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Domingo, 1 de febrero de 2009

EL CHINO BASICO HACE FUROR EN BUENOS AIRES

El idioma del futuro ya está aquí

Silvia Abollo y Ping Hui Ho, docentes y autoras del libro América latina habla chino, con dos reimpresiones agotadas, analizan el fenómeno y explican de qué se trata la “lengua de los Han”, que habla el 93 por ciento de la millonaria población china.

 Por Silvina Friera

Apasionados por aprender el “idioma del futuro”, cada vez más argentinos estudian la “lengua de los Han”, uno de los términos más usados para referirse al idioma chino, que alude al grupo étnico más numeroso, que comprende al 93 por ciento de la población. El gigante asiático, sin dudas, viene pisando fuerte. Se ha convertido en la tercera potencia económica del mundo al arrebatarle esa posición a Alemania. En 2007 su Producto Bruto Interno (PBI) registró un crecimiento de 13 por ciento y su economía pega el estirón a un ritmo promedio de entre el 6 y el 8 por ciento anual. Si sigue manteniendo este ritmo de crecimiento, los economistas coinciden en anunciar que pronto, en dos décadas, el país oriental superaría a los Estados Unidos. No es casual que América latina habla chino, de Silvia Abollo y Ping Hui Ho, editado por las autoras, lleve dos reimpresiones agotadas. Vendieron nada más ni nada menos que 3000 ejemplares. Uno de los epígrafes de este notable texto, una herramienta ineludible para no empantanarse con la fonética de esta lengua tonal y su peculiar escritura, es una cita de Confucio: “Estudiar y, en el momento oportuno, llevar a la práctica lo aprendido, ¿no es acaso agradable? El que vengan amigos de lugares remotos, ¿no es acaso motivo de alegría?”. Y este año, ante la demanda y el creciente interés, publicarán la segunda parte del libro.

Abollo, psicóloga y sinóloga, es una de las primeras docentes argentinas del idioma chino. “Mi primer contacto con la cultura china fue a través de la filosofía taoísta. Como quería leer a los clásicos chinos, empecé a estudiar el idioma”, recuerda la docente en la entrevista con Página/12. Su primera maestra fue Ping Hui (se pronuncia ping güey), la coautora del libro. Abollo, que ha realizado cursos intensivos en la Beijing Yuyan Wenhua Daxue (Universidad de la Lengua y de la Cultura de Beijing), actualmente lleva a cabo investigaciones sobre escritura y estética chinas. Comenzó a dar clases en 2003. “Justo al año siguiente vino el actual presidente chino, Hu Jintao, y se armó flor de revuelo con el tema de las inversiones chinas en el país. Esto despertó un gran interés por aprender el idioma; muchos lugares se llenaron de alumnos, sobre todo de empresarios con relaciones comerciales con China y otros que proyectaban vincularse –repasa la docente–. La posición económica de China en el mundo, como potencia mundial, contribuye a despertar el interés por el idioma. De todas maneras, la gente interesada por la cultura también se anima a estudiar el idioma. Hay muchos jóvenes que lo ven como una herramienta de trabajo, como la lengua del futuro.”

Ping Hui (Ping significa “acto moral”, hacer las cosas correctamente, y Hui es el colorido del plumaje de un ave silvestre), nacida en Tai Pei en 1971, llegó al país en 1983. Sus padres hicieron un poco de todo: incursionaron en chacras, hotelería, importación y en tintorería, aunque ahora ambos están jubilados. “Cuando nosotros llegamos había muy pocos chinos, a diferencia de los coreanos y japoneses, y mi familia era de la pocas que no se dedicaban al supermercado ni al restaurante”, aclara. Le costó tanto integrarse y aprender el castellano que estuvo años sin hablar con nadie, hasta que en segundo año de la escuela secundaria se hizo de un par de amigas que la ayudaban con la tarea y rompió, definitivamente, sus “votos de silencio”. Ahora habla que da calambre, pero despacio, con calma. “No sabría decir si el chino va a ser la lengua del futuro, pero ya en este momento es la segunda lengua mundial por la cantidad de población que lo habla”, plantea. “La gente que estudia chino aumenta día a día, pero no me animo a decir que sea por nuestro libro”, bromea la docente, discípula del maestro Maw Chyuan Wang (Universidad de Buenos Aires y Universidad del Salvador) en Filosofía y Literatura clásica china, y profesora de Música, perfeccionada en dirección orquestal en el Conservatorio Municipal Manuel de Falla.

