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Sábado, 27 de septiembre de 2008

ENTREVISTA CON ADAM GREEN, QUE ESTA NOCHE ACTUARá EN EL PEPSI MUSIC

“Me convertí en un crooner bastardo”

El cantante y compositor estadounidense creció arropado por el indie rock, a partir del grupo The Moldy Peaches. Ahora como solista, y sin ningún CD editado aquí, desembarca por primera vez en Buenos Aires, un “milagro” que atribuye a un pedido especial de Babasónicos.

 Por Roque Casciero

Caótico, deslumbrante, desprolijo, hilarante: así era The Moldy Peaches, el dúo con el que Adam Green y Kimya Dawson celebraron su amistad a principios de siglo. El empezaba a dejar atrás la adolescencia mientras trabajaba en una pizzería en el estado de Nueva York, ella atendía una disquería cool a cuatro cuadras. Al poco tiempo, él salía al escenario caracterizado como un Robin Hood esmirriado y de ojos saltones, mientras que ella se disfrazaba de conejo incluso para grabar. Las entrevistas eran divertidísimas: el irónico Green era capaz de ilusionarse con ganar un Grammy, como si eso fuera posible con sus melodías grabadas en bajísima fidelidad. Pero toda la frescura y el desparpajo de los Moldy Peaches duraron poco. Dawson continuó su camino apegada a una receta parecida a la del dúo, pero

Green dio la sorpresa: Friends of mine, su primer disco post Moldy Pea-ches, lo mostraba como un crooner hecho y derecho, una especie de Scott Walker con humor corrosivo, sobre una sección de cuerdas bien templadas. Fue el comienzo de una trayectoria siempre ascendente, en la que Green se muestra cada vez más asentado como cantante y compositor, aunque sin perder jamás la sonrisa torcida. Con cinco álbumes como solista (ninguno editado aquí), Green llega por primera vez para tocar en esta noche en el Pepsi Music, casi por un milagro que él atribuye a los Babasónicos (“tengo que agradecerles, sé que voy porque ellos lo pidieron”), que cierran la fecha del festival.

Green no ganó un Grammy (“no sé de dónde habré sacado eso, jamás les di bola a los premios”, aclara), pero por esos giros inesperados que tiene la industria discográfica, la banda sonora de La joven vida de Juno, que incluía una canción de los Moldy Peaches (y varias de Dawson como solista) llegó al tope del chart norteamericano. “Fue una situación algo extraña”, reconoce Green. “Por supuesto que le doy la bienvenida a cualquiera que escuche una canción mía o de Moldy Peaches, me gustaría que las escuchen todas. Pero, mierda... sí era un poco raro, especialmente porque hicimos un par de performances con ella (por Kimya).” Al parecer, la breve reunión quedó en eso, ya que Green dijo que no volvería a tocar con Dawson, pese a que no hay pelea ni nada parecido. “No sé, digamos que hay un 3 por ciento de posibilidades”, se ríe el cantante. “Si tocáramos juntos otra vez, sería como cuando dejás a alguien y no la ves durante mucho tiempo. Así era Moldy Peaches: pasábamos mucho tiempo juntos. No era que nos juntábamos a escribir canciones, las canciones aparecían porque nos lo pasábamos juntos. ¿Cómo puede recrearse eso?”

Para alguien como Green, que creció arropado por el indie rock, la rebelión llegó mirando hacia atrás: discos de Scott Walker, Lou Reed, Frank Sinatra y Elvis Presley lo convencieron de que tenía que encontrar otra voz. “Durante las giras de Moldy Peaches me sentía cada vez más alejado del indie rock”, confiesa. “Lo que me divertía era encerrarme en mi cuarto a cantar sobre canciones de Iggy Pop, por ejemplo. Y con el tiempo me convertí en esta especie de crooner bastardo que soy ahora. Pero creo que canto distinto en cada disco. Hay tantas direcciones para tomar, mi voz suena distinta cada día, al punto que a veces ni siquiera yo me reconozco”, suelta, risueño.

–Su último disco, Sixes and Sevens, es un despegue en lo musical, con cosas que no había intentado antes.

–Sí, es verdad, especialmente en cuanto a producción. Una diferencia grande fue que tuvimos más tiempo, no había ningún apuro. El estudio estaba libre para nosotros, así que me sentía como en mi casa. Por ahí decía: “Ey, ¿por qué no llamamos a este trombonista?” o “Traigamos coristas, cantantes de gospel”. Igual, no quiero sacar discos que no tengan nada que ver con lo que hice antes. Sixes... tiene cosas parecidas a Jacket Full of Danger, el anterior.

–¿Qué lo llevó a probar con el gospel y el soul?

–Tengo afinidad con discos hechos a mediados de los ’70, como Station to Station (David Bowie), Coney Island Baby (Lou Reed) o incluso New Values (Iggy Pop), que tienen muchas coristas. Pero antes quizá pensaba que no era el momento de usarlas, porque son cosas que te estigmatizan. Ahora la gente sabe quién soy y que hago lo que tengo ganas, entonces no van a ser una distracción de lo que es la esencia de mi trabajo.

–Una de las características más llamativas de sus canciones es el modo en el que usa el humor.

–Me resulta interesante que un cantante transmita que tiene capacidad para el humor, incluso si la canción no es graciosa. Me gusta escuchar voces en las que pueda confiar, y no confío en nadie que no tenga sentido del humor. No se trata de que las canciones sean graciosas, sino de que tengan un balance: que una línea tenga humor, que la siguiente sea trágica, la otra romántica y la cuarta, casi espiritual. En el camino se crea cierta profundidad. Si uno descubre que alguien escribe pensando en todo eso al mismo tiempo, puede entenderlo mejor como persona. Es como una pintura de Picasso: algunas se ven malignas, otras son como historietas, otras hermosos paisajes oníricos, otras como pesadillas industriales. Picasso es un buen ejemplo de alguien que zigzaguea con el humor. O Woody Allen, que como director puede hacer películas serias o comedias. A mí me gustaría ser el Woody Allen de la música.

–En “Jessica”, usted le decía a la cantante pop Jessica Simpson: “Entendiste todo mal (...) tu amor no está en tu música, no”. ¿Sabe si alguna vez ella escuchó la canción?

–Sí, aunque nunca me llamó ni nada. Sé que alguna gente le preguntó por la canción y ella dijo que no estaba segura de qué quería decir la canción. No la culpo, porque a mí también me confunde ese tema (risas). Igual, a alguna gente le gustó la canción antes de conocer a Jessica Simpson, por la melodía y la letra. Por ejemplo, cuando iba a hacer el video tuve una reunión con Jim Jarmusch, quien me dijo: “Imagino a Jessica Simpson como una chica que trabaja en McDonald’s y sale a fumarse un cigarrillo a la parte trasera del local durante su descanso”. Cuando le pregunté si conocía a la verdadera Jessica, me contestó: “No, no, ¿me estás diciendo que es una persona real?”. Quién sabe, tal vez algún día la gente estará muy agradecida de que haya escrito esa canción y piense que era el único que buscaba el bienestar de Jessica.

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“Me gustaría ser el Woody Allen de la música”, dice Adam Green, y no se sabe hasta dónde llega su ironía.
 
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