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Martes, 20 de mayo de 2014

CULTURA › RODOLFO HAMAWI Y UN BALANCE DE LA CITA MARPLATENSE

“Un mercado de los jóvenes”

“No podemos regalarle el concepto de mercado al neoliberalismo”, señala el director nacional de Industrias Culturales, que destaca el compromiso de los países participantes para que la iniciativa se prolongue en el tiempo y amplíe sus alcances.

 Por Sergio Sánchez

Luego de la conferencia que dio por culminada la primera edición del MicSur, donde se anunció que el país anfitrión para 2016 será Colombia, el director nacional de Industrias Culturales, Rodolfo Hamawi, dialogó con Página/12 acerca del futuro de la iniciativa, el fortalecimiento de la unidad latinoamericana, el rol social de las industrias culturales en la región y el desafío que implica el cambio de jerarquía de la cartera de Cultura.

–¿Qué expectativas hay con respecto a que el próximo MicSur se realice en Colombia y por qué es importante garantizar la continuidad del encuentro?

–Para nosotros, este MicSur fue un éxito rotundo. No hubo verdaderamente ningún aspecto de los que soñábamos que no se haya completado, desde las rondas de negocios hasta las muestras en vivo de la música y las artes escénicas, el nivel de los debates y foros y los acuerdos y proyectos que surgieron. El broche de oro es garantizar la continuidad. Que Colombia haya sido acordado como sede para 2016 y Brasil para 2018 habla de dos cosas: de la contundencia del proyecto y de la hermandad latinoamericana. Hubo que resolver dónde se hacía, porque los dos se habían postulado para el próximo. Pero como entre hermanos prima el diálogo y la concordia, hubo un rápido acuerdo. Durante el próximo año estableceremos contacto con gobiernos de Centroamérica y del Caribe para diseñar alguna forma que pueda garantizar una representación en 2016 de esa región; es muy difícil que estén todos los países porque se transformaría en un evento inmanejable. Pero sí es necesario que aparezca como región. El MicSur era una necesidad, hubo una decisión política para hacerlo.

–¿A qué respondía?

–Había una necesidad de los productores de las industrias culturales de abrir, de encontrar un mercado más amplio, y de los gobiernos también. Usar, en el buen sentido, a los bienes culturales como forma de acercamiento. Por eso la apuesta tan fuerte que tuvieron los gobiernos en seleccionar grupos y financiar el viaje de muchos de ellos. Fue un mercado de los jóvenes, y está claro que hay una generación que está adoptando la cultura como proyecto de vida y profesional. La obligación de los gobiernos es permitir que esas creaciones tengan posibilidad de crecer y distribuirse. Muchas veces el gran problema es la circulación de estos bienes y servicios. El MicSur abrió un surco muy importante para que nuestros discos, libros y películas tengan una mayor circulación en la región.

–¿La idea es cambiarle el sentido a la palabra “mercado”, tan vapuleada en décadas pasadas?

–Nosotros peleamos contra muchas palabras. El término “industria cultural” es uno de ellos. Está claro: apareció en la década del ’40 como término negativo que denunciaba el capitalismo avasallando a la cultura (N. del R.: hace alusión a la Teoría Crítica, surgida en la Escuela de Frankfurt). Es cierto, hay mucho de eso. Por eso no tenemos una mirada ingenua sobre las industrias culturales. Pueden ser una herramienta de colonización y separación de los pueblos, pero también son una herramienta de acercamiento y de inclusión de las realidades de otras regiones, donde uno puede aprender cómo se vive, cómo se piensa, cómo se quiere y encariñarnos con esas realidades. Y el otro término con el que había que pelear es mercado. No podemos regalarle el concepto de mercado al neoliberalismo, en donde la “mano sabia del mercado regula”. Mentira. Es muy importante una definición que dio Paula Español (subsecretaria de Comercio Exterior): “El Estado crea mercado. Porque crea la posibilidad de la concurrencia”. Y el MicSur fue eso: una concurrencia entre iguales, en donde, democrática y horizontalmente, cada uno mostró lo que tenía. Si lo comparamos con la actitud de los monopolios, queda clara la necesidad de poder abrir nuevas formas de comunicación –como el Empal– y de encuentro entre los pueblos de la región. De hecho, los grandes medios nacionales argentinos silenciaron este encuentro. Los medios monopólicos lo que garantizan es que se mantenga el presunto negocio de ellos.

–¿Se trata de un momento histórico propicio en Latinoamérica para un encuentro de este tipo?

–Sí. En principio, la Argentina tiene un Estado presente que posibilita, que incluye, que es dador de derechos, que estimula, que hace que los jóvenes sepan que su creación tiene cada vez más apoyo en la instancia pública. Recuerdo cuando mandaron a los científicos a lavar los platos. Nosotros intentamos profesionalizar a los artistas, crearles canales para que puedan tener un proyecto laboral y consolidar su creatividad. No habría ninguna posibilidad en otro momento histórico de hacer un mercado como éste. Era imposible que los gobiernos de diez países se pusieran de acuerdo para fomentar esto. Se conjugaron muchos hechos para que esto sucediera. Hubo gente de Cuba, México y Nicaragua. Es un momento único y se tiene que repetir.

–¿Cuál cree que va ser el cambio significativo que va a ocurrir ahora que la secretaría se convirtió en un ministerio?

–Profundizar la gestión que se venía desarrollando, abrir nuevos espacios de atención, crear un estructura más acorde con las grandes demandas de la sociedad argentina y obviamente contar con recursos suficientes para poder desarrollar esta ampliación de tareas.

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“Había una necesidad de los productores culturales de abrir un mercado más amplio”, dice Hamawi (centro).
 
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