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Sábado, 31 de octubre de 2009

JUAN GELMAN Y HORACIO SALAS PRESENTARON EL POEMARIO PALMA REAL, DE JORGE BOCCANERA

Una naturaleza humanamente perfecta

El poeta escribió su libro en viajes por América Central y durante su estadía de ocho años en Costa Rica.

 Por Silvina Friera

Un hombre alto y delgadísimo, vestido con un saco gris, tal vez un talle más grande de lo debido, camina por la calle Corrientes. Cuando Juan Gelman llega a la puerta de la librería Hernández, una bocanada de afecto lo rodea. La mirada del poeta va de un abrazo a otro, de un apretón de manos a otro, de un beso a otro, formando una cadena que parece no detenerse. El poeta agradece con una cordialidad juguetona que logra exorcizar los elogios que recibe “nuestro premio Cervantes”, como dice una mujer que está por saludarlo, o “el amigo Juan”, como lo llama un hombre mientras fuma y espera el turno para poder hablar con él. El salón del subsuelo de la librería comienza a llenarse por la presentación del poemario Palma real, de Jorge Boccanera –publicado por la flamante Colección Visor de Poesía de Ediciones Continente–, que obtuvo el premio de Poesía Casa de América de España 2008. Parafraseando los versos finales del libro, “en este gran caldero, la cuchara de Dios mezcla la selva”. Están, entre otros, Rogelio García Lupo, Juan Sasturain, Juano Villafañe y Alejandro Archain. De pronto se hace un repentino silencio, casi ritual. Boccanera, Gelman y Horacio Salas, los tres poetas y compañeros de ruta, se acomodan en las sillas. El editor Jorge Gurvanov oficia de maestro de ceremonia. Salas confiesa que había pensado “hablar sin papel”, pero para evitar “trabucarse y cometer todo los furcios inimaginables”, decide leer un texto que escribió para la ocasión.

Salas evoca una mañana helada de enero de 1980, durante su exilio madrileño, cuando entre la pila de volúmenes que recibía por su trabajo en Cuadernos hispanoamericanos, reparó en la modesta edición de Música de fagot y piernas de Victoria, de un tal Boccanera. Al revisar el libro descubrió que había un poeta, “alguien capaz de alzarse entre la mediocridad y el aburrimiento de volúmenes que acostumbraban a desbordarme de manera cotidiana”. El poeta le escribió de inmediato al autor de ese poemario y entablaron una amistad “generada carta a carta, verso a verso”. Desde México, donde estuvo exiliado entre 1976 y 1983, Boccanera no sólo se ocupó de desparramar sus propios poemas sino que cumplió una función fundamental: hizo conocer mediante “impecables antologías” a la mejor poesía del continente. Salas subraya que en Palma real Boccanera trae “el aire espeso de esos sitios de América donde la luz no suele llegar al suelo”. “Jorge es la rama de aquello que no se posa nunca; y quiero y deseo que esa rama no se seque y siga dando poemas”, agrega el poeta.

El jurado del premio Casa de América, integrado entre otros por el propio Gelman, eligió Palma real por “la calidad literaria de una poesía muy rica estéticamente y muy exacta en el uso del vocabulario”, y que “sobresale especialmente por su diálogo profundo con la tradición poética hispanoamericana”. Gelman recuerda que en épocas en que su nombre era una mala palabra –“quizá lo sigue siendo”, bromea–, Salas supo leerlo y rescatarlo. El elogiado lo interrumpe y revela que Gelman le dio una de las “más grandes satisfacciones” de su vida. Fue en un asado en la casa del mítico y entrañable editor José Luis Mangieri. “Juan me puso la mano en el hombro y me dijo lo que no pudo decirle en su momento ni a Haroldo (Conti) ni a Paco (Urondo): ‘Te quiero decir que te quiero mucho’”, cuenta Salas. Juguetón, travieso, irónico para aguijonear la emoción, Gelman aclara: “Ahora no tengo lagunas en la memoria, tengo por lo menos el océano Atlántico, ¡pero cómo me voy a olvidar del asado!”. Los poetas se divierten intercambiando las figuritas de sus recuerdos.

El autor de Violín y otras cuestiones, Gotán, Valer la pena y Mundar, entre otros títulos, plantea que Boccanera escribió Palma real en una selva, y que su lectura evoca una frase de Goethe que se aplica cabalmente: “El artista, agradecido a la naturaleza que también él ha creado, devuelve a la naturaleza una segunda naturaleza, pero una naturaleza plena, una naturaleza imaginada, una naturaleza humanamente perfecta”. En estos poemas, asegura el premio Cervantes 2007, hay un único relato: el de la imaginación desplegada a toda vela. “A lo mejor Boccanera no sólo habla de la selva de Costa Rica, sino a la vez desde y de su selva personal. Su oído interno es el que escucha ‘la mudez de los maderos’, ‘la lluvia que da nombre a cada cosa’, lo que cuenta la serpiente y el pato que habla de amor. No se encontrará en estos poemas un solo lugar común, algo que no es común en la poesía de hoy, de ayer y de mañana. Boccanera ‘palpa aquello que nadie puede oír’”. Gelman define a Boccanera como un poeta “valiente” porque “hace falta valentía para internarse en sí mismo sin miedo a descubrirse ni temor a ahondar las propias inseguridades y zozobras ante un mundo que no cesa de atacar al ser humano con diez mil cosas diariamente”.

Para Gelman, “aunque Boccanera escriba sobre el pasado, escribe lo que vendrá”. Y cita uno de los versos del libro que está presentando: “La selva vive de imaginar el tiempo”. Boccanera “no vacila en emplear palabras de las que huye horrorizada la poesía bonita; conoce el precio de la belleza en un mundo en que el poder intenta infantilizarnos y uniformarnos a escala mundial, manufacturarnos manos, hacer de nosotros carne de autoritarismos”. Gelman advierte que se sale de Palma real con un sentimiento de profunda gratitud a su autor. “Quien no lo lea, contrae consigo mismo una deuda enorme, aunque no lo sepa. Ayuda a descubrirnos, a internarnos en nuestra propia selva, a desear que en el fondo de nosotros mismos haya una Palma Real ‘que trabaje para el viento’, que proclame que en un roce de piel va todo el alma.”

Gurvanov regresa a su rol de presentador para homenajear a Mangieri, “un personaje muy particular, un hombre fundamental en la edición de libros de poesía”. Gurvanov comenta que se inició como editor junto a Mangieri en Ediciones Caldén y uno de los primeros libros que publicaron fue una obra con los cuatro primeros títulos de Gelman. Antes de leer un puñado de poemas de Palma real –libro que escribió en distintos viajes que hizo por América Central y durante su estadía de ocho años en Costa Rica–, Boccanera admite que el protagonista del libro es “la palmera que viaja, que sueña, que se traslada, y una selva que su manera de crecer es imaginar”. Autor de Polvo para morder, Sordomuda y Bestias en un hotel de paso, entre otros, Boccanera reconoce que es consciente de la satanización de la palabra selva, vista como “algo propio de personalidades hurañas, exóticas o antisociales”. Son poemas breves, sin títulos, con números. La gente escucha al poeta, lo aplaude. El oficio de Boccanera, como lo define en uno de sus poemas, es “recibir eso que vive de anunciarse”, “ser la rama de aquello que no se posa nunca”.

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Gelman y Boccanera están unidos por el oficio de “ser la rama de aquello que no se posa nunca”.
Imagen: Pablo Piovano
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