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Martes, 23 de junio de 2009

El adiós a un maestro

Ayer, a los 80 años, murió el pianista, compositor y arreglador Emilio de la Peña, víctima de una crisis cardíaca, tras varios días de internación. Cultor de un estilo pianístico propio y absolutamente singular, en la década del ’40, cuando recién entraba en la adolescencia, De la Peña había comenzado actuando ocasionalmente en las matineés con la orquesta que dirigía su padre. Desde los años ’50 hasta los ’70 se dedicó a componer temas de tango y folklore. Por ese entonces comenzó a estudiar armonía y composición con el maestro Juan Carlos Cirigliano, que en ese momento era pianista de Astor Piazzolla. En los ’80 conoció a Manolo Juárez, y ese encuentro marcó su carrera musical: Juárez fue su maestro en armonía y el “descubridor” de la proyección que alcanzó De la Peña años después. Y también quien lo relacionó con el poeta Hamlet Lima Quintana, junto a quien terminó componiendo varios tangos y zambas, y ofreciendo espectáculos en conjunto. También trabajó con Gustavo “Cuchi” Leguizamón, Horacio Salgán, Eduardo Lagos y Mono Villegas, entre otros. Grabó su primer disco a los 70 años, en España. El segundo, Así de simple, registra su trabajo en dúo con Oscar Alem. Entre sus obras más conocidas figuran títulos como “Virgilio está de gira”, “Réquiem para los que viven”, “Demos vuelta la historia” o “La vieja ausencia”, junto a Lima Quintana. Hace unos años fue “redescubierto” por el seleccionado de estrellas tangueras de Café de los maestros, y hasta hace poco tiempo dio un ciclo de conciertos en Notorious. Su currículum no sólo da cuenta de su actividad musical: entre otras invenciones, fue el creador de los envases plásticos retornables de Coca-Cola.

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