrapar a la gente es la ficción. Eso lo aprendí de la tele.

–¿Y alguna de esas herramientas que aprendió en la TV la puede trasladar para el proceso creativo de una novela o un cuento?

–La TV y la literatura son dos carriles distintos, dos procesos muy diferentes. Supongo que en algún lugar, probablemente, pero que no tiene que ver con la escritura, sino con el papel de “escritor”, evidentemente el programa tiene un rebote para mí. Si bien me considero esencialmente un escritor y me gusta la pretensión del lugar de “escritor” cuando lleno la ficha de un hotel, de algún modo este otro rol social que me aportó la TV empieza a funcionar en paralelo, o pisando a la otra imagen. En ese sentido, la TV ha resaltado contradicciones o fricciones que estaban latentes.

–¿A usted o al rol de escritor en general?

–A ambos. Socialmente, se supone que si sos escritor debés responder a ciertas pautas, que no es justamente la de hacer payasadas en la TV. Hacer tantas payasadas y a los treinta segundos ponerse a hablar de literatura puede hacer pensar a muchos que alguien como ese personaje no puede escribir bien. Creen que debo ser un chanta las 24 horas. Es un riesgo latente que ahora se hizo manifiesto. De todas maneras, nunca se me consideró en serio y yo tampoco me tomo de esa manera a mi profesión. Ahora menos. Es un desafío. Ahora que vendo más libros, no soy mejor escritor. Que un autor venda más o menos libros no lo mejora ni lo empeora.

–¿Qué comentarios les hacen sus colegas?

–En general, directamente nadie me reprochó lo que hago. Además, este programa lo hacen en gran medida los escritores: vienen, prestan su tiempo y sus ideas. Esta temporada en el capítulo de Jujuy participa Jorge Accame, en Salta Leopoldo “Teuco” Castilla, en el de La Plata Horacio Verbitsky, en San Luis Eduardo Belgrano Rawson... Los escritores se prestan y saben que podemos hacer todo tipo de pelotudeces, pero que cuando hablamos de literatura lo hacemos en serio porque nos apasiona.

–¿Cuánto hay de Sasturain en el personaje televisivo?

–En gran medida es un personaje y es algo que tuve que ir aceptando. Al principio, trataba de mantener el tipo, de ser yo, ahora tengo que admitir que he ido aceptando características que no son mías, que son exageradas y distorsionadas. Aunque debo admitir, también, que en ciertas cosas de tono me identifico con el televisivo. No puedo renegar de mis formas.

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“No soy una celebridad ni quiero serlo. Hay un fenómeno de reconocimiento, pero se trata de un reconocimiento ambiguo.”
 
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