“La pronunciación es una de las mayores dificultades que tienen los que empiezan a estudiar. A diferencia de otros idiomas, el chino es una lengua tonal. Además de las consonantes y las vocales, entra en juego un tercer elemento, las alturas. Una sílaba, según la altitud, se puede convertir en otra palabra”, advierte Ping Hui. En América latina habla chino las autoras explican que la presencia de tonos, propia de otras lenguas del este de Asia y de Africa, no debe confundirse con la entonación que se usa en otros idiomas para expresar emociones, énfasis o diferentes estructuras gramaticales, ni tampoco con el acento o sílaba acentuada, presentes en muchas lenguas occidentales. La fama de idioma complicado y amenazante, hasta para el más voluntarioso de los espíritus, la tiene bien ganada. Los tonos de la lengua común del chino son cuatro, más un tono leve o corto. En el sistema Pinyin (usado para escribir el chino en letras romanas) se los anota con pequeños trazos sobre la vocal principal de la sílaba. La importancia de los tonos radica en que determinan el significado de la sílaba o palabra. Así la sílaba tang, enunciada con el primer tono (alto y sostenido) significa sopa; con el segundo (ascendente), azúcar; con el tercero (descendente y luego ascendente), acostarse; y con el cuarto tono (descendente), quemar. Contando los tonos, el número de sílabas básicas del chino asciende a unas 1100. “Este tema de las alturas tiene que ver con que son muy pocas las sílabas que componen el repertorio fónico del idioma, apenas 400, en contraste con el inglés, que tendría unos 80 mil. Esta es la mayor dificultad para el aprendizaje, acordarse del tono, para que sea posible la comprensión”, señala Abollo.

La otra muralla para aprender el idioma son los benditos caracteres. “Yo estudié 29 signos del alfabeto español; en cambio para el chino, el mínimo estipulado para acceder a la lectura del diario o el uso cotidiano del idioma se estima, más o menos, entre 3000 y 5000 caracteres. También para un chino es complicado aprender su idioma”, admite Ping Hui. “Como extranjera de la lengua, puedo decir que lo que está facilitando la escritura en chino es la computadora. Pero interfiere mucho en el aprendizaje porque te apoyás en la tecnología y no escribís tanto a mano los caracteres. Yo aprendí escribiendo y escribiendo obsesivamente. No hay otra, porque cada trazo tiene una forma específica y esa cuestión motriz, ascendente o descendente, la tenés que incorporar de entrada. No sé si a vos te habrá pasado, pero hay gente que quiere aprender el idioma y te dice: ¡Pero por favor, a mí no me vengas con los dibujitos!”.

“Eso le pasó a mi marido, que es argentino –confirma Ping Hui–. Nos conocimos porque fue mi alumno hace unos doce años. Fue uno de los primeros en acercarse, después de Silvia, y ¡era el rebelde que no quería estudiar los caracteres! Lo que siempre les digo a mis alumnos es que los caracteres forman parte del mundo del idioma chino. El primer año te podés arreglar con la fonética, pero si uno tiene intención de avanzar en el estudio es inevitable el aprendizaje de los caracteres. Hoy en día los alumnos entendieron que tienen que estudiar los caracteres. Y se sientan a escribir. La caligrafía se practica como un arte mayor en China. Practicar la caligrafía cultiva el espíritu y eleva el alma porque se requiere paciencia.”

“La pesadilla de todo padre chino es que el hijo o la hija se case con alguien que no es chino –revela Ping Hui–. Al final, mi familia terminó aceptando a mi marido.”

Lo dice el refrán: en casa de herrero, cuchillo de palo. Su hija de seis años no habla chino. “Lo que más conservo de la cultura china es la comida. En casa comemos arroz los siete días de la semana. Y le enseño a mi hija a ser paciente, a ceder, a no pelear. Y sobre todo, el valor de la perseverancia, que a mí me quedó de mi educación china.”

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Ping Hui Ho y Silvia Abollo acercan, como quería Confucio, amigos de lugares remotos.
 
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