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Martes, 29 de noviembre de 2005

EL ADIOS A MENCHU QUESADA, A LOS 91 AÑOS

Una actriz indispensable

El espectáculo argentino perdió a una de esas actrices secundarias indispensables, que por esas cosas del destino no llegan a conquistar el estrellato, pero logran una identificación con el público que desearía más de una consagrada. Menchu Quesada, de 91 años, murió el pasado sábado y sus restos fueron inhumados ayer en el Cementerio de la Chacarita.
Llamada en realidad Carmen Quesada, la actriz de teatro, cine y televisión nació en Bahía Blanca y creció en una familia numerosa –tenía hermanos de sangre y adoptados– en la cual, a pesar de las penurias económicas, la cultura tenía su lugar. Menchu recordaba siempre las sobremesas nocturnas, cuando su padre reunía a la numerosa prole para leerle las obras de Victor Hugo y Emile Zola, dos hombres de la inteligencia francesa más avanzada que marcaron el futuro de la artista.
La pasión de Quesada por el teatro la llevaba a devorarse cuanta obra cayera en sus manos, en una época en que las piezas escénicas se editaban para venderse a precios muy populares. Así, Menchu, sus hermanas Nya y Juanita y su hermano Pedro ingresaron a un elenco teatral de Bahía Blanca, aunque muy pronto la fatalidad se llevó al varón, que no comía por adquirir literatura escénica y terminó sucumbiendo a la tuberculosis.
Ya en Buenos Aires, Menchu comenzó su trabajosa trayectoria artística, compartiendo escenarios con Luisa Vehil, Francisco Petrone, Enrique Muiño, Amelia Bence, Tita Merello y otros grandes nombres del teatro argentino. En sus inicios también trabajó en radio y en televisión (en el programa El teleteatro para la hora del té) y tiempo después logró gran popularidad al protagonizar el ciclo televisivo Los Campanelli, interpretando a la querida Lucía, una madre que conquistó el corazón del público, rol que también asumió en dos películas y una temporada teatral, basadas en el ciclo televisivo.
Casada con el galán Francisco De Paula y luego divorciada, Quesada decidió emigrar a España en 1954, junto a Pedro Escudero y Ernesto Bianco, tras lo cual encandiló al público peninsular y a los críticos. De regreso a la Argentina, seis años después, recorrió escenarios con las obras Locos de verano, El otro yo de Marcela, Hombre y Superhombre, Una libra de carne y Maribel y la extraña familia, e integró la compañía del insigne Orestes Caviglia.
Por su parte, la televisión le brindó un lugar en ciclos como Historias de jóvenes, Yo soy porteño y en varias telecomedias protagonizadas por Darío Vittori. Sus últimas apariciones en la pantalla chica datan de 1996, cuando intervino en Gino y Como pan caliente, en donde desplegó, a pesar de sus años, una energía que no muchos de sus colegas jóvenes pudieron alcanzar.

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