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Miércoles, 14 de enero de 2009

NINA, UNA LECTURA MUY LIBRE DE LA GAVIOTA, DE CHEJOV

Ambición y realidad

Jorge Eines, argentino exiliado en España desde 1976, dirige esta pieza del madrileño José Ramón Fernández. La actriz Heidi Steinhardt compone a Nina, una mujer que ve frustrados sus ideales.

 Por Cecilia Hopkins

Nina, el personaje de La gaviota de Chéjov, reaparece, merced al relato del premiado dramaturgo madrileño José Ramón Fernández, convertida en una muchacha de poco más de 30 años. Llega a un pueblo costero un día desapacible de otoño para revisitar un tramo importante de su vida allí transcurrido. Como el personaje del texto original, Nina emigró a una gran ciudad para de-sarrollar su carrera de actriz. En medio de una borrachera, durante el encuentro con su antiguo mentor y amigo, Blas, contrasta su presente con sus ambiciones del pasado y constata con amargura que no ha estado a la altura de sus propias expectativas. Los amores no correspondidos y el sentimiento de derrota y resignación que signan a los demás personajes que ambos mencionan establecen una coincidencia sutil con los protagonistas de la obra de Chéjov. No obstante, su conocimiento por parte del espectador no es necesario: Nina plantea un camino independiente. Su autor define la obra como la historia de “alguien que sabe que debería hacer algo con su vida pero no se mueve”.

Jorge Eines emigró a España en 1976, poco después del estreno de una versión de Woyzeck, de George Büchner, pero supo con los años establecer un vínculo duradero con el país, ya que vuelve periódicamente con sus montajes o para presentar sus libros sobre teoría y práctica teatral. Responsable de unas 40 puestas en escena, el director argentino llegó a Buenos Aires para realizar en la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131) la puesta de esta obra ganadora del Premio Lope de Vega 2003. Eines asegura que dirigir es crear vida: “pero una vida diferente a la real, que voy descubriendo junto a los actores que me acompañan”. Por desgracia, uno de los integrantes del elenco –Héctor Malamud– falleció apenas veinte días antes del estreno. “Llevábamos seis semanas de ensayos, estaba creando vida y debí negociar con la muerte”, recuerda Eines a la hora de explicar un gesto desesperado pero necesario: convocado de urgencia, el actor Eduardo Ruderman tomó el lugar de Malamud para hacer posible el estreno. La obra se puede ver de jueves a sábados. El elenco lo completan Heidi Steinhardt y Pablo Razuk. Junto a la protagonista, Eines habla sobre su trabajo de dirección en una entrevista con Página/12.

–¿Cuál es su forma de ensayar?

Jorge Eines: –Hay dos maneras de encarar los ensayos: desde el miedo o desde la confianza. En el primer caso, el actor busca lugares de seguridad, en el otro, en cambio, el actor tiene libertad, que es hacer lo opuesto a todo lo que se pensó en el bar o en la casa.

–¿Una puesta se piensa o se descubre?

J. E.: –El director no es una persona que da órdenes. No tiene la puesta en la cabeza: dirigir es crear con otros, componer algo entre todos.

Heidi Steinhardt: –Tanto en el arte como en la vida, el paradigma de trabajo tiene que ver con relaciones verticales de dominación. Y cuando se dan órdenes se pierde la comunicación y la posibilidad de dialogar y escuchar.

–¿Cuál es su punto de partida?

J. E.: –El cuerpo del actor es el lugar desde donde me interesa entrar al trabajo interpretativo. Me interesa la geografía de los personajes, no su historia. Esta obra es puro cuerpo.

–Las referencias que el autor hace a La gaviota, ¿son importantes para la puesta?

H. S.: –Hay una manera de narrar del autor que tiene que ver con Chéjov, aunque esto tal vez se desprenda de la puesta, porque no en vano Jorge tiene hechas tres obras de Chéjov. En esta obra hay pequeñas evocaciones a La gaviota pero tan pequeñas que pueden ser tomadas como casuales...

J. E.: –En todo caso, todos plagiamos a todos. Las cosas están por ahí y se van tomando. En determinadas condiciones hay autores que tienen la capacidad de dotar a un tema de una impronta particular y comete un asesinato con lo que hay por debajo. También Shakespeare escribió sus obras basándose en piezas anteriormente escritas.

–¿Nina es el retrato de un artista joven?

H. S.: –Sí, habla del deseo y la expectativa de un artista. De un deber ser al que aspira. La obra habla de un modelo de vida de alguien que persigue un ideal y que, alrededor de los 30, comprende que no llegó a ser quien quería ser.

J. E.: –Esta mujer busca sentirse bien creando. Vuelve al pueblo porque siente que en los orígenes de su vida hay lugares creadores que no ha podido proyectar en el lugar supuesto del éxito. A mí me parece que el fracaso está en creer que el éxito consiste en gustar a todo el mundo. El éxito es gustarse a sí mismo y sentirse bien con lo que se hace.

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Jorge Eines y Heidi Steinhardt. Nina va de jueves a sábado en Ciudad Cultural Konex.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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