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Martes, 3 de marzo de 2015

HISTORIETA  › ROBERTO BARREIRO ES EL CREADOR DEL BLOG ZINERAMA

Universo fanzinero argentino

Estudioso de las autoediciones locales de historietas, decidió recopilar en su web y analizar la producción desde 1979 hasta el presente. “Tener esta base de datos sirve para establecer un desarrollo histórico sobre un fenómeno que se entiende poco”, explica.

 Por Andrés Valenzuela

“¿Qué es más importante? ¿Que los aficionados tengan acceso al material o que me lo encanute en una caja que ni siquiera está conmigo en Chile?”, plantea Roberto Barreiro sobre la creación de Zinerama, (https://zineramania.wordpress.com/), el blog que recopila y analiza la producción fanzinera de historietas argentina de 1979 a hoy. “Por ejemplo, el fanzine que sacaba Liniers allá por el 2000 era de cien ejemplares numerados y yo tenía uno, me parece que no hay más copias en papel, ¡que al menos se pueda ver digitalizado! O la primera aparición de Cazador en el fanzine Arkham que sacaron (Jorge) Lucas y (Claudio) Ramírez en 1990: me parece que corresponde mostrarlos.” Los años y la evolución del sector, el crecimiento artístico de sus actores, confirman la importancia de ese movimiento que –en distintas etapas– sostuvo la creatividad de plumines y guionistas y sobre la que se apoya gran parte de la actualidad del medio.

La relación de Barreiro con el universo de la autoedición argentina de historietas es casi una cuestión de principios. Cuenta que llevaba diez años juntando material en visitas al Parque Rivadavia cuando le llegó el momento de encarar su tesis para graduarse como licenciado en Comunicación Social en la UBA. “Me di cuenta de que me tocaba contar la historia de los fanzines de historieta argentinos, ponerle una cronología. Estaba cansado de textos y profesores chantas que hablaban de cultura popular usando tres textos de referencia como excusa para justificar sus hipótesis”, recuerda. “De última, si iban a plantear hipótesis sobre los fanzines, al menos que tuvieran información fehaciente sobre el tema y que no cayeran en el guitarreo.”

La tesina devino casi un diccionario enciclopédico de la autoedición y de allí en un libro printondemand: Historia de los fanzines de historieta en Argentina. En todo su proceso de relación con el ambiente local, Barreiro conoció autores, difusores y coqueteó él mismo con la creación de nuevas aventuras dibujadas: puso guiones en el fanzine Kapop, que coeditaba junto al hoy reconocido internacionalmente Lucas Varela. También formó parte de la malograda Asociación de Historietistas Independientes. “No había nada, así que éramos nosotros o no era nadie, y creo que esa idea ha sido fundamental para la historieta argentina de hoy.”

La idea de la autogestión, en medio de un mercado que se caía inexorablemente con el correr de la década del ’90 y que estallaría en 2001, marcó el rumbo a seguir para muchos de quienes entonces recién empezaban. “A muchos de los tipos que estuvieron en la AHI les quedó la idea de que se puede tener una visión propia de la historieta y tener cierta visibilidad sin entregarse de pies y manos a cualquier editor con plata”, considera.

“Diría que el movimiento fanzinero es clave para entender la realidad actual de la historieta argentina”, afirma Barreiro. “Las soluciones a la crisis de los modelos de circulación que se dieron a partir de la década de 1990 tuvieron su respuesta en buena medida en la gente que empezó en los fanzines, que buscó respuesta a esos problemas.” El dibujante “industrial” se despreocupaba del trabajo editorial y hasta del consumo de lo que producía. El fanzinero “tenía que saber forzosamente de esos temas”. En ese sentido, aun al otro lado de la Cordillera de los Andes, Barreiro ve en el circuito de festivales y en muchas de las nuevas editoriales la marca de ese aprendizaje. Aquí retoma el ejemplo de Liniers. “Me pregunto cuánto habrá pesado su experiencia fanzinera para decidirse a autopublicarse y salirse de Ediciones de la Flor, donde previamente puso condiciones de calidad en sus libros que no había hecho ningún otro autor allí.”

Barreiro observa distintas etapas en la producción local de fanzines, que atribuye al quiebre con las formas tradicionales de consumir historieta que se da a partir de la década del ’90, cuando empezaron a desaparecer las revistas de circulación masiva. “Antes, un dibujante tenía la opción de profesionalizarse y ver su trabajo publicado en la Argentina, aunque ya para muchos la opción era el mercado externo –rememora–. Pero desde los ’90 en adelante, autopublicarse se convirtió en la opción principal si se quería que en la Argentina se viera el trabajo.”

Barreiro se radicó en Chile hace más de una década. Un poco por amor, otro poco por la crisis argentina. Durante un tiempo, reconoce, se alejó del ambiente local, harto “de chiquitajes y mezquindades, internas de cabotaje” con otros fanzineros “que se arrogaban el derecho de decir cómo tenía que ser un verdadero fanzine”. Es que en la épica de la resistencia cultural de la autoedición también había espacio para las zancadillas, las broncas y las disputas de sentido. “Nadie puede arrogarse criticar a un fanzine por su calidad; es como criticar a alguien por ser gay o lesbiana o bi o casto o lo que sea. El fanzine es una expresión de una persona, ¿cómo se la critica?” Pero volvió al ruedo gracias a las redes sociales y con ellas, las ganas de Zinerama.

“Pensé que alguien iba a retomar el libro y ampliar la base de datos, pero pasó el tiempo y nada. El libro estaba cada vez más desactualizado y para mí era clave, además con Internet se podía distribuir el contenido digitalizado, ver tapas, hasta subirlos enteros”, plantea. Cuando naufragaron charlas para incorporar su colección a la biblioteca de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y también la posibilidad de hacer una muestra itinerante, Barreiro decidió que debía hacerlo él.

En este impulso reconoce fundamental la aparición de Julián Oublina, su compañero en esta aventura de recopilación histórica. “El aportó dos cosas clave: por un lado, la información del período posterior al 2002, que yo no tenía; por otro, el trabajo analítico, de un nivel al que no puedo llegar. Para mí, es el tipo ideal para seguir esto.” Incluso, anticipa, entre ambos hay una historia actualizada del sector que saldrá este año por la editorial Tren En Movimiento. “Tener esta base de datos sirve para establecer un desarrollo histórico sobre un fenómeno que se entiende poco y que se convierte en víctima de gente que cree que los fanzines argentinos vienen de Robert Crumb y el underground hippie, que es como decir que la socialdemocracia de Hollande viene de Marx: es un reduccionismo poco serio.”.

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Barreiro formó parte de la malograda Asociación de Historietistas Independientes.
 
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